El profeta del cambio clim¨¢tico
"Fui el pr¨®ximo presidente de EE UU". As¨ª se presenta Al Gore, el hombre que comparti¨® el Gobierno de Clinton y perdi¨® las elecciones en 1999. Asegura en esta entrevista que no ser¨¢ candidato de nuevo. Ahora se dedica a alertar al mundo sobre los efectos del cambio clim¨¢tico
Hace viento y el cielo est¨¢ deshilachado. La terraza del hotel Hilton de Cannes parece un lugar desolado preso de una agitaci¨®n callada. En una peque?a mesa, bajo una sombrilla, Al Gore, vicepresidente de Estados Unidos entre 1992 y 2000 y frustrado candidato a la presidencia en 1999, concede entrevistas para promocionar una pel¨ªcula que ¨¦l mismo protagoniza. El ritual no es diferente del que practica cualquier productora de Hollywood; tal vez un poco m¨¢s austero, pero eso, finalmente, depende del presupuesto. Lo que s¨ª es diferente es el producto que Gore promociona.
En diciembre de 1999, tras una intriga de varias semanas y una tensa batalla judicial, Gore -que hab¨ªa superado a George W. Bush en n¨²mero de votos- acab¨® aceptando los dudosos resultados de varias mesas de Florida, que inclinaban este Estado a favor de su rival y le despojaban de la victoria en las elecciones a la presidencia de Estados Unidos, y dio un giro radical a su vida. Tom¨® la decisi¨®n de dedicarse a lo que hab¨ªa sido una antigua vocaci¨®n desde que, a finales de la d¨¦cada de 1960, reci¨¦n llegado a la universidad, Roger Revelle, un profesor visionario, le descubriera el entonces incipiente problema del cambio clim¨¢tico.
En los ¨²ltimos a?os, Al Gore ha pronunciado m¨¢s de un millar de conferencias por todo el mundo para despertar la conciencia de la gente sobre este tema. Cuando se presenta dice: "Fui el pr¨®ximo presidente de Estados Unidos".
Con el hilo conductor de una de estas conferencias, el director David Guggenheim ha realizado la pel¨ªcula An inconvenient truth (Una verdad inconveniente), un documental de 90 minutos que ser¨¢ distribuido en salas de cine, y que es una llamada urgente y angustiosa, pero excelentemente articulada, a tomar conciencia del calentamiento global. De no ser por el extraordinario tono did¨¢ctico, la serenidad con que se expresa y la empat¨ªa que despierta, el filme rozar¨ªa lo apocal¨ªptico: si no hay un cambio radical en la gesti¨®n de los recursos y la producci¨®n de gas carb¨®nico, asegura Al Gore, antes de una d¨¦cada nuestro planeta entrar¨¢ en una din¨¢mica catastr¨®fica, se deshelar¨¢n los polos, se romper¨¢n los ciclos clim¨¢ticos, sufriremos perturbaciones meteorol¨®gicas extremas: inundaciones gigantescas, largos periodos de sequ¨ªa, olas de calor mortales? Pero todav¨ªa estamos a tiempo de arreglarlo, concluye.
De pronto, un golpe de viento se lleva la sombrilla, pero Gore tiene los suficientes reflejos como para atraparla al vuelo. Y a continuaci¨®n, la terraza del Hilton se llena de gente y a su alrededor se forma un ajetreo de camareros y empleados del hotel que ni siquiera reparan en ¨¦l. Habr¨ªa podido ser el hombre m¨¢s poderoso de la Tierra, y la historia de la humanidad no hubiera sido la misma; porque, a buen seguro, los acontecimientos de los ¨²ltimos a?os se hubieran desarrollado de otra manera. Por supuesto, lo referente al calentamiento global, al cambio clim¨¢tico, al Tratado de Kioto que ¨¦l mismo negoci¨® en 1997 y que EE UU sigue sin ratificar.
?Si no hubiera pasado lo que pas¨® y usted ocupara ahora la Casa Blanca, tal vez las cosas ser¨ªan diferentes, al menos ir¨ªan en otra direcci¨®n. Es decir, la pol¨ªtica, finalmente, sirve para algo.
S¨ª, es cierto. Gracias. Creo que muchas cosas ser¨ªan diferentes si en EE UU tuvi¨¦ramos otro liderazgo. Pero tambi¨¦n s¨¦ que hay dos elementos en el baile de la democracia: los l¨ªderes y la gente. Y si la gente no siente la urgencia del cambio clim¨¢tico, se hace muy dif¨ªcil a los l¨ªderes pol¨ªticos poner en marcha los cambios que son necesarios. Y yo me estoy concentrando en cambiar la mentalidad de las gentes acerca de la urgencia de esta crisis clim¨¢tica, y espero que entonces pidan a sus l¨ªderes pol¨ªticos, sea cual sea su partido, que tomen iniciativas para solucionar la crisis.
?En qu¨¦ nivel de toma de conciencia sobre la gravedad del problema nos encontramos?
Negaci¨®n, categor¨ªa cinco.
?Muy bajo?
En Estados Unidos, s¨ª; en el resto del mundo es m¨¢s f¨¢cil. O tal vez lo que sucede es que en el resto del mundo les es m¨¢s f¨¢cil pensar que ya hacen suficiente porque Estados Unidos no hace nada. En cuanto Estados Unidos se una a la comunidad global en el combate de esta crisis, autom¨¢ticamente quedar¨¢ claro que todos los dem¨¢s pa¨ªses deben hacer mucho m¨¢s.
Estados Unidos consume una cuarta parte de toda la producci¨®n mundial de petr¨®leo, pero sigue sin fiscalizar el consumo de gasolina. ?C¨®mo podr¨ªa un presidente norteamericano gravar el carburante sin por ello perder las siguientes elecciones? ?C¨®mo cambiar¨ªa usted la percepci¨®n de que sigue siendo posible despilfarrar la energ¨ªa f¨®sil?
Cuando fui vicepresidente trabaj¨¦ para intentar imponer un impuesto sobre el CO2, pero el Congreso no adopt¨® la ley que hab¨ªa preparado. Finalmente, tan s¨®lo impusieron un peque?o gravamen. Dos a?os m¨¢s tarde perdimos el control del Congreso; por varias razones, pero ¨¦sta fue una de ellas. Pudiera ser que los impuestos no sean la mejor soluci¨®n para un problema como ¨¦ste. El peso de un cambio debe ser compartido, al igual que las oportunidades que se abren. Por ejemplo, tenemos la oportunidad de poner en marcha un gran programa para fabricar carburante a partir del etanol de la celulosa, que ayudar¨ªa a los granjeros y funcionar¨ªa como sustituto del petr¨®leo, porque debemos ser autosuficientes y no depender del petr¨®leo y el carb¨®n exterior. Esto no suceder¨¢ nunca con tan s¨®lo una o dos iniciativas pol¨ªticas, tiene que ser a trav¨¦s de un compromiso global y de gran envergadura.
El Estado de California adopt¨® recientemente una legislaci¨®n que impon¨ªa un plazo para la reducci¨®n a cero de las emisiones de los autom¨®viles, pero ahora parece condenada a ser anulada en los tribunales.
S¨ª, est¨¢ siendo recurrida ante los tribunales. Los que contaminan tienen demasiado poder en el sistema pol¨ªtico. Pero s¨®lo son capaces de usar este enorme poder cuando la gran masa de la poblaci¨®n no sabe lo que sucede y no se involucra. Porque cuando la gente se informa y globalmente es consciente de cu¨¢l es la realidad y los problemas a los que se enfrenta, acaba imponi¨¦ndose a los intereses de quienes contaminan.
Si en la d¨¦cada de 1970 alguien hubiera pronosticado que los neoconservadores estar¨ªan en el poder en Washington, y que en Europa los ultraderechistas como Jean-Marie Le Pen o los populistas como Silvio Berlusconi constituir¨ªan tranquilamente una amplia parte del paisaje pol¨ªtico, no nos lo habr¨ªamos cre¨ªdo. Si Ronald Reagan convirti¨® a Richard Nixon en un estadista, George W. Bush ha transformado a Reagan en un centrista moderado. ?Qu¨¦ sucede en las democracias occidentales?
Cuando la gente desarrolla miedo ante los cambios buscan chivos expiatorios, alguien a quien cargarle la culpa. Y siempre hay demagogos dispuestos a usar los trucos m¨¢s baratos de la pol¨ªtica, y no dudan en decir tranquilamente: este grupo tiene la culpa, castigu¨¦mosle. ?sta es una vulnerabilidad intr¨ªnseca a la naturaleza humana. Pero podemos superarla y somos capaces de trascender nuestras limitaciones. El camino, la manera de reducir nuestra vulnerabilidad, es aumentando las bases leg¨ªtimas de la esperanza. Avanzando juntos, con toda nuestra diversidad, vamos a tener ¨¦xito y todo el mundo tendr¨¢ una vida mejor. Y esto significa abrazar el cambio, interiorizar el cambio, convertirlo en una fuerza positiva en nuestras vidas. En chino, para escribir crisis se usan dos s¨ªmbolos: uno significa peligro, y el otro, oportunidad. En espa?ol y en ingl¨¦s, la palabra crisis se asocia inmediatamente a alarma. Pero todas las crisis abren oportunidades, y la crisis del clima no s¨®lo es una de las m¨¢s peligrosas a las que nos hemos enfrentado nunca, sino tambi¨¦n una de las mayores oportunidades que se nos presentan para un cambio positivo, que resuelva la crisis al tiempo que mejore nuestras vidas en el proceso.
Las fuerzas que se oponen a cualquier cambio, que siembran la duda sobre la seriedad del problema del calentamiento global, disponen de poderosos medios de desinformaci¨®n. Usted mismo explica en la pel¨ªcula que, si bien no hay ni un solo cient¨ªfico que discuta la realidad del calentamiento clim¨¢tico, m¨¢s de la mitad de los art¨ªculos de divulgaci¨®n aparecidos en la prensa propaga dudas sobre la realidad del problema. ?Cree usted que su mensaje puede llegar a suficientes capas de la sociedad como para desencadenar este cambio?
?Conoce la obra de J¨¹rgen Habermas? Un hombre muy sabio. Sostiene que el foro p¨²blico se ha transformado. Las bases de la moderna democracia fueron creadas durante la Ilustraci¨®n y se basan en el dominio de la raz¨®n. La Ilustraci¨®n, en s¨ª misma, es un producto del nuevo sistema de informaci¨®n que naci¨® de la aparici¨®n de la imprenta, porque otorg¨® a cada individuo la capacidad de sumarse a la conversaci¨®n p¨²blica; permiti¨® a la gente utilizar el conocimiento para mediar entre riqueza y poder, rompiendo la estructura feudal que se hab¨ªa construido en torno al monopolio de la informaci¨®n que ostentaba la Iglesia medieval. Ahora, la meritocracia de las ideas que la Ilustraci¨®n cre¨® por medio de la palabra impresa ha sido sobrepasada por una nueva revoluci¨®n. Gutenberg lleg¨® hace 500 a?os. Hace 50 a?os lleg¨® la televisi¨®n como la fuerza dominante. Esto supuso una regresi¨®n a los monasterios medievales, porque la fuente de los mensajes qued¨® en manos de muy pocos. Ahora, el individuo ya no puede intervenir en la conversaci¨®n por encima de los medios de comunicaci¨®n dominantes.
?Qu¨¦ arma tiene ahora el individuo para recuperar la conversaci¨®n?
Internet est¨¢ empezando a desafiar a la televisi¨®n, aunque no tiene la capacidad de distribuir instant¨¢neamente y en todas direcciones las im¨¢genes televisadas, esta cualidad casi hipn¨®tica de la televisi¨®n, la que le proporciona este atractivo masivo. Internet representa para m¨ª la esperanza de recrear la conversaci¨®n de la democracia. En el siglo pasado, en Europa se vio muy pronto el impacto que los nuevos medios de comunicaci¨®n masivos ten¨ªan en el funcionamiento del sistema democr¨¢tico. En Estados Unidos, sin embargo, los defensores de la democracia sospecharon enseguida de la capacidad de manipulaci¨®n de la radio e impulsaron leyes para fijar l¨ªmites a la capacidad de poder para decir lo que quisiera, leyes que establec¨ªa la igualdad de tiempo de emisi¨®n para distintas opciones, la doctrina del juego limpio y la que fijaba el inter¨¦s p¨²blico. En Europa no fue as¨ª, de modo que, en la Alemania nazi, Goebbels pudo usar la radio como el arma m¨¢s popular de Hitler, y otro tanto hicieron Mussolini y otros l¨ªderes totalitarios. El fascismo entr¨® en el alma de Europa a trav¨¦s de la radio.
Pero ahora en Estados Unidos ya no es as¨ª.
En la d¨¦cada de 1980, cuando elegimos a un actor como presidente, estas tres leyes salvaguardias que le he citado fueron derogadas para la radio y la televisi¨®n. No pas¨® ni un a?o antes de que todas las voces de la demagogia, que hab¨ªan sido marginales hasta entonces, entraran de lleno en el paisaje pol¨ªtico. Hemos podido ver la subsiguiente transformaci¨®n, y habr¨¢ que recordar que fue durante el mandato de Ronald Reagan cuando se levantaron estas salvaguardias.
?Est¨¢ enfermo el modelo democr¨¢tico?
Junto a la crisis del clima tenemos una crisis de la democracia, y para resolver la crisis del clima tenemos que abordar tambi¨¦n la crisis de la democracia. Pero disponemos de las herramientas para hacerlo, porque con Internet, y con el v¨ªdeo digital, y con la posibilidad de hacer pel¨ªculas como An inconvenient truth, podemos poner ante los ojos de la gente verdades que sirvan de base para pasar a la acci¨®n. Yo considero que An inconvenient truth es una pel¨ªcula de acci¨®n.
Llevamos d¨¦cadas reduciendo el papel del Estado, pero para enfrentarnos a la crisis clim¨¢tica tal vez habr¨¢ que reforzarlo de nuevo; habr¨¢ que legislar, imponer l¨ªmites, usar la pol¨ªtica fiscal? ?C¨®mo forzar este giro?
Los l¨ªderes pol¨ªticos pueden marcar la diferencia en buena parte, lo s¨¦. Pero tambi¨¦n es cierto que el modelo de funcionamiento de nuestro sistema de autogobierno debe ser revisado. La principal pregunta, la clave, es c¨®mo conseguir que el conocimiento desempe?e de nuevo el papel determinante a la hora de dar forma a las decisiones que toman las democracias en todo el mundo. Si por medio de la repetici¨®n de falsedades, con argumentos demag¨®gicos, el papel del conocimiento se minimiza, se pierde tambi¨¦n la posibilidad de utilizarlo para controlar la avaricia y la ambici¨®n de los poderosos. El t¨ªtulo de la pel¨ªcula fue escogido, en parte, como un pronunciamiento. Creo que ahora estamos viendo cambios evolutivos en el mercado de la comunicaci¨®n que est¨¢n rompiendo las barreras que antes le citaba. Ir¨®nicamente, la pol¨ªtica se ha reducido a spots televisivos de no m¨¢s de unos segundos, pero el problema es que algunas de las principales crisis, como la del clima, no pueden ser tratadas con estos escasos segundos. Pero en 90 minutos, una pel¨ªcula puede dar una visi¨®n clara sobre el problema al que nos enfrentamos. Soy optimista, creo que es este tipo de cosas las que van a poner presi¨®n sobre los pol¨ªticos.
?C¨®mo podemos convencer de la gravedad de esta crisis a los pa¨ªses emergentes, que obviamente, y con raz¨®n, quieren enriquecerse porque eran pobres? ?C¨®mo podemos negar que lo mejor que ha sucedido en la ¨²ltima d¨¦cada es que varios cientos de millones de personas en India, China y otros pa¨ªses viven con una cierta dignidad gracias a un desarrollo que, lamentablemente, est¨¢ desestabilizando el clima del planeta?
S¨ª, claro, parece que les echemos en cara que quieran ir en coche y comprarse una nevera? Pero si nosotros, en Occidente, pudi¨¦ramos empezar de nuevo y dise?ar a partir de cero nuestras sociedades, escoger¨ªamos, sin duda, otros modelos; no utilizar¨ªamos estas tecnolog¨ªas contaminantes, no dise?ar¨ªamos una sociedad en la que necesitamos llevar con nosotros una tonelada de acero adonde quiera que vayamos. En estos momentos hay nuevas tecnolog¨ªas que virtualmente no contaminan, y es muy dif¨ªcil para nosotros adaptarlas porque ya tenemos otros sistemas. Los pa¨ªses en desarrollo tienen ahora la capacidad de saltarse las viejas tecnolog¨ªas e ir directamente a la nueva generaci¨®n que les permita tener altos niveles de vida sin crear toda la poluci¨®n que generamos en Occidente.
Estados Unidos parece ser el ¨²nico pa¨ªs del mundo que tiene la masa cr¨ªtica cient¨ªfica y tecnol¨®gica para lanzar una investigaci¨®n real para descubrir nuevas fuentes de energ¨ªa. ?Por qu¨¦ no lo hace?
Los sistemas pol¨ªticos comparten una cosa en com¨²n con el sistema clim¨¢tico: no son lineales. Puede parecer que cambian muy lentamente, casi de forma imperceptible, pero pueden tambi¨¦n cambiar s¨²bitamente y moverse de forma muy r¨¢pida en una direcci¨®n determinada. Esto ha sucedido muchas veces en el pasado, yo he visto c¨®mo suced¨ªa?
?Cu¨¢ndo?
Sin ir m¨¢s lejos, despu¨¦s del 11 de septiembre de 2001. Imagin¨¦monos que, despu¨¦s del 11-S, el presidente de Estados Unidos no s¨®lo hubiera invadido Afganist¨¢n para cazar a los terroristas, que era lo que ten¨ªa que hacer, sino que en lugar de invadir Irak les hubiera dicho a los norteamericanos: "Debemos acabar con nuestra dependencia del petr¨®leo y otras energ¨ªas f¨®siles", y hubiera puesto en marcha un programa masivo en esta direcci¨®n. E imaginemos que para financiar una transformaci¨®n en profundidad se hubiera gastado ni siquiera una d¨¦cima parte de lo que se ha tragado la guerra de Irak. El pueblo norteamericano habr¨ªa seguido este liderazgo.
?Y las grandes corporaciones industriales norteamericanas?
S¨ª, tambi¨¦n lo habr¨ªan seguido, y algunas incluso con entusiasmo. Hay momentos en los que todo el sistema puede cambiar radicalmente. De hecho, muchas corporaciones norteamericanas est¨¢n empezando a variar su postura respecto al cambio clim¨¢tico. General Electric acaba de anunciar grandes cambios, Dupont? Ochenta y cinco iglesias evang¨¦licas conservadoras que apoyaron a Bush y Chenney han anunciado p¨²blicamente que romp¨ªan con ellos en lo referente a la crisis clim¨¢tica; 230 ciudades, muchas de ellas con alcaldes republicanos, han ratificado de forma independiente el Tratado de Kioto? Creo que estamos cerca del punto de inflexi¨®n a partir del cual habr¨¢ cambios en profundidad.
?As¨ª que se presentar¨¢ de nuevo a la elecci¨®n a la presidencia de EE UU?
No voy a presentarme, no me planteo hacerlo de nuevo.
Es usted muy optimista. En la pel¨ªcula, despu¨¦s de dibujar un panorama apocal¨ªptico, asegura que todav¨ªa estamos a tiempo para rectificar y que la soluci¨®n es relativamente f¨¢cil. Pero en Estados Unidos, despu¨¦s de una se?al tan visible sobre los problemas del cambio clim¨¢tico como fue la pasada temporada de huracanes, y especialmente el Katrina, no parece haber grandes cambios?
Estos episodios sin precedentes est¨¢n pasando en todo el mundo, y la gente est¨¢ empezando a darse cuenta. En las ¨²ltimas d¨¦cadas, el n¨²mero de huracanes de fuerza cuatro o cinco se ha duplicado. Y es cierto, no hacen falta muchas cosas para darle la vuelta a la situaci¨®n. Cosas tan simples como cambiar el tipo de bombillas, utilizar el transporte p¨²blico, reciclar las basuras, reducir el consumo de agua caliente, regular los termostatos, plantar ¨¢rboles o apagar los aparatos el¨¦ctricos, realizadas masivamente, ya supondr¨ªan una enorme reducci¨®n. Siempre insisto en que no tenemos que pasar de la negaci¨®n a la desesperanza. Hay soluciones, aunque falta voluntad pol¨ªtica para aplicarlas. Pero, afortunadamente, la voluntad pol¨ªtica es una energ¨ªa renovable.
?Cree que los j¨®venes son especialmente conscientes del peligro?
S¨ª, lo son, y una de las razones es que, de forma intuitiva, se dan cuenta de que tendr¨¢n que lidiar con las consecuencias durante mucho m¨¢s tiempo que nosotros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- David Guggenheim
- Efecto invernadero
- Ecolog¨ªa
- Al Gore
- Documental
- Protocolo Kioto
- Declaraciones prensa
- Cmnucc
- Acuerdos ambientales
- Cambio clim¨¢tico
- Acuerdos internacionales
- ONU
- Gente
- Organizaciones internacionales
- Protecci¨®n ambiental
- Relaciones internacionales
- Relaciones exteriores
- Problemas ambientales
- Cine
- Ciencia
- Sociedad
- Medio ambiente