Educar para la libertad
Cuando en la Pol¨ªtica Arist¨®teles analiza las causas de la inestabilidad de los reg¨ªmenes pol¨ªticos y aborda las medidas para su permanencia, escribe: "Pero entre todas las medidas mencionadas para asegurar la permanencia de los reg¨ªmenes pol¨ªticos es de la m¨¢xima importancia la educaci¨®n de acuerdo con el r¨¦gimen, que ahora todos descuidan. Porque de nada sirven las leyes m¨¢s ¨²tiles, aun ratificadas un¨¢nimemente por todo el cuerpo civil, si los ciudadanos no son entrenados y educados en el r¨¦gimen". Y, en pocas palabras, Plat¨®n hab¨ªa ya condensado el tema: "Lo que quieras para la ciudad, ponlo en la escuela".
Hab¨ªa nacido as¨ª la importancia de la socializaci¨®n o la educaci¨®n en los valores de un r¨¦gimen para lograr la permanencia del mismo. Si esta premisa no se da, esa subsistencia no se consigue nada m¨¢s que mediante el permanente recurso a la fuerza.
El franquismo nos leg¨® una clara mentalidad autoritaria promovida durante cuatro d¨¦cadas
Hay que saber perdonar y pedir perd¨®n; el di¨¢logo es la clave de la pol¨ªtica democr¨¢tica
Esta problem¨¢tica, pasados los siglos, encuentra especial inter¨¦s al finalizar la II Guerra Mundial. Las democracias vencedoras se preguntan por lo ocurrido en los reg¨ªmenes totalitarios perdedores y topan con los procesos de adoctrinamiento en ellos habidos. Y resucita con fuerza el inter¨¦s por educar a los ciudadanos en una cultura c¨ªvica, ciudadana, como empresa de gran calado. Autores como Almond y Verba hab¨ªan estudiado los componentes de la llamada "mentalidad autoritaria". Ahora lo que resultaba urgente era un profundo inter¨¦s justamente por lo contrario. Por una mentalidad democr¨¢tica. Y los resultados pueblan ya bibliotecas. El cives, el ciudadano, era el habitante de la civitas, de la ciudad. Y quienes permanec¨ªan fuera de sus lindes eran los llamados b¨¢rbaros. Si de aquello se part¨ªa, la educaci¨®n de los ciudadanos comportaba dos menesteres: ense?arles las pautas para poder ser ciudadanos llamados a una norma de convivencia que ten¨ªan que practicar y, en segundo lugar, asumir los valores del r¨¦gimen democr¨¢tico establecido.
En nuestro pa¨ªs, lo esbozado adquiere especial importancia por el sencillo hecho de que, al llegar la transici¨®n, lo que el anterior r¨¦gimen pol¨ªtico nos legaba era una clara mentalidad autoritaria, sostenida durante largas d¨¦cadas y como algo mucho m¨¢s importante que su ideolog¨ªa que en muy poco grado existi¨®, salvo en sus primeros a?os. Ten¨ªamos y tenemos delante una importante empresa. De aqu¨ª, la puerta a la esperanza de que, por fin, un nuevo plan de estudios anunciado por los actuales gobernantes, venga a asumir esta tarea mediante la implantaci¨®n de una asignatura (que no da?a a la filosof¨ªa, ni a la religi¨®n de cada uno) que otros pa¨ªses poseen hace tiempo.
?Por qu¨¦? Ignoro el autor de la frase, pero me parece plena de acierto: sencillamente, porque nadie nace dem¨®crata, sino que nos hacemos dem¨®cratas. Es decir, vamos bebiendo, viviendo y practicando en valores propios de la convivencia en democracia. Vamos asumiendo que la verdad pol¨ªtica no puede ser nunca dogm¨¢tica y quiz¨¢ por ello todos pueden tener su parte de verdad. Que, en la leg¨ªtima competencia pol¨ªtica, el contrincante es un adversario y nunca un enemigo. Asumir los valores de la participaci¨®n, la responsabilidad y, en su caso, el saber perdonar y pedir perd¨®n. Colocar el di¨¢logo como ¨²nico instrumento en la contienda. Asumir al distinto y a lo distinto. Valorar la paz y saber que hay que construirla cada d¨ªa: "Si quieres la paz, prepara la paz". Hacer compatible el amor a la patria con el sentirse ciudadano del mundo y, por esto, no permanecer impasible ante sus abundantes desgracias. Saber que vale m¨¢s la autoridad que la potestad. Cumplir con los deberes que el Estado (que es el velador de la ciudadan¨ªa) reclama y no caer en el enga?o al mismo. Apreciar el pluralismo, en todas sus facetas. Y as¨ª seguir¨ªamos largos p¨¢rrafos m¨¢s. Quede dicho como ejemplos, por lo dem¨¢s colocados en el p¨®rtico y en el articulado de nuestra actual Ley de Leyes.
Pero hay que aludir a dos puntos clave. Ante todo, no confundir la educaci¨®n con el adoctrinamiento. Esto ¨²ltimo es propio de los reg¨ªmenes totalitarios que imponen una ideolog¨ªa ya establecida y, por ende, no democr¨¢tica. Ni ideolog¨ªa del partido en el poder, ni ideolog¨ªa plasmada en las instancias del Estado. El adoctrinamiento, por sutil que sea, apela siempre a la fuerza. Y est¨¢ llamado al fracaso cuando la fuerza desaparece o se debilita.
Y, en segundo lugar y a pesar del enorme valor que a la ense?anza escolar damos, la educaci¨®n en democracia tiene que hacerse, igualmente, a trav¨¦s de otras muchas instancias: la familia, el grupo de juego, el mismo partido, los medios de comunicaci¨®n. El gran maestro Sartori ha destacado con ¨¦nfasis el insoslayable papel del llamado "videopoder". ?Y aqu¨ª s¨ª que queda largo camino por recorrer en este menester educativo! Que no se haga esperar, que se produzca una r¨¢pida intervenci¨®n estatal. No se olvide el principio fundamental: la educaci¨®n en valores democr¨¢ticos, c¨ªvicos y constitucionales es algo que va "desde la cuna hasta la tumba". Es una empresa para toda la vida. Que, entre todos, convirtamos la citada esperanza en gran ¨¦xito.
Manuel Ram¨ªrez es catedr¨¢tico de Derecho Pol¨ªtico en la Universidad de Zaragoza.
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