Con ETA ni hablar
Amanece el d¨ªa en que el presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, tiene previsto comparecer ante el Pleno del Congreso de los Diputados para dar cuenta de su decisi¨®n de iniciar conversaciones con la banda etarra en aras de lograr el final dialogado de la violencia terrorista. Esta comparecencia previa estaba comprometida desde el debate sobre el estado de la naci¨®n de mayo de 2005 y quer¨ªa ser una nota distintiva frente a otros intentos anteriores, incluido el llevado a cabo por el anterior presidente, el popular Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar en 1999. El anuncio, que ha venido goteando por los medios de comunicaci¨®n, se ha pospuesto a la verificaci¨®n satisfactoria del llamado alto el fuego establecido por ETA hace ya tres meses.
Claro que tambi¨¦n cabe se?alar otra diferencia. Porque en las ocasiones anteriores el Gobierno de turno, a quien corresponde en cada caso la direcci¨®n de la lucha antiterrorista, ha contado siempre con el respaldo de todas las fuerzas pol¨ªticas del arco parlamentario, mientras que ahora el PP, principal partido de la oposici¨®n, se ha instalado en el bloqueo. Dicen que con ETA ni hablar y extienden el veto a Batasuna como segunda marca de la banda. Su l¨ªder, Mariano Rajoy, secundado o precedido por la guardia pretoriana de Acebes y Zaplana, parece dispuesto a impedir a todo trance las anunciadas conversaciones y si finalmente se llegaran a producirse les veremos lanzarse a la impugnaci¨®n de cualquier resultado que se obtuviera. O sea, que vuelve la ley del embudo. Lo que el PP puede permitirse a los dem¨¢s les est¨¢ vedado.
Enseguida Pedro Jos¨¦ desde el mundo mundial y Federico Jim¨¦nez Losantos a los mandos de los micr¨®fonos episcopales emprenden el juicio de intenciones y descalifican el intento de di¨¢logo del Gobierno socialista. En su opini¨®n, se trata del pago debido a ETA por los servicios prestados el 11-M, cuando en combinaci¨®n con los islamistas radicales la banda produjo los atentados ferroviarios, cat¨¢strofe mort¨ªfera de la que vino a derivar la derrota del PP y el acceso ensangrentado al poder de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. La ¨²ltima versi¨®n de semejante historia puede consultarse en la homil¨ªa del pasado domingo bajo la firma autorizada del periodista que m¨¢s tiempo departe en Moncloa, donde ¨²ltimos viajeros llegados de aquel palacete aseguran que pas¨® hace ocho d¨ªas m¨¢s de cuatro horas en activo coloquio.
Volvamos a la cuesti¨®n para recordar que desde el Pacto de Ajuria Enea en adelante siempre ha habido una referencia al final dialogado de la violencia terrorista. Pero los intentos de ese proceder se remontan m¨¢s atr¨¢s, hasta la ¨¦poca del presidente Leopoldo Calvo-Sotelo, cuando su ministro del Interior, el indudable Juan Jos¨¦ Ros¨®n, acordaba los t¨¦rminos de la disoluci¨®n de ETA pol¨ªtico-militar en unas negociaciones que contaron por la otra parte con Juan Mar¨ªa Bandr¨¦s y Mario Onaind¨ªa. Entonces se aplicaron, consentidas por todos, algunas audaces medidas de reinserci¨®n tanto en el ¨¢mbito penitenciario como en el pol¨ªtico. As¨ª apareci¨® Euskadiko Ezkerra para competir dentro de la legalidad democr¨¢tica por el voto de los vascos.
Luego vendr¨ªan las conversaciones de Argel en 1989 con el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez y m¨¢s tarde las sostenidas en Suiza por los emisarios del presidente Aznar, con el obispo Uriarte entremedias, mencionadas al principio de estas l¨ªneas. Fueron dos ocasiones preparadas por ETA con un ejercicio de acumulaci¨®n de fuerzas, es decir, sumando cad¨¢veres como elemento de convicci¨®n para ablandar a sus interlocutores. Desde entonces ha cambiado el ambiente. Despu¨¦s del 11-S y del 11-M nada es igual para los terroristas. El lehendakari, Juan Jos¨¦ Ibarretxe, dijo el 16 de abril, d¨ªa del Aberri Eguna, que el pueblo vasco no tolerar¨ªa a la banda m¨¢s muertes. Es decir, que hay un progreso moral que celebrar en Euskadi. Se acab¨® el tiempo de las pompas f¨²nebres y ni el entrenamiento ni el amunicionamiento de los etarras, ni su recluta, es imaginable extinguidas las facilidades y los consentimientos anteriores.
Otra cosa es que, como reconoc¨ªa el embajador norteamericano en Bagdad, haya que buscar salida a quienes acepten desistir de la violencia, y que hacerlo sea desagradable y moralmente discutible, pero as¨ª acaban por lo general estos conflictos.
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