La amenaza del tr¨¢fico mundial de armas peque?as
Estamos muy familiarizados -gracias al tamborileo de escenarios terribles servidos a diario por la Casa Blanca y el Pent¨¢gono- con esa atroz amenaza de las "armas de destrucci¨®n masiva", esas cosas espeluznantes y bestiales que envenenar¨ªan o devastar¨ªan nuestros paisajes con sustancias qu¨ªmicas, biol¨®gicas o nucleares.
Bien, tal vez eso ocurra en alg¨²n momento del siglo XXI. Por supuesto, tanto los conocimientos beneficiosos como los amenazadores pueden cruzar f¨¢cilmente las fronteras nacionales de nuestro mundo interconectado, y el aumento del n¨²mero de pa¨ªses, y lo que todav¨ªa es m¨¢s alarmante, de figuras no estatales que pueden adquirir sistemas armament¨ªsticos masivos y letales es motivo de gran preocupaci¨®n.
Nadie puede criticar sensatamente al Gobierno estadounidense por llamar la atenci¨®n sobre este asunto, y nadie en su sano juicio podr¨ªa desear recortar las competencias del Organismo Internacional para la Energ¨ªa At¨®mica (OIEA).
Pero ?es este enfoque demasiado dram¨¢tico y, lo que es m¨¢s importante, excesivamente limitado? ?Qu¨¦ se puede decir de esas otras armas terribles que matan a much¨ªsimas personas pero no son objeto de demasiada atenci¨®n? El pasado 1 de junio, una b¨²squeda en Google de "armas de destrucci¨®n masiva" gener¨® 29.600.000 resultados. Por el contrario, cuando busqu¨¦ "armas peque?as mundiales", s¨®lo obtuve 730 resultados, y al acotar la b¨²squeda a "comercio de armas peque?as mundiales", la cifra fue de tan s¨®lo 179.
Esta diferencia entre la atenci¨®n ciudadana que se dedica a las armas de destrucci¨®n masiva y la prestada a todas las dem¨¢s podr¨ªa ser excusable y comprensible si no fuera porque cada a?o -en realidad, cada semana- muere much¨ªsima gente a manos de herramientas militares que de ning¨²n modo podr¨ªan denominarse plataformas de "destrucci¨®n masiva". Por el contrario, se trata de armas como bombarderos de medio alcance, carros blindados, morteros, bazucas, granadas, minas, ametralladoras, e incluso fusiles AK-47 y Kal¨¢shnikov. Ninguno de ellos podr¨ªa destruir, pongamos por caso, una ciudad entera. Pero el da?o acumulativo que causan en todo el mundo nos da derecho a catalogarlas de "armas de destrucci¨®n ingente".
De acuerdo con los c¨¢lculos de la Iniciativa Noruega sobre Tr¨¢fico de Armas Peque?as (NISAT) (www.nisat.org), este tipo de armamento mata de forma directa a m¨¢s de 300.000 personas cada a?o, y hiere aproximadamente a un n¨²mero tres veces mayor. Eso hace que, a su lado, todas las dem¨¢s muertes violentas acaecidas en a?os recientes -los atentados terroristas de Londres, Madrid y el 11-S, o los asesinatos en Basora y Bagdad- parezcan relativamente escasas.
Y el hecho es que nuestro conocimiento de este fen¨®meno se limita a lo que vemos en los informativos o leemos en los peri¨®dicos m¨¢s inteligentes. Sabemos que se producen bajas horribles, claro, pero raramente pensamos en c¨®mo llegan las armas a manos de reg¨ªmenes criminales, bandidos, revolucionarios y fundamentalistas intolerantes. Para conocer mejor el sombr¨ªo mundo del comercio de armas, vale la pena considerar un reciente informe por esa organizaci¨®n no gubernamental irreprimible y audaz que es Amnist¨ªa Internacional. Titulado Dead on time: arms transportation, brokering and the threat to human rights
[Muerte a tiempo: el corretaje y el transporte de armas, una amenaza para los derechos humanos]
el informe es un estudio detallado sobre el comercio de armas mundial, en algunos casos tan t¨¦cnico que puede poner los ojos vidriosos a los lectores.
He aqu¨ª algunos de los puntos principales del informe:
En primer lugar, existe una consecuencia inesperada del final de la guerra fr¨ªa: a saber, la dr¨¢stica ca¨ªda del presupuesto de defensa de muchos Gobiernos, tanto en Oriente como en Occidente, ya que los ej¨¦rcitos de tierra, mar y aire se redujeron en los a?os noventa. El resultado no s¨®lo fue que se vendi¨® a precios muy bajos (y sin hacer demasiadas preguntas acerca de las intenciones de los compradores) una asombrosa cantidad de armas, sino tambi¨¦n que la industria armament¨ªstica del hemisferio norte se vio obligada a buscar nuevos clientes desesperadamente.
En segundo lugar, a esos fabricantes de armas establecidos recientemente se les han unido docenas, si no cientos, de peque?as empresas en zonas del mundo en desarrollo: Brasil, Egipto, Pakist¨¢n y numerosas econom¨ªas menos avanzadas. Muchos reg¨ªmenes de ?frica controlan ahora f¨¢bricas que pueden construir, o ceder, sus propias minas, granadas, fusiles o ametralladoras. Y si no pueden fabricarlas ellos mismos, tienen traficantes de sobra llamando a la puerta.
Uno de los cuadros m¨¢s asombrosos del informe de Amnist¨ªa es una lista de Pa¨ªses proveedores de armas, municiones y repuestos a pa¨ªses africanos implicados en conflictos armados, 1991-2002. Angola, por ejemplo, que necesita m¨¢s armamento tanto como necesita m¨¢s v¨ªctimas del sida, compr¨® en esos a?os armas a los siguientes pa¨ªses: Albania, Bielorrusia, B¨¦lgica, Brasil, Burkina Faso, China, Rep¨²blica Popular del Congo, Rep¨²blica Checa, Francia, Alemania, Israel, Italia, Corea del Norte, Polonia, Portugal, Rumania, Rusia, Ruanda (?!), Eslovaquia, Sur¨¢frica, Espa?a, Togo, Reino Unido, Ucrania, Estados Unidos y Zimbabue.
En tercer lugar, hoy en d¨ªa existe una red mundial en la sombra pero extraordinariamente organizada de fabricantes de armas, agentes de compra, intermediarios, transportistas, bancos aquiescentes y aerol¨ªneas de transporte delictivas dispuestas a evadir las sanciones.
Debido a la forma en que se cargan y descargan las mercanc¨ªas transportadas en contenedores, la tarea de vigilar las ventas ilegales es a¨²n m¨¢s dif¨ªcil que antes; y la venta de cientos, si no de miles, de aviones de transporte Antonov rusos desde 1991 ha dado a los contrabandistas mucha m¨¢s flexibilidad. No son bombarderos B-52, pero resultan extremadamente ¨²tiles cuando uno necesita enviar paquetes de munici¨®n para ametralladoras y proyectiles de mortero de Zimbabue a Sud¨¢n.
Todo este tr¨¢fico discurre paralelamente al denominado comercio legal de armas, es decir, la compraventa de sistemas armament¨ªsticos aprobada por los propios Gobiernos, muchos de los cuales conceden favores especiales a este sector de la industria, prestan su apoyo a prestigiosas exhibiciones a¨¦reas (Par¨ªs, Farnborough) y ferias de armas, y env¨ªan ministros al extranjero para que fomenten las ventas.
El problema a este respecto es que algunos Gobiernos son mucho m¨¢s estrictos que otros en los controles de exportaciones, la concesi¨®n de licencias y el cumplimiento de las sanciones del Consejo de Seguridad. Para ciertos reg¨ªmenes (Egipto, Rusia), las exportaciones de armas se han convertido en una fuente vital para obtener divisas fuertes; para otros (China, Israel), es un sistema para comprar influencias en el extranjero.
Por ¨²ltimo, en este ¨¢mbito, la comunidad mundial carece de tratados internacionales y estructuras de vigilancia similares a los creados para las armas nucleares a trav¨¦s del Tratado de No Proliferaci¨®n y de los inspectores del OIEA. Por supuesto, existen resoluciones de Naciones Unidas acerca de la supresi¨®n de las minas terrestres (que el Gobierno estadounidense no ha firmado). Y, a menudo, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas impone sanciones concretas contra el comercio de armas en pa¨ªses destruidos por la guerra, como Liberia y Sierra Leona, pero son epis¨®dicas y, como ya hemos explicado, f¨¢ciles de evadir. Cuando los env¨ªos il¨ªcitos de armas se pagan con diamantes ilegales, a las autoridades no les resulta f¨¢cil rastrear a los experimentados intermediarios.
La comunidad internacional s¨®lo est¨¢ adoptando medidas de forma paulatina para lidiar con esta amenaza. Se ha creado un Comit¨¦ de Sanciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. El Servicio de Investigaciones del Congreso estadounidense, diversos Gobiernos n¨®rdicos y varios grupos de estudio, algunos centros universitarios canadienses, muchas iglesias y ONG como Amnist¨ªa Internacional est¨¢n recabando pruebas. Interpol, la CIA y diversos organismos de informaci¨®n secreta siguen su propia senda, porque el comercio de armas ilegal es una fuente de ingresos para los terroristas internacionales.
Y las diversas propuestas de Kofi Annan para que una ONU reformada se centre en la "seguridad humana" incluyen, como debe ser, llamamientos a los Estados miembros para que acaben con ese tr¨¢fico infame. Lo cual deja el problema en manos de los l¨ªderes pol¨ªticos de aquellos pa¨ªses preocupados por el tema y que entienden lo importante que es destruir esta red tenebrosa, no s¨®lo por razones morales, sino tambi¨¦n por su impacto corrosivo en la sociedad civil de ?frica, Asia, Oriente Pr¨®ximo y otros lugares.
Pero, por su naturaleza, los pol¨ªticos se mostrar¨ªan m¨¢s firmes si sintieran tras ellos la presi¨®n de la opini¨®n p¨²blica. En ¨²ltima instancia, son los votantes los que deben ejercer dicha presi¨®n, lo cual supone prestar m¨¢s atenci¨®n a este tema de la que ustedes y yo le hemos dedicado en el pasado. Siempre podr¨ªamos empezar con una pregunta molesta a nuestro congresista o parlamentario local: "Se?or, ?qu¨¦ propone usted para frenar la muerte de 300.000 seres humanos al a?o debido al uso de armas de destrucci¨®n ingente?".
Paul Kennedy es titular de la c¨¢tedra J. Richardson de Historia y director de Estudios sobre Seguridad Internacional en la Universidad de Yale. Traducci¨®n de News Clips. ? Tribune Media Services Inc.
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