El maestro del juego
Si el Mundial elige al jugador del a?o, el Bal¨®n de Oro es para un futbolista que se retira esta semana. Zidane s¨®lo encuentra rival en otro veterano incombustible. Vieira ha emergido como un coloso despu¨¦s de la temporada m¨¢s dif¨ªcil de su larga carrera. Tampoco Thuram ha desmerecido de sus compa?eros de generaci¨®n, la que se impuso hace ocho a?os en el Mundial de Francia y que ahora desaf¨ªa todos los pron¨®sticos con un juego excelente. La selecci¨®n francesa juega como nunca, con la misma energ¨ªa que en los viejos tiempos, pero con m¨¢s variedad de recursos. Lo esencial de su ¨¦xito no es otra que el juego, as¨ª de sencillo.
Por encima de otros valores -el poder¨ªo atl¨¦tico del equipo, la perfecta organizaci¨®n, la capacidad competitiva que ha mostrado en un periodo de incertidumbres y cr¨ªticas-, Francia ha enviado el mensaje que Brasil olvid¨® hace mucho tiempo. Un equipo sabe jugar; el otro, no. Brasil puede reunir a la mayor colecci¨®n de habilidosos, rematadores, veloces y famosos futbolistas. Sin embargo, no puede hacer lo b¨¢sico: jugar al f¨²tbol. Su declive recuerda al alem¨¢n. Por justificar los resultados, Brasil ha da?ado algo parecido a la ecolog¨ªa. El pa¨ªs que alumbr¨® a Pel¨¦, Did¨ª, Gerson, Rivelinho, Tostao, Falcao, Junior, S¨®crates y Zico produce ahora futbolistas que no comprenden el juego.
Zidane, en un ¨¢mbito diferente al del Madrid, ha regresado como dominador de la escena
Ronaldinho no se sabe el abecedario, aunque el Bar?a ha hecho todo lo posible para ayudarle
Una paradoja presidi¨® el partido de Francfort. No eran Ronaldinho, Kak¨¢ o Adriano los herederos de la fabulosa tradici¨®n brasile?a. Fueron Zidane y Vieira, dos maestros del juego que remitieron al f¨²tbol de toda la vida, al f¨²tbol que se les supone a los mejores, a los m¨¢s inteligentes, a los que se saben de memoria todo el abecedario del juego. Poco importa si las cr¨ªticas han realimentado su car¨¢cter competitivo, si la cohesi¨®n del equipo franc¨¦s se ha multiplicado en medio de la hostilidad o si los m¨¢s veteranos se han conjurado para defender su enorme prestigio. Lo sustancial es que todas esas cualidades se han manifestado porque saben jugar.
Zidane se ha reencontrado con el jugador que domin¨® la escena del f¨²tbol durante varios a?os. Lejos de ofrecer destello, su influencia ha sido masiva en los dos ¨²ltimos partidos. Los m¨¢s complicados, por cierto. A la vista de sus actuaciones, cuesta creer su deterioro en el Madrid, donde se ha sentido cada vez m¨¢s alejado del f¨²tbol. Anunci¨® su retirada porque no quer¨ªa arrastrarse. Declar¨® que sus dos ¨²ltimos a?os hab¨ªan sido decepcionantes. Era un hombre fatigado. En un ¨¢mbito diferente al que le ha ofrecido el Madrid en este periodo de caos, ha regresado un excepcional futbolista. Lo mismo ha ocurrido con Vieira, cuyo portentoso despliegue atl¨¦tico ha estado acompa?ado por una enorme inteligencia defensiva, una claridad de cirujano en el juego de ataque y la personalidad de un gran l¨ªder. A su lado, y al de Thuram, los jugadores franceses se han sentido protegidos en todos los aspectos. Francia ha sido el ¨²nico equipo que ha crecido durante el Mundial. M¨¢s que crecer, ha despegado. Se lo debe a sus estrellas, los brasile?os de verdad.
El mundo del f¨²tbol se pregunta con el mismo asombro por el regreso de Zidane a la cumbre y por el fracaso de Ronaldinho, el jugador destinado a protagonizar el torneo. Uno de los t¨®picos recurrentes de los ¨²ltimos a?os ha sido la superlativa influencia de Ronaldinho en el Bar?a. Por lo visto en el Mundial, es m¨¢s probable la otra teor¨ªa. El Bar?a mejora mucho a Ronaldinho. Mientras Zidane se encuentra con los elementos necesarios para ofrecer lo mejor de su repertorio en la selecci¨®n francesa, Ronaldinho no ha tenido ninguna influencia en Brasil. No s¨®lo no ha mejorado al equipo, sino que ha evidenciado sus peores defectos: la trivialidad, la falta de recursos para tomar decisiones inteligentes y sencillas, el desconocimiento de su lugar en el campo. Todo aquello, en fin, que tantas sospechas gener¨® durante su etapa en el Par¨ªs Saint Germain. Este Mundial tiene muchas lecturas, pero una afecta al Bar?a, a su estructura, a su modelo de juego y a su entrenador. Por razones diferentes, tanto Ronaldinho como Messi deber¨¢n estar eternamente agradecidos a un equipo que ha sacado lo mejor de ellos como futbolistas. A Ronaldinho, porque le ha escondido sus defectos para multiplicar sus cualidades. Todas sus quejas por su ubicaci¨®n en la banda izquierda pierden sentido ante la ofuscaci¨®n que ha demostrado. Ronaldinho no se sabe el abecedario, aunque el Bar?a ha hecho todo lo posible para ayudarle.
El fracaso de Ronaldinho es el derrumbe de un modelo peligroso para Brasil. Juega mal desde hace muchos a?os, pero los ¨¦xitos han fortalecido los peores vicios. No est¨¢ preparado para jugar: los laterales corren y chocan, los centrocampistas no pueden dar un pase, los delanteros se obligan a inventar en cada jugada. La caja m¨¢gica ha despoblado a Brasil de sus viejos y grandes centrocampistas, jugadores de todo el campo que deslumbraban por su inteligencia creativa. Por su sabidur¨ªa, en definitiva. El ¨¦xito y el mal juego han sostenido un ataque ecol¨®gico al pa¨ªs del f¨²tbol. Ni juego bonito, ni juego tan siquiera. Mal juego en este torneo. Mal f¨²tbol desde hace muchos a?os. A Alemania tambi¨¦n le ocurri¨®. Fue de ¨¦xito en ¨¦xito hasta el desastre total. Los alemanes terminaron por parodiarse a s¨ª mismos: sus jugadores cada vez fueron peores y su modelo se volvi¨® de un simpl¨®n insoportable. A Brasil le ocurre lo mismo, pero por otro costado. La herencia de Pel¨¦, Gerson, Tostao y Rivelinho no consiste en la banalidad malabarista o en la voluntad de convertir en genial cualquier jugada en cualquier lugar del campo. Los viejos maestros eran magos del f¨²tbol porque sab¨ªan jugarlo como nadie. O como lo hicieron ayer Vieira y Zidane.
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