El Papa que viene...
Ratzinger llega a Espa?a como 'Guardi¨¢n de la ortodoxia', pero poco a poco est¨¢ demoliendo la herencia wojtyliana
Benedicto XVI, el Papa que aterrizar¨¢ el s¨¢bado en Manises, esconde a¨²n grandes misterios. En el segundo a?o de su pontificado se sabe ya que no quiere ser un personaje de transici¨®n, que desconf¨ªa de la curia vaticana, que es conservador en lo doctrinal, que le fatigan los viajes, que aspira a suscitar un amplio debate intelectual sobre el cristianismo y que identifica en el relativismo el "¨ªdolo negativo" de nuestros tiempos. Pero a¨²n se desconocen sus grandes proyectos, su "programa", sus prioridades. Quien le escuche el pr¨®ximo fin de semana, durante la Jornada Mundial de la Familia, puede pensar que la obsesi¨®n de Benedicto XVI es precisamente la defensa de la familia tradicional y la lucha contra las parejas de hecho y los matrimonios homosexuales. ?sa ser¨ªa, sin embargo, una visi¨®n parcial, simplista. El llamado Guardi¨¢n de la ortodoxia es un Papa de gran complejidad.
Benedicto XVI tiene 79 a?os y una salud no del todo perfecta. El suyo no ser¨¢ un pontificado largo. Por ahora lo ha hecho todo despacio
China aparece como el gran reto de este Papa. Y, sin embargo, el sucesor de Juan Pablo II hab¨ªa sido definido como un Pont¨ªfice minimalista y euroc¨¦ntrico
Tambi¨¦n es muy compleja la maquinaria administrativa del Vaticano. Suelen atribuirse al Papa todos los documentos, discursos y declaraciones de los altos cargos de la curia, y suele atribuirse a la curia una total identificaci¨®n con el Papa. Esa simplificaci¨®n conduce a error. Prueba de ello es la resistencia que ha encontrado dentro del Vaticano el primer gran nombramiento de Benedicto XVI, el del cardenal Tarcisio Bertone como secretario de Estado y n¨²mero dos de la jerarqu¨ªa cat¨®lica. Las maniobras contra el actual arzobispo de G¨¦nova eran tan intensas que Benedicto XVI se ha visto obligado a anunciar la llegada de Bertone, prevista para el 15 de septiembre, con tres meses de anticipaci¨®n. Una vez expresada la voluntad del Papa, monarca absoluto del Vaticano, cualquier maniobra es in¨²til. Pero siguen escuch¨¢ndose en los corredores curiales cr¨ªticas m¨¢s o menos veladas hacia Bertone.
Los diplom¨¢ticos vaticanos
El malestar se concentra en el cuerpo diplom¨¢tico vaticano, del que tradicionalmente han salido los secretarios de Estado. El cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado durante los ¨²ltimos 15 a?os, constituye el paradigma del diplom¨¢tico con sotana: pol¨ªglota, mundano, ocurrente. A veces se atribuye a los cardenales y obispos como Sodano una mayor flexibilidad que a los te¨®logos como Bertone y el propio Joseph Ratzinger. Hasta cierto punto, se manejan con m¨¢s soltura en los ambientes laicos. El mensaje que emiten estos d¨ªas algunos diplom¨¢ticos de la Santa Sede es el siguiente: la llegada de Bertone reforzar¨¢ la intransigencia y dificultar¨¢ las relaciones con el universo de la pol¨ªtica.
En realidad, podr¨ªa ser al rev¨¦s. Y podr¨ªa ser que el gran proyecto de Benedicto XVI no fuera de tipo doctrinal, sino diplom¨¢tico.
En su larga carrera exterior, Angelo Sodano utiliz¨® su presunta flexibilidad de un modo bastante discriminatorio. Fue flexible, por ejemplo, con el dictador chileno Augusto Pinochet, con quien trab¨® amistad durante su ¨¦poca como nuncio apost¨®lico en Santiago. Fue mucho menos flexible con la oposici¨®n clandestina al dictador.
Esta cuesti¨®n de los diplom¨¢ticos y los te¨®logos adquiere una gran importancia en estos momentos, porque Benedicto XVI puede estar ante la cuesti¨®n suprema de su pontificado. El largo reinado de Karol Wojtyla, Juan Pablo II, quedar¨¢ en los libros de historia por el papel que desempe?¨® el Papa polaco en la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y del comunismo europeo. Los a?os de Benedicto XVI tienen su muro en China. Tras el pulso entre Pek¨ªn y la Santa Sede, entre la Iglesia cat¨®lica oficial, dirigida por el Partido Comunista, y la Iglesia clandestina de obediencia vaticana, puede caer la ¨²ltima gran dictadura del planeta. Y, de paso, puede abrirse un inmenso mercado religioso de 1.500 millones de almas.
Como cardenal y prefecto de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, Ratzinger permaneci¨® junto a Juan Pablo II durante casi todo su papado, y asisti¨® de cerca a la intransigencia de Wojtyla frente a las autoridades comunistas de Varsovia. Wojtyla, posibilista y flexible mientras fue arzobispo de Cracovia, no cedi¨® ni un mil¨ªmetro en cuanto ocup¨® la c¨¢tedra de San Pedro. Y acab¨® ganando. El ejemplo de Juan Pablo II le sirve a Benedicto XVI para enfrentarse a la cuesti¨®n china, y todo lo que ha hecho hasta ahora apunta a una estrategia de dureza.
El nombramiento del cardenal Bertone se debe, en primer lugar, a que Ratzinger le conoce muy bien (Bertone fue secretario de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe entre 1995 y 2003) y se f¨ªa de ¨¦l absolutamente. ?se fue tambi¨¦n el criterio con el que eligi¨® a su propio sucesor como prefecto de la Congregaci¨®n: hab¨ªa te¨®logos de mayor relevancia que el estadounidense William Joseph Levada, pero a Levada le conoc¨ªa y le ten¨ªa confianza. Respecto a la cuesti¨®n china, el nuevo secretario de Estado no s¨®lo es un te¨®logo inflexible, carente de la ductilidad propia de los diplom¨¢ticos. Es salesiano como el arzobispo de Hong Kong, Joseph Zen, uno de los cr¨ªticos m¨¢s feroces del Gobierno de Pek¨ªn. Zen incomodaba a gran parte de la curia por sus sonoros ataques al comunismo, y el ¨²ltimo Juan Pablo II, el anciano enfermo que depend¨ªa de sus colaboradores para administrar el catolicismo, no se atrevi¨® a nombrarle cardenal. En su primera ronda de nombramientos, Benedicto XVI elev¨® a Joseph Zen al rango cardenalicio.
China aparece como el gran reto de Benedicto XVI. Y, sin embargo, el sucesor de Juan Pablo II hab¨ªa sido definido como un Papa minimalista y euroc¨¦ntrico, m¨¢s preocupado por la pureza doctrinal que por las grandes operaciones evang¨¦licas. ?Seguro? Cada vez menos. El obispo y te¨®logo Bruno Forte, colaborador de Ratzinger y gran conocedor de su pensamiento, indic¨® dos semanas atr¨¢s, durante una conferencia en la Universidad romana de la Santa Cruz, que a Benedicto XVI le interesaba, y mucho, la misi¨®n evangelizadora de la Iglesia. Forte precis¨® que al Papa no le obsesionaba, por el contrario, el adelgazamiento del catolicismo europeo. "La Iglesia cumple con su misi¨®n dando a conocer su mensaje; el alejamiento de los ya evangelizados se convierte en un problema individual, porque la salvaci¨®n no depende de la Iglesia, sino de cada uno y de Dios", explic¨® monse?or Forte para ilustrar la visi¨®n ratzingeriana.
Discurso duro
"Benedicto XVI hablar¨¢ con dureza en Valencia, y su defensa de la familia ser¨¢ interpretada en clave pol¨ªtica tanto en Espa?a como en Italia", vaticina un diplom¨¢tico europeo acreditado ante la Santa Sede. Fuentes vaticanas expresan la misma opini¨®n, pero matizan que los discursos papales habr¨ªan sido los mismos si el Encuentro Mundial de la Familia se hubiera celebrado en Buenos Aires o en Varsovia. "El Papa habla en t¨¦rminos universales, sin dirigirse a nadie en concreto; que el Gobierno espa?ol pueda darse por aludido es un asunto distinto", precisan las mismas fuentes.
En los encuentros con el rey Juan Carlos y con el presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, habr¨¢ sin duda momentos de cordialidad. En sus discursos, Benedicto XVI ser¨¢ el Ratzinger de siempre, el que se niega a transigir. "Para m¨ª, la bondad implica la capacidad de decir 'no', porque una bondad que transige no hace bien al pr¨®jimo", afirma el Papa en uno de sus libros.
Joseph Ratzinger ha vivido todos los desencantos del siglo XX. Vivi¨® el nazismo y el exterminio del pueblo jud¨ªo, y lo hizo vestido con el uniforme alem¨¢n. Vivi¨® la revuelta idealista de los a?os sesenta, y lo hizo como te¨®logo progresista. Vivi¨® el desplome an¨ªmico de Europa tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y el auge del nihilismo posmoderno. Ratzinger hab¨ªa de ser forzosamente pesimista, y lo es. De ah¨ª su fijaci¨®n con el relativismo, que identifica con el "supremo ego¨ªsmo de la dictadura del yo" y con el "peligro pol¨ªtico de la dictadura de la mayor¨ªa". "El relativismo es un valor positivo en la pol¨ªtica, pero la mayor¨ªa podr¨ªa decidir un d¨ªa que conviene exterminar a un grupo humano en nombre del progreso de la historia, una aberraci¨®n que por desgracia ya hemos conocido. Debe haber, por tanto, l¨ªmites al relativismo pol¨ªtico".
Para Ratzinger, como para toda la jerarqu¨ªa, los l¨ªmites a no traspasar son el aborto, la eutanasia, la manipulaci¨®n gen¨¦tica.
La funci¨®n de la familia
Tambi¨¦n se opone, por supuesto, a las leyes que en su opini¨®n da?an la funci¨®n de la familia como c¨¦lula de la sociedad. Y, sin embargo, existen elementos que inducen a pensar que Benedicto XVI no comparte por completo el furor con que el cardenal colombiano Alfonso L¨®pez Trujillo, presidente del Consejo Pontificio para la Familia, azota y condena a quienes no se atienen al magisterio de la Iglesia. El sever¨ªsimo documento redactado por L¨®pez Trujillo para las jornadas de Valencia no ha sido refrendado por el Papa. Ni siquiera ha sido colocado en la p¨¢gina electr¨®nica del Vaticano, en la que generalmente se publican todos los textos oficiales que genera la curia. Esa minimizaci¨®n de un texto en principio relevante ha suscitado abundantes especulaciones.
?Hasta qu¨¦ punto se identifica el Papa con las declaraciones vaticanas? Si hay que fiarse de lo que dec¨ªa Joseph Ratzinger cuando era cardenal, Benedicto XVI soporta con dificultad la burocracia curial, la ambici¨®n por hacer carrera r¨¢pida, la proliferaci¨®n de documentos de todo pelaje y el tremendismo verbal destinado a lucir en la prensa. La calidad estelar de Juan Pablo II foment¨® a su alrededor una administraci¨®n que buscaba tambi¨¦n la luz de los focos y el instante de popularidad. Durante los ¨²ltimos a?os de Wojtyla, cuando la vejez y la enfermedad le obligaron a delegar casi todo en manos de otros, ese fen¨®meno se acentu¨®. En la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, de tradici¨®n espartana, se piensa por el contrario que s¨®lo deber¨ªa o¨ªrse la voz del Papa, y que los responsables de los dicasterios deber¨ªan trabajar, asesorar al pont¨ªfice y callar lo m¨¢s posible. Puede darse por seguro que ¨¦se es tambi¨¦n el parecer de Ratzinger.
Benedicto XVI tiene 79 a?os y una salud no del todo perfecta. El suyo no ser¨¢ un pontificado largo. Por ahora lo ha hecho todo despacio: se ha tomado todo un a?o para preparar la gran renovaci¨®n de la curia, ha escrito una sola enc¨ªclica y ha realizado, con el de Espa?a, tres viajes, los tres sin moverse de Europa. Dentro del Vaticano se tiene la sensaci¨®n, sin embargo, de que el Papa alem¨¢n est¨¢ demoliendo poco a poco los aspectos m¨¢s carism¨¢ticos y multitudinarios de la herencia wojtyliana, est¨¢ iniciando la mayor reforma de la curia desde los tiempos de Pablo VI, est¨¢ dispuesto a apostar fuerte en China y acabar¨¢ dando alguna gran sorpresa incluso en el terreno doctrinal.
El propio Hans Kung, te¨®logo proscrito, amigo y rival de Ratzinger, sigue pensando que Benedicto XVI puede resultar un ins¨®lito renovador. El Papa que el s¨¢bado llegar¨¢ a Valencia esconde todav¨ªa misterios.
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