El gran teatro del mundo
Con ocasi¨®n de la visita papal se estrena en Valencia, en el monasterio de Sant Miquel dels Reis, un c¨¦lebre auto sacramental de Calder¨®n, El gran teatro del mundo. He aqu¨ª una iniciativa encomiable por lo que tiene de reivindicaci¨®n hist¨®rica y por lo que tiene de simb¨®lico. Vamos con el primer aspecto. Estamos tan acostumbrados a pensar que en Espa?a las cosas se cuecen en Madrid y que los dem¨¢s s¨®lo podemos verlas desde la barrera, que parece imposible considerar este auto como algo propio. No es as¨ª. En la excelente edici¨®n de Domingo Indurain se advierte que El gran teatro del mundo se represent¨® en Madrid en 1649, pero que en 1641 ya se hab¨ªa representado en Valencia, aunque, seg¨²n el editor, "se puede conjeturar otra representaci¨®n anterior en Madrid". Ya ven, en esto como en todo, el que manda, manda. Es como lo de la Dama de Elche. La descubren donde su nombre indica, se la llevan a Madrid al Museo Arqueol¨®gico y ahora resulta que excepcionalmente permiten que se exhiba en Alicante (el imperialismo cultural no es privativo de Madrid, en Barcelona acaban de practicar un acto de pirater¨ªa similar con los bienes art¨ªsticos de la franja aragonesa de habla catalana: el mal ejemplo cunde por doquier). No, lo de los autos sacramentales entronca directamente con la festividad del Corpus y esta tuvo su apogeo peninsular precisamente en los estados de la Corona de Arag¨®n. Cualquiera que haya visto la procesi¨®n del Corpus en Valencia comprender¨¢ que esa mezcla abigarrada de s¨ªmbolos religiosos, exhibicionismo profano y alegr¨ªa desbordante s¨®lo resulta concebible en el cap i casal. De ah¨ª al auto no hay m¨¢s que un paso, al que ayudaron las farsas sacramentales que se representaban en las iglesias, la tradici¨®n dram¨¢tica de la Danza de la muerte en la que esta va llamando a las diferentes clases sociales y, por supuesto, el deseo de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica de reconducirlo todo hacia un espect¨¢culo controlado en el que se salvaguardasen tanto el dogma como el statu quo.
Vivimos en el siglo XXI, pero parece que soplan otra vez aires tridentinos en la Iglesia porque Valencia se enfrenta a su peculiar representaci¨®n del teatro del mundo, s¨®lo que en el viejo cauce del Turia y no en la Biblioteca Valenciana. Uno hubiera esperado que los actos multitudinarios protagonizados por el sucesor de Jesucristo se hubiesen celebrado en campo abierto -digamos en Cheste- y con el pastor rodeado de gentes de toda condici¨®n, como cuando la multiplicaci¨®n de los panes y los peces, por ejemplo. Es m¨¢s, estoy seguro de que si el Papa sabe ya la que le han montado por aqu¨ª -por ejemplo, si ha visto esos obscenos carteles en los que figura de reclamo tur¨ªstico de la Ciudad de las Artes-, estar¨¢ horrorizado. Pero no, interesaba montar el gran teatro del mundo y as¨ª se ha hecho. S¨®lo que con trampas. En la obra de Calder¨®n hay dos globos en escena, el globo del cielo, reservado al Autor, y el globo del mundo en el que se representa la comedia de la vida. Aqu¨ª tambi¨¦n tenemos una burbuja con aire acondicionado y un pasillo h¨²medo y caluroso para el mill¨®n de peregrinos. Pero como a nuestras autoridades no les gusta pasar calor, se van a colar en el globo que no les corresponde. En el siglo XVII el Rey ve¨ªa el espect¨¢culo desde una tribuna entre los dos globos; ahora, los capitostes prefieren identificarse directamente con el Autor. Es la met¨¢fora de los tiempos que vivimos. Tampoco es de esperar que el Autor condene al Rico al fuego eterno, seg¨²n imagin¨® Calder¨®n. ?C¨®mo iba a hacerlo en la tierra del pelotazo urban¨ªstico y de los que entran en pol¨ªtica para forrarse? Aqu¨ª el fuego lo reservamos para la gente del pueblo, para los peregrinos que esperan al Papa y para los contestatarios que dicen que no lo esperan. Eso s¨ª, habr¨¢ agua para todos seg¨²n dan a entender cientos de cabinas y regletas repartidas profusamente por toda la ciudad. Menos da una piedra.
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