Torrent llora a las v¨ªctimas de 'El trasto'
Familiares y vecinos de la localidad que acapara el mayor n¨²mero de v¨ªctimas del accidente critican las condiciones del metro - Centenares de personas comparten el dolor en un pabell¨®n polideportivo repleto
"?La Carmen tambi¨¦n...? ?No me digas!".
- "Y a m¨ª me han dicho que la madre de Mireia".
- "No, no. Seguro que no, porque yo me la encontr¨¦ anoche". Conversaciones como ¨¦sta dominaban ayer las tertulias espont¨¢neas y las concentraciones que se celebraron en Torrent, quinta ciudad de la Comunidad Valenciana, con cerca de 76.000 habitantes, golpeada como ninguna por la tragedia de la l¨ªnea 1 del metro de Valencia. El accidente se ha cobrado hasta el momento las vidas de 18 de sus vecinos. A mediod¨ªa, unos cuantos centenares de torrentinos se concentraron frente al ayuntamiento donde el alcalde, el socialista Josep Bres¨®, dedic¨® un breve homenaje a los muertos en el que el consistorio expres¨® su "profundo pesar, solidaridad y apoyo" a los familiares de las v¨ªctimas. Un parlamento breve que finaliz¨® con cinco minutos de riguroso silencio rematados por un aplauso multitudinario que son¨® tr¨¢gico.
"No hay derecho a que se gasten millones en la visita del Papa con el metro obsoleto", dice el viudo de una v¨ªctima
La mayor¨ªa de los vecinos de Torrent conoce a fondo la fat¨ªdica l¨ªnea 1 del metro. Sabe lo que es la aventura de subirse a diario en uno de esos trenes, bastante cascados, de la l¨ªnea que une con la capital esta pr¨®spera localidad repleta de bloques de viviendas nov¨ªsimas, sin m¨¢s sabor levantino que las palmeras que adornan algunas calles y plazas y los casales falleros.
"En cuanto se enter¨® mi hijo del accidente, me dijo: 'Mam¨¢, seguro que ha sido el trasto. Porque ¨¦l lo coge todos los d¨ªas y sabe lo mal que va", comentaba una se?ora joven, que ocultaba los ojos enrojecidos tras las gafas de sol oscuras.
-"Ten¨ªan que ser todos trenes nuevos, y no ese trasto, Siempre que entra en la curva de la estaci¨®n de Jes¨²s se nota una vibraci¨®n rara, aunque al final no pasa nada", respond¨ªa otra vecina. En el centro de otro corrillo, asediada por c¨¢maras de televisi¨®n y reporteros grabadora o micr¨®fono en ristre, Mari Cruz Nieto, concejal socialista de Fallas, Archivos y Bibliotecas, recib¨ªa el p¨¦same de vecinos y conocidos. Su t¨ªa, Ascensi¨®n Jim¨¦nez, de 62 a?os, es una de las v¨ªctimas.
"Ven¨ªa de ver a un familiar ingresado en el hospital general de Valencia. Ha sido mala suerte. Ella siempre coge el autob¨²s. No s¨¦ por qu¨¦ ese lunes se subi¨® al metro. Pero claro, ese metro lo gastamos todos", dec¨ªa Mari Cruz, vestida de medio luto, como el resto de los miembros del consistorio.
En Torrent no se encontraban ayer huellas aparentes del duelo que vive la ciudad. En los balcones de las torres de pisos ondeaban ¨²nicamente banderas vaticanas, algunas con las letras, "?Viva el Papa!". Por la tarde ya se vieron crespones negros en algunas ventanas. En cualquier caso, el verdadero duelo iba por dentro. Contenido, como la rabia de Paco Hern¨¢ndez, esposo de Milagros L¨®pez, una mujer de 54 a?os muerta en el t¨²nel del metro con otros 40 desconocidos unidos por un destino fatal. Su marido fue uno de los primeros en presentarse ayer en la capilla ardiente instalada por el consistorio, en el polideportivo nuevo de Torrent, el Parc Central, reci¨¦n construido, orgullo de la ciudad, con su c¨¦sped intacto y sus l¨ªneas de dise?o conceptual, todav¨ªa relucientes. Al filo de las cinco de la tarde, comenzaron a llegar los f¨¦retros de once de las v¨ªctimas, transportados en as¨¦pticos coches de color gris o negro. Bajo el sol inclemente, -ayer se registraron temperaturas de 36? y un 65% de humedad- fueron concentr¨¢ndose centenares de familiares y amigos de los fallecidos. Todos ten¨ªan una historia triste que contar. Para preservar su intimidad, la polic¨ªa municipal impidi¨® el acceso a la sala donde se dispusieron los f¨¦retros.
"?No hay derecho a que los pol¨ªticos se gasten millones en barquitos y en visitas del Papa y el metro y las v¨ªas est¨¦n obsoletos!", clamaba Paco, el esposo de Milagros L¨®pez, aturdido por el dolor. Despu¨¦s de una noche infinita buscando a su mujer por los hospitales de Valencia durante siete interminables horas, la encontr¨® al fin, muerta. Milagros, que trabajaba como empleada de la limpieza en Valencia, iba a trabajar en metro todos los d¨ªas. "Mi mujer era guapa, era muy bonica, y ?sabe c¨®mo me la he encontrado despu¨¦s de buscarla anoche tantas horas? La he encontrado destrozada, con la cara deshecha. ??sa no es mi mujer!". Centenares de personas entre deudos, allegados y simples conocidos, compart¨ªan esa misma desesperaci¨®n, en el polideportivo rebosante. En una atm¨®sfera cargada de tensi¨®n y de humedad en la que el silencio se romp¨ªa por los m¨²ltiples llantos. Algunos lo hac¨ªan en silencio, otros intentaban en vano consolarles; y tambi¨¦n hab¨ªa quien, como Paco, que trabaj¨® como conductor de ambulancia, desfogaba su ira contra los pol¨ªticos y contra el cascado trasto.
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