Refundar Bolivia
El presidente boliviano Evo Morales ha dado un primer paso hacia lo que ¨¦l llama la refundaci¨®n de Bolivia. Ha sido un paso adelante, pero no tan crucial como habr¨ªa deseado; un paso que ha consumido su parte de una materia prima preciosa: tiempo, porque el l¨ªder del Movimiento Al Socialismo est¨¢ bajo el marcaje de un grupo de intelectuales que desde la Universidad de El Alto entienden que el cargo lo desempe?a s¨®lo en pr¨¦stamo. Y en cumplimiento de esas obligaciones que reconoce, el presidente procedi¨® primero a nacionalizar el pasado 1 de mayo el hidrocarburo, que como un mar inunda el subsuelo boliviano, y para el indio aymara y quechua, que constituye la mayor¨ªa ind¨ªgena del pa¨ªs, aquello fue como la recuperaci¨®n del Canal de Suez para los egipcios, bajo Nasser en 1954. Y segundo, el domingo gan¨® una doble consulta para la formaci¨®n de una asamblea constituyente y en contra de la concesi¨®n de m¨¢s autonom¨ªa a la provincia oriental de Santa Cruz, la parte menos cobriza del pa¨ªs.
Morales gan¨®, pero quedando lejos de los dos tercios que le habr¨ªan permitido dictar la Constituci¨®n al amanuense de servicio; y la autonom¨ªa, aunque globalmente rechazada, recib¨ªa la aprobaci¨®n de las cuatro provincias del Este, y en Santa Cruz, por a?adidura, con m¨¢s de un 70%. Ello significa que Morales deber¨¢ pactar la Carta con fuerzas menos atezadas, y ya veremos qu¨¦ pasa con el autogobierno, que tambi¨¦n es cuesti¨®n de gases, porque si se reclama es para controlar la riqueza a domicilio.
Esa incipiente dificultad se recibe con satisfacci¨®n t¨¢ctica en la Moncloa, que ha de defender los intereses de las firmas espa?olas en Bolivia, as¨ª como combatir el sambenito con que le atosiga la oposici¨®n de que sus ¨ªntimos universales son el indio Morales, el dictador Castro, y el metomentodo Ch¨¢vez. Alivio semejante puede basarse en una valoraci¨®n minimalista del presidente boliviano; en la creencia de que Morales es ¨²nicamente el ¨²ltimo reformista de un pa¨ªs en el que nunca han faltado como Paz Estenssoro en los a?os cincuenta, durante varias d¨¦cadas el sindicalista Lech¨ªn, o entre los militares golpistas, un general Torres que dur¨® muy poco en el poder con su proclama progresista de hace casi medio siglo. El experimento Morales nadie sabe c¨®mo va a acabar, pero el l¨ªder aymara no parece un reformista m¨¢s, sino alguien que se propone reinventar, dar un nuevo contenido a la fusi¨®n / integraci¨®n / amalgama de lo espa?ol con lo ind¨ªgena: un nuevo boliviano en la refundaci¨®n de una nueva Bolivia.
No se sabe cu¨¢l es el plazo para esa construcci¨®n, pero Morales ha de tener ¨¦xito o que se vea pronto que las cosas empiezan a moverse, y el inter¨¦s del Gobierno de Madrid deber¨ªa consistir, si Morales se lo permite ahorrando desaires a la diplomacia espa?ola, en apoyarle porque lo que viene detr¨¢s, tanto por el sufragio como por otros medios, puede ser mucho peor. Por eso, las reticencias que mostraba Javier Sandomingo, director para Iberoam¨¦rica del Ministerio de Exteriores, en una reuni¨®n del Instituto Elcano, aunque justificadas por el ocasional tono amenazador de Morales cuando intimaba a Repsol a renegociar la explotaci¨®n del gas, parece que deval¨²an la trascendencia con que se ve a s¨ª mismo el l¨ªder ind¨ªgena.
El presidente se ha convertido en el Evo Morales que conocemos, tambi¨¦n por tiempos. ?l mismo se defini¨® en su visita oficial a Madrid como l¨ªder campesino, y su formaci¨®n ha sido la de un sindicalista, que en las pen¨²ltimas presidenciales es posible que perdiera por no hacer especial hincapi¨¦ en su condici¨®n ¨¦tnica; s¨ª lo hizo, en cambio, en las de 2005. Pero, todo ello ni quita ni pone para que, como dice quien le conoce bien, Juan Ignacio Siles, ministro con Carlos Mesa hace dos a?os, sea representativo de lo ind¨ªgena al ciento por ciento.
Espa?a ha de participar en esa refundaci¨®n de Bolivia, que adelantar¨¢ Morales u otro en el futuro, y que hay no s¨®lo que comprender sino que promover en la v¨ªa democr¨¢tica. El tiempo venidero registrar¨¢ con gran probabilidad una desespa?olizaci¨®n tangible del pa¨ªs, pero que a nadie ha de ponerle nervioso. Es otra la trinchera que hay que defender, y no para salvar los muebles, sino para figurar de forma decisiva en el renuevo inevitable del mundo andino.
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