Los desarreglos de la lengua
Fran?ois Emmanuel, escritor belga y autor de diferentes novelas y ensayos, aborda en La cuesti¨®n humana un asunto tan espinoso como actual: el desarreglo de la lengua o cuando la lengua dice palabras t¨¦cnicas que esconden la violencia del chantaje y de la muerte. El narrador, Simon, psic¨®logo que trabaja durante los a?os setenta del pasado siglo en el departamento de recursos humanos de una empresa multinacional de origen alem¨¢n, se ve empujado a decidir si uno de los altos directivos de su empresa ha perdido o no la raz¨®n, encargado de la tarea por otro de los directivos en clara pugna con el primero.
Lo que emerge a borbotones desde la primera p¨¢gina es una historia de desdoblamiento, culpa y autoenga?o. En ella, Mathias J¨¹st (el directivo cuestionado), que dirigi¨® durante m¨¢s de un decenio con esmero y pulcritud su empresa y fue el impulsor durante a?os de un cuarteto de cuerda formado por ¨¦l mismo y otros tres empleados que interpretaba a Bach, sufrir¨¢ una crisis mental profunda. Terminar¨¢ revelando al narrador la existencia de cinco cartas an¨®nimas que fue acumulando en los ¨²ltimos tiempos y que hacen referencia a la participaci¨®n de su padre en el exterminio de jud¨ªos por los nazis, m¨¢s concretamente en el programa de erradicaci¨®n de enfermos mentales iniciado en 1942 y denominado Tiergarten 4 por el r¨¦gimen de Hitler.
Los asesinos atentaron contra la ciudadan¨ªa de sus v¨ªctimas, les negaron de ra¨ªz sus derechos de ciudadanos
Cada cosa en su sitio: que los violentos renuncien a su actividad violenta, y despu¨¦s, sin chantajes, que se aborde la pol¨ªtica
El autor de los an¨®nimos, v¨ªctima de las fechor¨ªas del padre y componente del cuarteto del hijo, no le acusa a Mathias directamente de nada; compone las cartas usando con habilidad una serie de palabras como "reestructuraci¨®n", "selecci¨®n", "evacuaci¨®n", "deslocalizaci¨®n", "racionalizaci¨®n de recursos", "reconversi¨®n", etc¨¦tera, que se utilizan habitualmente en la jerga t¨¦cnica de la gesti¨®n de los recursos humanos de cualquier empresa y que sacan a la luz lo terrible que puede resultar la literalidad de la lengua cuando se le arrebata su ser o su sentido, es decir, su intimidad.
El mayor horror se hace patente en la carta que fija las normas, t¨¦cnicamente muy precisas, de adecuaci¨®n de las camionetas de trabajo de una mina de los alrededores, que los habitantes de la peque?a ciudad ven pasar con la indiferencia de la costumbre, para que en ellas se cargue el n¨²mero exacto de "recursos" que morir¨¢n en pocos minutos con los tubos de escape perfectamente orientados hacia el interior. Y tambi¨¦n la preparaci¨®n de la limpieza de "todo lo que all¨ª queda" despu¨¦s de cada viaje, sin p¨¦rdidas de tiempo, sin espacio para ninguna pregunta no "t¨¦cnica".
La perfecta organizaci¨®n de los viajes se cierra con la imagen de los conductores de las camionetas, cansados y en grupo, tom¨¢ndose el bocata despu¨¦s de la dura jornada laboral y comentando lo bien que se ha desarrollado su trabajo. T¨¦cnicamente impecable, todo est¨¢ perfectamente racionalizado. Junto a los jud¨ªos masacrados queda el cad¨¢ver del lenguaje que hace humanos a los humanos.
Cuando el narrador descubre al autor de las cartas y le pregunta por qu¨¦ las escribi¨® as¨ª, ¨¦ste le responde: "Le he pagado con la misma moneda, con la violencia de lo que no est¨¢ dirigido a nadie por nadie, ?entiende usted?".
Demos un salto desde La cuesti¨®n humana hasta nuestra actualidad, concretamente hasta la declaraci¨®n de alto el fuego permanente realizada por ETA, para empezar recordando que Mathias J¨¹st intent¨® pasar p¨¢gina dedic¨¢ndose a su trabajo y a los cuartetos de cuerda, y as¨ª le fue al hombre.
Reyes Mate, en un art¨ªculo publicado en este diario (2 de abril de 2006), planteaba el dif¨ªcil encaje que tienen los conceptos de "v¨ªctima" y de "generosidad". Dice bien que, ante la coyuntura del posible cese definitivo de la violencia asesina de ETA, a las v¨ªctimas se les debe justicia: "No es de sentimientos de lo que hay que hablar, sino de justicia; pero ?qu¨¦ significa hacer justicia a las v¨ªctimas?", se pregunta. Porque es verdad que los sentimientos nos remiten al espacio privado y la justicia es la esencia del espacio p¨²blico. Esto conviene dejarlo muy claro, porque suele dar lugar a grandes malentendidos: los colectivos o las comunidades tienen relatos o historias que los aglutinan, pero nunca sentimientos (?c¨®mo y con qu¨¦ siente un colectivo?), y cada vez que una comunidad habla de sentimientos heridos, vienen siempre la patria o la religi¨®n a saldar viejas deudas con la ciudadan¨ªa.
Reyes Mate comenta dos tipos de da?o que hay que reparar: el primero (irreparable en el fondo, el de los afectados directamente o el de los familiares de los asesinados), parece reclamar una atenci¨®n p¨²blica cuidadosa y constante. El segundo da?o es m¨¢s sutil y plantea problemas pol¨ªticos de envergadura: los asesinos atentaron contra la ciudadan¨ªa de sus v¨ªctimas, les negaron de ra¨ªz sus derechos como ciudadanos, los borraron del mapa de la ciudad, les quitaron en muchos casos la vida, y esto lo hicieron en nombre del "pueblo vasco", no porque tuvieran contra ellos una inquina especial ni un odio personal. Simplemente, eliminaron recursos inadecuados para sus objetivos (estoy seguro de que los asesinos etarras suscribir¨ªan esta lectura t¨¦cnica del asunto, como los nazis su Tiergarten 4).
Me viene al recuerdo la actuaci¨®n de Nelson Mandela en Sur¨¢frica despu¨¦s del apartheid. Fue una historia que no obtuvo demasiada publicidad, pero Mandela mont¨® un equipo con el arzobispo Tutu, unos pocos notables y cuatro periodistas, que recorri¨® cada poblaci¨®n de su pa¨ªs enfrentando f¨ªsicamente a los asesinos y torturadores con sus v¨ªctimas, y los primeros tuvieron que contar la verdad de lo que les hicieron a los desaparecidos y pedir p¨²blica y personalmente perd¨®n a sus familiares (era la condici¨®n inexcusable para que no fueran encarcelados por lo que hicieron). S¨¦ que no es f¨¢cil imaginar y llevar a cabo en nuestra cultura algo parecido, pero Reyes Mate reclamaba (y creo que con toda la raz¨®n) que los que se han erigido desde hace d¨¦cadas en los representantes genuinos de la comunidad vasca (sin ir m¨¢s lejos, todos los partidos nacionalistas) deben participar en alguna forma de escenificaci¨®n que realmente permita vivir a las v¨ªctimas, por dolorosa que resulte, una experiencia similar a la de Sur¨¢frica.
No ser¨ªan, entonces, de recibo las prisas por montar "mesas de di¨¢logo sin exclusiones" (t¨¦rminos t¨¦cnicos otra vez) para pasar pronto la p¨¢gina de la tragedia vasca, porque el olvido culpable nunca ha reportado beneficios ni a las personas ni a las sociedades. Que se lo pregunten al Mathias J¨¹st del relato comentado, que acab¨® muriendo aterrado entre las brumas de su locura.
Creo, sin embargo, que la reflexi¨®n ciudadana que acabo de proponer, y que dif¨ªcilmente se puede obviar "para dar paso a la pol¨ªtica", debe alargarse hasta los contenidos pol¨ªticos que centran el debate en la actual coyuntura. He propuesto la reflexi¨®n anterior para tratar de evitar la tentaci¨®n de hacer pol¨ªtica fuera del contexto de la exigencia ciudadana, porque en ese caso se tratar¨ªa de una pol¨ªtica vac¨ªa de ciudad, y por ese camino la pol¨ªtica se equivoca siempre. No es f¨¢cil, a pesar de todo lo dicho, concretar propuestas positivas de acci¨®n, aunque un primer paso inteligente siempre consiste en acordar, al menos, lo que no se debe hacer. Y entiendo, seleccionando un asunto central del debate que nos ocupa, que no pueden los ciudadanos mezclarlo todo o montar un totum revolutum en el que cada cual pueda pescar lo que le interese.
Es necesario separar las reivindicaciones pol¨ªticas y el fin de la violencia, como cuestiones no simult¨¢neas. La tentaci¨®n del camino contrario puede resultar demasiado fuerte para quienes han utilizado directamente la violencia o para quienes han entendido el fondo del conflicto traficando pol¨ªticamente con ese entendimiento. Pero me temo que, adem¨¢s de otras consideraciones, no dar¨ªa ning¨²n resultado. Cada cosa en su sitio: que los violentos renuncien a su actividad violenta y, despu¨¦s, sin chantajes directos o insinuados, que se aborde la pol¨ªtica, respetando las reglas del juego, como tiene que ser. Por ello, abogo a la memoria de la vieja Europa, recuperada en el relato de Emmanuel, y a las ense?anzas del sabio Nelson Mandela me acojo.
Carlos Trevilla es representante de UGT en el Consejo Econ¨®mico y Social (CES) vasco
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.