La doble representaci¨®n
El mayor triunfo del Mundial ha residido en su m¨¢xima confusi¨®n. Por primera vez de manera rotunda los equipos se han compuesto de jugadores que si se part¨ªan el pecho por la camiseta nacional tambi¨¦n les era posible dividirse en dos. Los bandos de una naci¨®n y otra se marcaban durante el tiempo del encuentro pero enseguida, tras el final, se reun¨ªan y abrazaban como amigos de club.
El Mundial de f¨²tbol sigue apareciendo como una contienda entre naciones pero, en el fondo, cada vez menos y cada vez m¨¢s como un sofisticado ejercicio de ficci¨®n. Las emociones patri¨®ticas han explotado ante las grandes pantallas p¨²blicas pero de manera que esa emoci¨®n fuera, al cabo, un fuerte entretenimiento sentimental y no una incurable afecci¨®n.
Lo caracter¨ªstico de la actualidad global es la descaracterizaci¨®n de las diferencias. Pero tambi¨¦n, el uso de lo diferente como motivo de moda, de complemento, de excitaci¨®n. La distinci¨®n nos separaba pero ahora nos enrolla.
Este Mundial, liza tras liza, ha supuesto una descalificaci¨®n del nacionalismo feroz y la insinuaci¨®n de un amor a lo local que no deniega al otro y abre, simult¨¢neamente, la oportunidad de degustarlo. Lo raro en la gastronom¨ªa, en el vestir, en el hablar, nos repel¨ªa mientras ahora reaparece como un valor raro y exquisito. De la misma manera, el sistema de juego de otro equipo, las virtudes de una defensa o una posici¨®n en el centro del campo, se contemplan como dispositivos que tambi¨¦n nosotros podemos asumir. Tal como ocurre en la red con los sistemas abiertos y los wikis, el conocimiento tiende a expandirse para ser compartido, combinado, inclinado a traducirse en un patrimonio com¨²n.
La idea de que aquello que hacen los alemanes no pueden repetirlo los espa?oles se desploma ante la evidencia de que los conjuntos no son puramente alemanes ni tampoco nuestro equipo es netamente espa?ol. El trenzado reproduce en el planeta la met¨¢fora de la red y en el f¨²tbol genera la plantilla heterog¨¦nea, multinacional, multirracial, pol¨ªglota.
Ni el entrenador de la selecci¨®n nacional es nacional desde hace a?os ni ahora y para siempre los equipos con el nombre de un pa¨ªs dar¨¢n a entender que act¨²an como legiones simb¨®licas de procedencia fija. Por fin el Mundial ha resultado ser un Mundial total. Una reuni¨®n donde los participantes fueron eligiendo ser m¨¢s actores que soldados, m¨¢s profesionales que feligreses. Esta disposici¨®n no ha calado todav¨ªa en la profundidad de las aficiones pero ?c¨®mo comparar, en medio de la rabia, los dolores de la afici¨®n espa?ola antes y ahora? Todos lloran en la derrota pero formando parte tambi¨¦n de la representaci¨®n. No de la representaci¨®n geopol¨ªtica sino del happening dram¨¢tico que constituye cada vez m¨¢s el f¨²tbol. El drama que mejor parodia la ventura y su reverso vital, las glorias y los fracasos, la compleja uni¨®n del arte, la suerte, la fuerza y el juego.
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