Iglesia, pol¨ªtica, nacionalismo
Dos d¨ªas despu¨¦s de haber frustrado las ansias de guerra pol¨ªtica con el Gobierno que albergaban algunos sectores de la militancia cat¨®lica y su jerarqu¨ªa, el Papa ha mandado un mensaje desconcertante para los m¨¢s guerrilleros: ha reemplazado a Navarro Valls, miembro del Opus Dei, por un sacerdote jesuita, el padre Lombardi. Los designios pontificios son inescrutables, pero teniendo tanto por escoger entre la grey eclesi¨¢stica, el paso del Instituto de la Santa Cruz a la Compa?¨ªa de Jes¨²s dif¨ªcilmente puede considerarse casual, y, en cualquier caso, es imposible -y el Papa seguro que lo sabe- que no sea visto como una se?al intencionada. Otra decepci¨®n para la alborotada jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica espa?ola.
La Iglesia lleva siglos contaminando la pol¨ªtica en Espa?a. Y la derecha raramente ha sabido encontrar la distancia necesaria: demasiados a?os navegando juntos. Ya es tradici¨®n de la democracia espa?ola que la derecha y la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica conciban los viajes papales como una forma de acci¨®n pol¨ªtica concertada. La vocaci¨®n de Juan Pablo II por la comunicaci¨®n de masas daba mucho juego, pero el papa Ratzinger es de otro estilo. Se ha querido transferir a Benedicto XVI un problema que es estrictamente del PP. El PP de Rajoy se siente ideol¨®gicamente impotente, incapaz de armar un liberalismo moderno despu¨¦s de los efectos devastadores del paso de Aznar y su conversi¨®n a la llamada de Bush para adoptar el papel del guerrero frente al entreguismo europeo. Aznar ten¨ªa que ser la punta de lanza de la revoluci¨®n conservadora en Europa. Y Rajoy ha optado por arrimarse a la Iglesia. Los obispos espa?oles han desplegado todo el celo del que son capaces en la tarea de suministradores ideol¨®gicos de la derecha espa?ola. El Papa ha hecho lo l¨®gico: no darse por enterado. Esta no es su guerra, es la guerra del PP. Este Papa ya ha demostrado que el viejo proyecto democratacristiano que algunos pensaron en resucitar en los ¨²ltimos a?os del papado anterior no entra en absoluto en sus planes.
En una sociedad abierta, al PP le puede ser ¨²til arrimarse a la Iglesia para sentirse confortado en el momento de pasar el bache de la p¨¦rdida del poder y del desconcierto ideol¨®gico, pero restringe su campo de juego inevitablemente y contribuye a la estrategia del Gobierno de mandarle al rinc¨®n de lo m¨¢s reactivo. A la Iglesia le sirve quiz¨¢s para ganar presencia en la calle y recordar que existe en una sociedad que abandona la pr¨¢ctica religiosa a pasos de gigante. Pero tarde o temprano el PP, si quiere volver al Gobierno, tendr¨¢ que ensanchar su campo y la Iglesia espa?ola -tan dependiente todav¨ªa del presupuesto del Estado- no ser¨¢ en estas batallas pol¨ªticas donde resolver¨¢ sus dificultades. Como dice un amigo sacerdote, "el problema de la Iglesia es que s¨®lo tiene respuestas para cuestiones que la gente ya no se plantea".
En estos a?os en que la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica ha compartido el frente callejero con el PP y ha lanzando un sinf¨ªn de mensajes tremendistas sobre una sociedad que camina, al parecer de los se?ores obispos, hacia el m¨¢s absoluto de los desastres, un solo tema ha provocado diferencias manifiestas entre los obispos espa?oles: la unidad de Espa?a. La pretensi¨®n de los m¨¢s pr¨®ximos al PP de sumarse pastoralmente al discurso de la traici¨®n de Zapatero a Espa?a no ha conseguido el consenso entre los prelados que todos los dem¨¢s temas de controversia han encontrado. Y se ha reproducido en la Iglesia el esquema centro/periferia. Lo cual confirma la tradicional armon¨ªa entre nacionalismo y religi¨®n.
Puesto que en Espa?a hay varios nacionalismos cada obispo se ha sentido obligado con el suyo, de modo que ha sido imposible imponer el discurso del nacionalismo principal a los dem¨¢s nacionalismos. O sea que, por lo menos en Espa?a, el nacionalismo es el lugar propio de la religi¨®n en pol¨ªtica. A ¨¦l se aferran los se?ores prelados, del mismo modo que el PP se aferra a ellos. S¨®lo los nacionalismos les separan. Quiz¨¢s sea este un buen argumento a favor de la Espa?a plural.
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