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MARIE-FRANCE HIRIGOYEN

La mujer que vigila la violencia

Es una autoridad mundial en maltratos psicol¨®gicos. Esta psiquiatra francesa, asesora del Gobierno de Chirac en la ley que trata este asunto, denuncia el aumento de la violencia en la pareja, una lacra que hay que erradicar, y aconseja en su ¨²ltimo libro c¨®mo detectarla a los primeros signos

Fr¨¢gil, menuda, muy francesa m¨¢s que parisiense; sorprende su mirada directa, dulce y profunda. "Estoy acostumbrada a escuchar, a observar. Es lo que suelen hacer los psiquiatras, pero yo soy un poco diferente: me gusta intervenir". Tiene 58 a?os y dos hijos veintea?eros. Psiquiatra independiente, al margen de grup¨²sculos y escuelas; formada en EE UU y en Francia; victim¨®loga, mantiene su consulta abierta cuatro d¨ªas por semana y dedica un d¨ªa semanal a dar clases. Marie-France Hirigoyen acaba de publicar en Espa?a su ¨²ltimo libro, Mujeres maltratadas (Paid¨®s), y de asesorar al Gobierno franc¨¦s en una reciente ley que penaliza los malos tratos a las mujeres. Recibe consultas de todo el mundo como experta mundial en maltrato psicol¨®gico y relaciones perversas. Para ella, "la violencia no tiene sexo, pero sus consecuencias afectan m¨¢s directamente a las mujeres". Piensa que quien ejerce la violencia es v¨ªctima, sobre todo, de s¨ª mismo, y que esto puede prevenirse.

M¨¢s informaci¨®n
Los psiquiatras se enfrentan al reto de tratar a pacientes de otras culturas

Su libro El acoso moral (1999, Paid¨®s) fue un best seller mundial que la dio a conocer ampliamente. Su tipolog¨ªa de lo que es una mala persona, o lo que ella llama un perverso -"implica una estrategia de utilizaci¨®n del otro y luego una estrategia de destrucci¨®n del otro, sin que se produzca ning¨²n sentimiento de culpa. Los paranoicos toman el poder por la fuerza, mientras los perversos lo toman por la seducci¨®n"-, recorre toda su obra posterior. Describe el acoso moral como "un sistema que funciona seg¨²n la ley del m¨¢s fuerte o del m¨¢s ambicioso", y explica la patolog¨ªa en las relaciones de dominaci¨®n entre individuos perfectamente reconocibles en nuestra sociedad. Su opini¨®n es tajante: "Tanto en las familias como en las empresas y los Estados, los perversos narcisistas se las arreglan para atribuir a los dem¨¢s los desastres que provocan, se presentan luego como salvadores y se hacen as¨ª con el poder".

Llega puntual¨ªsima a nuestra cita; me trae un ramo de flores porque sabe que estoy convaleciente. Nos conocemos y nos estimamos desde 1999. "Las mujeres que trabajamos en cosas que nos apasionan nos olvidamos de que tenemos cuerpo", dice. Se lamenta de problemas en sus caderas y rodillas, pero acaba de llegar de Jap¨®n. "Es incre¨ªble que mis libros sean all¨ª best sellers. Parece que las japonesas se van independizando, pero las tratan como si fueran inferiores. Es muy chocante".

A¨²n le sorprende el ser humano.

Siempre. Reservo los meses de verano para escribir, y voy a empezar pronto con algo que hace a?os que me preocupa porque lo veo todos los d¨ªas en la consulta: la soledad de la gente en nuestra ¨¦poca. No hay comunicaci¨®n, intercambio, vida afectiva o sexual: algunos pueden pasar semanas as¨ª, completamente aislados, sin hablar con nadie. Hay gentes que escogen la soledad: cada vez m¨¢s mujeres, por ejemplo, se van al campo o viajan solas; eso es una novedad de inter¨¦s. Pero hay verdaderos enfermos de soledad: no s¨¦ si veo m¨¢s hombres as¨ª, seres que no soportan la frustraci¨®n, la angustia de un abandono o que se encierran con una relaci¨®n virtual ideal que les destruye.

?Falla la comunicaci¨®n entre personas?

Llevo a?os tomando notas sobre esto, lo he visto en todas las clases sociales y profesiones. Hay gentes colgadas de Internet que buscan cualquier cosa para salir de su soledad. Yo no comprendo muy bien lo de los chats, me parece imposible que puedan sustituir a las personas, no le veo el placer?, pero ah¨ª est¨¢n. El chat, ahora que lo sigo m¨¢s cerca, puede ser una adicci¨®n: se juegan roles diversos. Tengo pacientes que hacen del chat su obsesi¨®n.

?Qu¨¦ clase de dolencia tienen estos pacientes?

Esto es justamente lo que me interesa. He estudiado a los hombres violentos, bordeline, que sufren una angustia de abandono, pero tambi¨¦n de miedo a la intimidad. Creo que para ellos una relaci¨®n virtual es ideal: se crea, se la utiliza mentalmente. Porque si llega a materializarse, suele fracasar: es un invento, pura fantas¨ªa.

?Nos podemos acostumbrar a estos inventos comunicativos hasta perder la capacidad de entendernos cara a cara? Pienso en el trabajo de los mediadores legales o sociales, ¨²tiles cuando la gente no logra relacionarse sin pelear.

Es parad¨®jico que se necesite un profesional para hacer algo puramente humano. Hoy decimos que estamos en la sociedad de la comunicaci¨®n, las empresas disponen de servicios de comunicaci¨®n interna, pero luego no comunican nada en el interior de la empresa. Ser¨ªa mucho mejor que esta gente dijera: hola, vamos a tomar un caf¨¦, hablemos del trabajo, y si no estamos de acuerdo lo decimos. Esta dificultad de contacto directo en el trabajo o en las relaciones sociales existe a menudo y es parecida a lo que ocurre con las relaciones de pareja.

La gente recibe tambi¨¦n un verdadero bombardeo de impactos comunicativos a lo largo del d¨ªa. ?Influye esto en la dificultad de comunicaci¨®n directa?

Recibimos tal cantidad de mensajes de todos los medios que esta mezcla de lo real y lo virtual, de informaciones en las que lo banal y lo grave parecen iguales, en las que priva el espect¨¢culo y lo que cuenta es la apariencia, que podemos acabar no entendiendo nada. Ante tal despliegue comunicacional, extasiados, nos callamos. En fin, no s¨¦ por qu¨¦ le hablo de esto: es algo sobre lo que tengo que reflexionar mucho todav¨ªa.

Usted ha descrito muy bien en sus libros la "comunicaci¨®n perversa" entre dos personas, y en su ¨²ltimo libro lo aplica a las relaciones en la pareja.

Ese prototipo de relaciones de dominaci¨®n que vemos en toda clase de parejas, incluidas las homosexuales, tiene tres fases b¨¢sicas: la colonizaci¨®n de la mente, que impulsa la influencia del dominador y abre la confianza del dominado; despu¨¦s viene, dicho muy r¨¢pidamente, la programaci¨®n, y, al fin, el lavado de cerebro, que permite el control sobre la otra persona. Esquem¨¢ticamente funciona as¨ª. Ocurre como en ciertas sectas, y tiene parecido con el s¨ªndrome de Estocolmo, en el que la v¨ªctima asume el punto de vista del agresor. Si el dominado se resiste puede aparecer violencia f¨ªsica. Pero primero hay una violencia ps¨ªquica, siempre. En mi consulta he intentado escuchar algo que es un proceso muy sutil de gente que se siente v¨ªctima. Trabajo con el paciente para que esto desaparezca. Las v¨ªctimas, y tambi¨¦n sus verdugos, suelen ser ejemplos claros de esa soledad que me preocupa.

?En qu¨¦ medida un psiquiatra puede ayudar a un individuo si la sociedad empuja en otra direcci¨®n?

Estamos en una sociedad narcisista, que nos seduce artificialmente para engancharnos. El patr¨®n de una cadena de televisi¨®n francesa dijo claramente hace tiempo que el ¨²nico objetivo de su cadena era vender publicidad de Coca-Cola. La gente pens¨® que ten¨ªa raz¨®n, pero eso tan sencillo no se confiesa. Por todas partes intentan seducirnos para hacer, desear y comprar objetos que nos enganchan a un sistema de vida. Vivimos en ese microclima.

Que ocupa y sostiene gran parte de la comunicaci¨®n social en nuestros pa¨ªses, pero hay otros contenidos?

Nuestros pol¨ªticos, en Francia, son como una caricatura, nos dicen cualquier cosa? A veces da verg¨¹enza. La derecha francesa, ya vemos como est¨¢; en la izquierda hay una mujer que se presenta, S¨¦gol¨¨ne Royal, pero sus colegas de partido dicen en los medios: "?Qui¨¦n se ocupar¨¢ de los ni?os si las mujeres mandan?", o "Es muy guapa, pero no tiene nada en la cabeza". ?Qu¨¦ le parece esta izquierda? S¨¦gol¨¨ne, a quien no conozco, no es peor que muchos hombrecitos. Esta situaci¨®n, estos ejemplos, no ayudan a la gente que est¨¢ inquieta por su futuro. Vemos constantemente en la consulta a personas sin proyectos, sin esperanza y con miedo. Individuos que s¨®lo se preocupan del ahora mismo sin ninguna perspectiva, incluidos muchos j¨®venes. He visto pu?ados de j¨®venes perder r¨¢pidamente estas ilusiones iniciales.

Los j¨®venes franceses, precisamente, protestan a menudo.

S¨ª, pero, f¨ªjese, muchos m¨¢s se acomodan al miedo. Mi propio hijo de 20 a?os, inform¨¢tico, lleg¨® a su nuevo trabajo cargado de ideas y se extra?a de que sus compa?eros s¨®lo piensen en cumplir su horario, como unos bur¨®cratas. Poca gente se involucra en proyectos: los j¨®venes acaban contaminados con este miedo.

Los j¨®venes, la sociedad, la pareja tienen miedo. Ah¨ª est¨¢ la obsesi¨®n social por la seguridad. ?Es ¨¦ste el origen de la violencia psicol¨®gica y f¨ªsica?

Nunca hay violencia f¨ªsica sin previa violencia ps¨ªquica. Hay que tenerlo en cuenta, sobre todo, para la prevenci¨®n, tanto en la sociedad como en la pareja. Si se espera a ver la violencia del golpe f¨ªsico, entonces es demasiado tarde. La violencia psicol¨®gica es un proceso de desestabilizaci¨®n de una persona que, por esta causa, pierde la noci¨®n de lo que le conviene o no, pierde sus propios l¨ªmites y se la puede utilizar sin que reaccione. Hay de detectar esa violencia psicol¨®gica que destruye sin asestar un solo golpe, y reaccionar antes de que se desencadene violencia f¨ªsica.

Desde el 1 de enero de 2006 hasta el 28 de junio hab¨ªan muerto en Espa?a 34 mujeres. En Francia, el Ministerio del Interior informa que hay tres muertes de francesas cada 15 d¨ªas. Es un porcentaje parecido.

En Francia, todo el mundo dec¨ªa que esta violencia sobre las mujeres era espa?ola, hasta que salieron estos recientes datos oficiales. Antes, las cifras eran poco fiables, si bien se sab¨ªa que al menos un 10% de las mujeres hab¨ªa vivido violencia de pareja en el a?o anterior, una violencia que inclu¨ªa la violencia psicol¨®gica. Algunos intelectuales seudofeministas negaron esta violencia psicol¨®gica de las mujeres, a las que acusaron de jugar al victimismo para sacar ventaja?

Se refiere, por ejemplo, a la escritora Elisabeth Badinter.

Ella tiene una posici¨®n de intelectual te¨®rica: no ha conocido los casos sobre lo que teoriza. Hay que escuchar y ver estos sufrimientos de tanta gente antes de opinar.

?C¨®mo se explican todas estas mujeres muertas?

La violencia es una forma de relaci¨®n, individual y social, que hay que analizar. No hay que judicializarla, sino detectarla individualmente para reaccionar antes. Hay que educar a las mujeres y a los ni?os para que aprendan a olerla y se den cuenta de que esta forma de relacionarse no les conviene. Hay que ser capaz de tomar la decisi¨®n de irse o de cambiar de pareja. Para ello hay que introducir la idea de respeto, de lo que es una relaci¨®n de verdad, porque siempre hay progresi¨®n en la violencia. Se trata de tener en cuenta el miedo: si hay miedo en el hogar existe un peligro, para la mujer, los ni?os.

El miedo tambi¨¦n puede fingirse.

No he encontrado a nadie que simule el miedo: el miedo no se inventa. Se percibe en detalles, explicaciones y gestos de las v¨ªctimas, en el relato de las amenazas que reciben. Hay gente que se pone enferma a causa del miedo. Una amenaza hace el mismo efecto que un golpe, o m¨¢s, porque a?ade miedo al miedo. Hay que escuchar todo esto. Ser¨ªa bueno que hubiera lugares donde los hombres pudieran hablar de sus tensiones internas, de sus frustraciones y pulsiones. Eso ayudar¨ªa a encontrar salidas a sus miedos y a esa frecuente toma de conciencia en la insoportable alteridad del otro que muestran tantos hombres violentos. Muchos suicidios masculinos posteriores a los cr¨ªmenes explican la importancia de este problema real en las relaciones entre individuos. Hay, adem¨¢s, acontecimientos sociales que pueden preverse bien. Cuando comenzaron los sucesos en los suburbios franceses [en 2005] se esper¨® a que se quemaran coches y hubiera agresiones antes de hacer algo. ?Por qu¨¦? Se sab¨ªa que exist¨ªan esas tensiones, se hab¨ªan detectado: era preciso anticiparse a esa explosi¨®n violenta que puede expresar el miedo de los j¨®venes ante el porvenir. Este malestar estaba analizado, se conoc¨ªa relativamente bien.

?C¨®mo anticiparse a esas tragedias?

La violencia siempre se reproduce, eso es sabido. Los ni?os que son testigos de agresiones en su familia tienen riesgo de reproducirlas. La violencia no tiene sexo; pero, seg¨²n el modelo de nuestra sociedad, los chicos la reproducen normalmente como dominadores, las chicas se sit¨²an en una situaci¨®n de v¨ªctimas. La prevenci¨®n ha de evitar que esos modelos se perpet¨²en en las generaciones siguientes. Hay que prevenir: tenemos medios para ello.

Se trata de educar para el respeto mutuo entre personas. Usted me cont¨® hace unos a?os que el ministro de Cultura Jack Lang intent¨® hacer una campa?a en Francia para fomentar el respeto y nadie supo explicar lo que era.

Cierto, as¨ª fue. No han cambiado mucho las cosas en este aspecto. ?C¨®mo van a ser cre¨ªbles nuestros pol¨ªticos? Es un gran problema. Me gustar¨ªa ser de izquierdas, pero son tan terriblemente mediocres como la derecha. Muchos hombres p¨²blicos no escuchan, viven como narcisos. S¨®lo he encontrado algunas ministras, como Elisabeth Gigoud, y desde luego Simone Veil, capaces de percibir los matices de la realidad de nuestro entorno: las mujeres pol¨ªticas, en general, se dan m¨¢s cuenta de la realidad de los ciudadanos y de las circunstancias sociales y personales que les afectan.

En su ¨²ltimo libro estudia la violencia sexual: todo lo que no es voluntario en el sexo es violencia, dice usted.

Eso es v¨¢lido para heterosexuales, homosexuales?, todo tipo de personas. Me ha llamado la atenci¨®n la cantidad de mujeres que no tienen ganas de tener una relaci¨®n sexual con su pareja, pero acceden a ello para calmarla y que la dejen en paz.

Lo consideran una especie de 'peaje'.

Est¨¢ claro que la sexualidad de hombres y mujeres no es la misma. Ellos son m¨¢s directos; ellas, m¨¢s afectivas habitualmente: hay que encontrar un ajuste entre esas dos formas. Eso se aprende. En una relaci¨®n de amor siempre se hace un esfuerzo por ir hacia el otro, pero nunca ha de ser impuesto. La sexualidad, demasiadas veces, es moneda de cambio. Cuando hay violencia, a menudo la reconciliaci¨®n se hace en la cama. Las mujeres piensan que es normal aceptar pr¨¢cticas sexuales que no les gustan. Por parte de los hombres violentos, lo que he visto es una idea de humillaci¨®n de la mujer, la intenci¨®n de rebajarla a trav¨¦s del sexo. Esto se produce gracias a un modelo, que se transmite a los j¨®venes, basado en la pornograf¨ªa.

La pornograf¨ªa va m¨¢s all¨¢ del erotismo.

Claro, se trata de la pornograf¨ªa dura, que es violenta. Seg¨²n una encuesta hecha en Francia a j¨®venes de 12 y 13 a?os, una mayor¨ªa de ellos, chicos y chicas, hab¨ªa visto pel¨ªculas porno en los que las mujeres eran humilladas, y las relaciones, muy agresivas. Una paciente m¨ªa lleg¨® un d¨ªa alterad¨ªsima: hab¨ªa escuchado los mensajes del m¨®vil de su hija de 12 a?os. No puedo ni repetir las palabras que utiliz¨® esta mujer. "?Qu¨¦ he de hacer?, ?c¨®mo es posible que mi hija hable de cosas que jam¨¢s yo hab¨ªa siquiera conocido?", me pregunt¨®. Investig¨® y descubri¨® que eso suced¨ªa en la escuela como una especie de juego. Habl¨® con su hija. "?Todo el mundo se pasa estos mensajes!", le dijo la chica. Es algo que sucede todos los d¨ªas sin que nadie lo regule. Y tiene consecuencias. Las primeras emociones sexuales fijan los fantasmas que perduran en la edad adulta. Ver tratar a la mujer como algo degradante permanece, es dif¨ªcil salir de este envilecimiento. A los 12 o 13 a?os se aprende lo que es la sexualidad, y resulta tan decisivo el modelo como lo son las agresiones sexuales efectivas.

Repite que la violencia no tiene sexo?

Es en esto en lo que no estoy de acuerdo con la formulaci¨®n de la ley espa?ola, la Ley Integral contra la Violencia de G¨¦nero; yo prefiero utilizar la expresi¨®n "violencia de pareja", lo cual incluye a hombres y mujeres, heterosexuales y homosexuales.

?En qu¨¦ medida existe violencia homosexual y de las mujeres sobre los hombres?

Sobre los homosexuales tenemos estad¨ªsticas de Estados Unidos que se?alan que la violencia es exactamente la misma que en las parejas heterosexuales. Y los procedimientos son id¨¦nticos: uno se pone a dominar, controlar, humillar y degradar al otro; despu¨¦s, si se resiste, llega la violencia f¨ªsica.

Hay muy pocas estad¨ªsticas en las parejas cuando el hombre es la v¨ªctima. Sobre todo porque el hombre lo calla, le da verg¨¹enza denunciarlo. Un paciente m¨ªo, muy guapo, con un buen trabajo, es una de esas v¨ªctimas, y me dice: "?Qui¨¦n va a creerme?". ?l ama a su mujer, que es alguien que no resiste la frustraci¨®n y le ataca p¨¦rfidamente en sus puntos d¨¦biles. Ella le hiere en su virilidad, en su presunta falta de ambici¨®n econ¨®mica, o tambi¨¦n sobre las hijas que ¨¦l hab¨ªa tenido antes de su relaci¨®n. Esta mujer le tiraba objetos y le amenaz¨® con un cuchillo. Hay verdaderas arp¨ªas, pero muy pocos datos estad¨ªsticos por ahora.

Con todo, existe una diferencia con lo que les sucede a estos hombres maltratados frente a las mujeres que son v¨ªctimas. Ellos est¨¢n m¨¢s arropados por la sociedad para salir de esta situaci¨®n: socialmente, por lo general, no est¨¢n marginalizados. Este paciente m¨ªo ten¨ªa problemas con su pareja, pero era reconocido en su trabajo, y ten¨ªa ¨¦xito con las mujeres, muchos amigos y una posici¨®n econ¨®mica envidiable. ?l dud¨® de s¨ª mismo, sobre c¨®mo relacionarse con esta mujer, y se culpaba de ello, pero no se cuestion¨® nunca qui¨¦n era ¨¦l. ?sta es una gran diferencia con lo que sucede con las mujeres.

Las mujeres no suelen reconocer que estos estereotipos arraigados sobre los modelos masculino y femenino, de fuerza y debilidad, son transmitidos, de generaci¨®n en generaci¨®n, tambi¨¦n por ellas mismas.

Transmitimos a nuestros hijos modelos a¨²n sexistas: las j¨®venes deben ser bellas, seductoras, y a los chicos les corresponde ser viriles, tener ¨¦xito. Perpetuamos todo esto, s¨ª. Pienso en m¨ª misma: me veo en la cocina, en mi casa, cocinando para ellos, aunque he intentado traspasarles cierta autonom¨ªa. Era as¨ª con mi madre, y ella me ped¨ªa a m¨ª, y no a mi hermano, que la ayudara.

Pero en su caso, psiquiatra que trabaja intensamente, se transmiten tambi¨¦n otras cosas. Pienso, concretamente, en esa supermujer capaz de hacerlo todo: ganarse la vida, cuidar a los hijos y la casa, tener ¨¦xito en el trabajo?

Formo parte de una generaci¨®n, de una ¨¦poca, en la que lo quer¨ªamos todo: hijos, trabajo, independencia. En el mundo del trabajo, como ¨¦ramos mujeres, ten¨ªamos que trabajar m¨¢s para demostrar no s¨¦ qu¨¦, y adem¨¢s deb¨ªamos ser sexys y quedarnos embarazadas. Este modelo de mujer que hace todo da miedo a los hombres. En un momento, ahora mismo, en el que los hombres son fr¨¢giles; que se sienten, digamos, inh¨¢biles. Es una inhabilidad de todo tipo: ellos se perciben impotentes en el trabajo, sin capacidad para influir en ¨¦l o con miedo a que les despidan; impotentes en casa cuando la mujer gana m¨¢s que ellos o les echa en cara un trabajo precario; impotentes en sus relaciones sexuales en el modelo de la masculinidad cl¨¢sica, que les obliga a llevar la iniciativa.

Me llama la atenci¨®n la cantidad de hombres que toman Viagra antes incluso de tener necesidad de ello. Eso indica que existen mujeres que hacen demasiado y hombres que tienen miedo a estas mujeres. Esto puede llevar tambi¨¦n a la violencia precisamente para enmascarar miedos masculinos. Y porque estas supermujeres pueden acabar completamente aisladas, llenas de soledad, como dec¨ªa al principio. Veo una problem¨¢tica muy amplia y poco estudiada en general.

Las mujeres de su generaci¨®n cre¨ªan en la independencia, y por ello trabajaron tanto. Como psiquiatra, imagino que ha tenido que batallar por el reconocimiento de ese trabajo por parte de sus colegas masculinos.

Mi caso es un poco particular. Al principio, cuando empec¨¦, ten¨ªa grupos de trabajo con hombres que no tomaban en serio el trabajo de las mujeres. De m¨ª dec¨ªan, por ejemplo, que ve¨ªa perversos por todas partes. Era bastante at¨ªpica, independiente, trabajaba bien, y eso se respetaba, pero dec¨ªa cosas raras. O sea, ?ja, ja!, lo propio de una mujer. Entonces lleg¨® el ¨¦xito de mi primer libro, y esos mismos colegas que no me escuchaban empezaron a reconocer que mi pensamiento era interesante e intentaron apoderarse de mis ideas para su trabajo. Esto sucedi¨® porque mi forma de escribir no es acad¨¦mica, sino directa y clara, comprensible. Hay muchos hombres que no creen que esta escritura que entiende todo el mundo tenga ning¨²n valor, y no me citan cuando utilizan mis aportaciones. Esto me a¨ªsla, claro. Pero yo no hubiera podido escribir lo que he escrito sin ser mujer: cosas sutiles que s¨®lo las mujeres entienden. En la Facultad de Medicina, cuando estudiaba, hab¨ªa pocas mujeres; a muchos profesores les parec¨ªa una pretensi¨®n desmesurada que una mujer quisiera ser psiquiatra. Es lo mismo que he visto que sucede ahora en Jap¨®n.

No hemos hablado de esos hombres que buscan madres en sus parejas femeninas y del tipo de relaciones que comporta.

Hay mujeres que se presentan como reparadoras de estos hombres tan fr¨¢giles. Es una gran trampa. Se crea una relaci¨®n muy desigual. Ellas tienen la impresi¨®n de que, con su amor, les van a proteger y resguardar. Esto funciona mal: es una relaci¨®n completamente desigual, basada tambi¨¦n en las relaciones de poder.

En resumen, ?la b¨²squeda de poder lleva a la guerra entre hombres y mujeres?

Es la ra¨ªz de muchos conflictos. Pero no se trata, en absoluto, de ninguna guerra entre ellos y ellas; esto debe quedar claro. Decir que hay una guerra es una caricatura. Existe un problema de comunicaci¨®n entre ellas y ellos que requiere mejores contactos, intercambios, escuchas y comprensi¨®n. Si decimos que hay guerra estamos creando ya la guerra. El problema de comunicaci¨®n se acent¨²a cuando las mujeres consiguen algo de autonom¨ªa, lo cual da miedo a los hombres. Quiz¨¢ las mujeres pueden querer demasiado y ser muy duras, tambi¨¦n con ellas mismas: lo vemos en muchos divorcios o separaciones. No es agredi¨¦ndose mutuamente como se van a solucionar los problemas.

Tal vez todos debamos entender que necesitamos de los dem¨¢s.

Necesitamos del otro, de otro que sea diferente: eso es lo que no se acaba de aceptar. Los hombres no son como las mujeres, ?se comprende eso? Tenemos, en com¨²n, un panorama de soledad que nos debe llevar a tener mayor disponibilidad para estimar la diferencia entre sexos, individuos, culturas, etc¨¦tera. El presente es algo enriquecedor y magn¨ªfico: somos seres disponibles al encuentro con el otro, los otros. Hay que aceptar que nacemos solos y morimos solos, asumirlo; estar disponible no a cualquier cosa, como la moda o el control de nuestros deseos por el consumo, por esos tipos de hombre y mujer ideal o de sexo mercantilizado, sino a lo simplemente humano. Para lo cual hay que aprender a ser exigente en el respeto a la diferencia.

?ltimamente veo que no se acepta bien esa diferencia con los otros, y me da tristeza. La diferencia es la base de la riqueza de la comunicaci¨®n entre las personas y entre los sexos. Har¨¦ un cap¨ªtulo sobre eso en mi pr¨®ximo libro. ?Ah!, y esos encuentros entre individuos, mejor que sean entre personas reales? Lo de Internet es un poco como la lista de la compra del supermercado.

Marie-France Hirigoyen es una autoridad mundial en maltratos psicol¨®gicos.
Marie-France Hirigoyen es una autoridad mundial en maltratos psicol¨®gicos.JOAN S?NCHEZ

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