El escarnio diario de Ahmed
Cuatrocientos islamistas someten a verg¨¹enza p¨²blica a un estudiante gay y le expulsan de la residencia universitaria de Fez
"Eres como un virus al que hay que exterminar". Cuando hace un mes escuch¨® a cuatro barbudos pronunciar esta frase, Ahmed, nombre supuesto, pens¨® que su suerte estaba echada. Aquella noche cuatro estudiantes islamistas le vinieron a buscar a su cuarto del colegio mayor Dar el Mahraz, de la Universidad de Fez, donde escuchaba m¨²sica con otros compa?eros. Le preguntaron si era homosexual y Ahmed, de 26 a?os, estudiante de Ciencias Econ¨®micas, que nunca disimul¨® su orientaci¨®n sexual, les respondi¨® afirmativamente. Entonces le obligaron a acompa?arle hasta el campus y cuando vio a los islamistas all¨ª concentrados sus peores temores se confirmaron: iban a "juzgarle" por ser gay.
Unos 400 islamistas, entre los que abundaban los hombres maduros que no eran estudiantes, formaban, en medio del campus, un cu¨¢druple c¨ªrculo compacto que imped¨ªa acercarse a todos los dem¨¢s. Vestidos con chilabas o con camisas, muchos de ellos llevaban chalecos pese al calor primaveral para, probablemente, disimular sus armas blancas que no llegaron a exhibir.
"Eres como un virus al que se extermina", gritaban al estudiante cientos de 'barbudos'
El c¨®digo penal prev¨¦ condenas de seis meses a tres a?os para los homosexuales
Algunos pertenec¨ªan a las juventudes del Partido de la Justicia y del Desarrollo (PJD), la principal fuerza de oposici¨®n parlamentaria, mientras que los dem¨¢s eran miembros de Justicia y Caridad, el gran movimiento islamista ilegal pero tolerado. Curiosamente, los primeros fueron m¨¢s vehementes con el joven gay.
Sentado en medio de los barbudos, Ahmed fue acusado no s¨®lo de ser homosexual, sino de haber practicado sexo en el colegio mayor -aseguraron poseer testimonios grabados- y de provocar vanaglori¨¢ndose de su orientaci¨®n sexual.
"Les contest¨¦ que s¨ª, que era gay, como lo son cientos de miles de marroqu¨ªes, incluidos otros muchos estudiantes de Fez y varios profesores que lo esconden", recuerda a¨²n acongojado en un restaurante de la ciudad. "Les grit¨¦ tambi¨¦n que no hacia da?o a nadie, que nunca practiqu¨¦ sexo en el recinto universitario y que aportasen pruebas de sus acusaciones".
Poco despu¨¦s de medianoche, tras tres horas de audiencia salpicadas de insultos coreados por la asamblea, los 24 miembros del "jurado" empezaron a deliberar. Dos optaron por que recibiese 20 latigazos y fuese excluido de la universidad; cuatro, por el destierro de la ciudad; cinco, por la expulsi¨®n de la facultad pero sin azotes, y 13, la mayor¨ªa, por obligarle a abandonar la residencia universitaria y permitirle asistir a clase y examinarse, pero con condiciones.
La "sentencia" estipula que Ahmed no podr¨¢ atravesar el campus y deber¨¢ entrar en la facultad por una puerta trasera. S¨®lo podr¨¢ permanecer en ella el tiempo necesario, sin extenderse m¨¢s charlando con otros estudiantes ni frecuentando la cafeter¨ªa. Su incumplimiento acarrear¨ªa mayores sanciones, acaso incluso f¨ªsicas.
Pasada la una de la madrugada cuatro barbudos escoltaron a Ahmed a su habitaci¨®n para que recogiese sus pertenencias. "Les ped¨ª, les supliqu¨¦ que me dejasen pasar una ¨²ltima noche en el colegio mayor porque no sab¨ªa d¨®nde ir a esas horas, pero se negaron en redondo", recuerda el "condenado". Insist¨ªan en que hab¨ªa que ejecutar el "veredicto". "Cre¨¢me, son unos psicoterroristas".
Escaldado por una anterior experiencia en un semanario marroqu¨ª, Rachid el Aduni, un militante del PJD y miembro del "jurado", rehus¨® entrevistarse con este corresponsal. "La legislaci¨®n marroqu¨ª, y tambi¨¦n la ley divina, proh¨ªben la homosexualidad, y nosotros no hemos hecho m¨¢s que aplicarla", consiente a duras penas a explicar por tel¨¦fono tras recordar que la polic¨ªa no entra casi nunca en el recinto universitario.
El art¨ªculo 489 del C¨®digo Penal prev¨¦ penas de seis meses a tres a?os de c¨¢rcel y multas de 11 a 110 euros, para los homosexuales, aunque hace tiempo que los tribunales no pronuncian ninguna condena.
La polic¨ªa s¨ª efect¨²a, muy de cuando en cuando, alguna redada. Una de las m¨¢s sonadas ocurri¨® en junio de 2004, en Tetu¨¢n, donde fueron detenidas 43 personas que celebraban un cumplea?os. La movilizaci¨®n internacional incit¨® a Rabat a ponerles en libertad al cabo de unos d¨ªas.
Sentado en la cantina de la universidad, Mohamed el Yubi, l¨ªder de las juventudes de V¨ªa Democr¨¢tica, un grupo de extrema izquierda que goza a¨²n de cierta implantaci¨®n universitaria, confirma la versi¨®n del escarnio narrada por Ahmed. Tambi¨¦n la corrobora Bennur Hucine, secretario de la secci¨®n local de la Asociaci¨®n Marroqu¨ª de Derechos Humanos. "Con el seudojuicio, los barbudos no trataron s¨®lo de infligir un castigo ejemplar a un homosexual", sostiene El Yubi. "Hicieron adem¨¢s una demostraci¨®n de fuerza despu¨¦s de perder una batalla".
Tres semanas antes, los islamistas fueron derrotados en una macroasamblea cuando intentaron imponer el cierre, a las nueve de la noche, de la residencia de chicas. "Les vencimos argumentando que la biblioteca est¨¢ abierta hasta las doce y ellas acuden all¨ª a estudiar", a?ade.
Pero si El Yubi y sus correligionarios, que controlan en Fez el sindicato universitario, est¨¢n en contra de la expulsi¨®n de Ahmed, "que nunca cay¨® en la provocaci¨®n", tambi¨¦n se muestran convencidos de que el estudiante de Econ¨®micas "est¨¢ enfermo". "Hab¨ªa que haberle brindando apoyo psicol¨®gico, convencerle de que fuese a un m¨¦dico para corregirse", recalca Aziz, otro militante de V¨ªa Democr¨¢tica.
Ahmed recuerda con emoci¨®n contenida la "noche infernal" de su exclusi¨®n manu militari, y finalmente se le saltan las l¨¢grimas cuando habla de sus padres en Taza, una localidad entre Fez y Melilla. "A trav¨¦s de la familia de un chaval de Taza, que estudia aqu¨ª, se enteraron de que soy gay", afirma apesadumbrado.
"Desde que lo supieron, mi padre no para de repetir, seg¨²n me cuenta un hermano, que no soy su hijo, y mi madre se niega a hablar conmigo por tel¨¦fono", se lamenta. Por primera vez, este verano Ahmed no ir¨¢ de vacaciones a su casa familiar de Taza. "Lo ¨²nico que me queda ahora", prosigue, "es el trabajo" a tiempo parcial en un taller textil con el que costea sus estudios. "El due?o es un hombre piadoso y temo que en cualquier momento alg¨²n mal bicho se acerque a revelarle mi secreto y me despida", afirma angustiado. "Cuando me expulsaron de la residencia pens¨¦ en irme a otra ciudad, pens¨¦ incluso en suicidarme, pero me repuse". "Pero si pierdo el empleo...".
"Mire, aqu¨ª, en Marruecos, los gays no queremos ni casarnos ni que se nos reconozca ning¨²n derecho", concluye en tono de s¨²plica. "Nos bastar¨ªa con que nos dejasen en paz".
Poco probable que suceda en una sociedad cada vez m¨¢s impregnada de religiosidad y en la que Mohamed Asseban, miembro del consejo de los ulemas (doctores del islam) de Rabat, preconiza a¨²n "la hoguera para los homosexuales".
El primero en salir del armario
"Temblaba por dentro". Abdel¨¢ Taia, de 33 a?os, recuerda su aprensi¨®n cuando evoc¨® su homosexualidad en un debate, el pasado invierno, sobre su obra literaria en el Instituto Franc¨¦s de Meknes (Marruecos), ante una sala atiborrada.
Taia, un escritor que empieza a abrirse camino, ha hecho historia en su pa¨ªs al ser el primer marroqu¨ª que reconoce abiertamente, sin ser forzado como Ahmed, el estudiante de Fez, su orientaci¨®n sexual.
Rachid O., otro literato marroqu¨ª, tambi¨¦n se declar¨® gay, pero nunca desvel¨® su verdadera identidad y, a diferencia de Taia, s¨®lo public¨® bajo seud¨®nimo en Francia y no en Marruecos.
Taia evoca su homosexualidad en libros, escritos en franc¨¦s, como El Ej¨¦rcito de Salvaci¨®n, editado en primavera en su pa¨ªs.
Por sorprendente que parezca, la doble confesi¨®n del escritor, de viva voz y en su obra, no ha suscitado, por ahora, reacciones hostiles en Marruecos, acaso porque se mueve en ambientes intelectuales. "El franc¨¦s me protege", reconoce.
La prensa franc¨®fona, independiente u oficialista, menciona su orientaci¨®n sexual de forma as¨¦ptica y los ¨®rganos islamistas le ignoran. "Incluso he sido invitado a la televisi¨®n, aunque no me han preguntado por el tema", comenta sorprendido del eco que suscita su obra.
Taia naci¨® en Sal¨¦, la ciudad pegada a Rabat, en una familia numerosa y humilde, y ahora vive en Par¨ªs. "En Europa es m¨¢s f¨¢cil", se?ala. "En Marruecos se nos inculca el temor a ser mal visto, a tener verg¨¹enza". "Todo se hace a escondidas". "Estamos cansados de disimular".
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