El peso de la l¨®gica
Landis conquista el Tour de Francia por 59s, tras superar a Pereiro, segundo en la general, y a Sastre, cuarto
En una rotonda, a la salida de Le Creusot, los corredores deb¨ªan dar la vuelta alrededor de un curioso monumento, homenaje, sin duda, a las piernas de Sergei Gonchar; a los pulmones de Floyd Landis; al organismo completo de Andreas Kloden; a la cabeza de ?scar Pereiro. S¨ªmbolo, sin duda, del peso de la l¨®gica que finalmente acab¨® dando forma y sentido al Tour m¨¢s loco, igualado y apasionado de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Gan¨® la etapa el m¨¢s potente de todos los corredores, el tremendo ucranio Gonchar; gan¨® el Tour el m¨¢s fuerte de todos, el mejor contrarrelojista, el norteamericano Landis; aguant¨® una plaza en el podio, segundo, a menos de un minuto del primero, el m¨¢s fuerte mentalmente, el m¨¢s cabezota, Pereiro; y terminaron tercero y cuarto los m¨¢s regulares, los corredores que menos fallaron durante todo el Tour, tambi¨¦n los peor dirigidos desde el coche, Kloden, que exhibi¨® su calidad en la contrarreloj, y Sastre, que sucumbi¨® en el empe?o y qued¨® fuera del podio de Par¨ªs.
"Este martillo pil¨®n a vapor, fabricado en 1876, fue en su momento el m¨¢s potente del mundo", se lee al pie del engendro, una letra A blanca con una torreta encima y un tremendo pil¨®n en el centro, una construcci¨®n de hierro de 21 metros de altura, de 545 toneladas de peso y una potencia de golpeo de 500 toneladas. "Capaz de forjar inmensas piezas de hierro, gracias a la precisi¨®n de su construcci¨®n y a la habilidad de sus maquinistas, el pil¨®n pod¨ªa forjar inmensas piezas de hierro y cascar delicadamente una nuez, o encorchar una botella". Y, si nos ponemos po¨¦ticos, capaz de aniquilar, de aplastar bajo el peso de la gravedad, los sue?os de dos ligeros escaladores espa?oles, que al final de un Tour en el que hab¨ªan podido dar rienda suelta a sus aspiraciones m¨¢s locas chocaron contra el muro de la f¨ªsica, de las matem¨¢ticas, de la ciencia ciclista en la prueba de la verdad, la contrarreloj llana, como Poulidor choc¨® contra Anquetil, como Delgado se encontr¨® a Roche, como Chiappucci, Pantani, tantos otros, se toparon con Indurain.
Se puede uno imaginar tal prodigio de la metalurgia en funcionamiento y seguramente la imagen que se forjara no estar¨ªa muy lejana de la que compusieron ayer las poderosas piernas de Gonchar, ¨¦mbolos mec¨¢nicos, golpeando r¨ªtmica y pesadamente los pedales, moviendo la bicicleta a golpes de fuerza a trav¨¦s de las suaves colinas de Borgo?a, de los valles, de las laderas cargadas de vi?edos. El peso de la fuerza. Tampoco la imagen, piensen, la m¨¢quina de vapor a pleno rendimiento, quedar¨ªa muy lejana del proceso fisiol¨®gico que partiendo del coraz¨®n enorme, de los poderosos pulmones, de Landis, transportaba el ox¨ªgeno a sus m¨²sculos hambrientos, a sus piernas regulares, cadenciosas en el pedaleo, a sus brazos musculosos, aferrados r¨ªgidamente a su manillar de triatleta como un n¨¢ufrago a un salvavidas, a sus ri?ones infatigables que desde la inc¨®moda posici¨®n consegu¨ªan transmitir toda la potencia posible a las piernas. Y se puede uno imaginar tambi¨¦n, sin fuerza, a la cabeza de Pereiro desafiando la l¨®gica, dura, golpeando contra las 500 toneladas de hierro, convencido de que antes de chascar su cr¨¢neo se romper¨ªa el pil¨®n.
Y durante 25 kil¨®metros golpe¨® y golpe¨® sin dudar que su objetivo estaba ah¨ª. Sali¨® Landis como un ca?¨®n, destroz¨® a Sastre en tres pedaladas, marc¨® el mejor tiempo en el kil¨®metro 16,5 y sonri¨® cuando comprob¨® que Pereiro, en su desvar¨ªo, hab¨ªa elegido la misma t¨¢ctica, salir a toda m¨¢quina y esperar a ver qu¨¦ pasaba. "Mejor para nosotros", dijo Lelangue, el director de Landis, cuando observ¨® que Pereiro tambi¨¦n marcaba un tiempo excepcional. "As¨ª reventar¨¢ antes". Y as¨ª fue. O casi. Cuando lleg¨® la zona de los repechos, cuando el viento empez¨® a separar el grano de la paja, cuando Pereiro se ve¨ªa obligado a ponerse de pie sobre la bicicleta para mantener la cadencia, para no quedarse clavado, cuando Eusebio Unzue, al volante, tras la bocina, tras Pereiro, empez¨® a a?orar los tiempos en que segu¨ªa a Indurain, aquellos momentos en que se le hac¨ªa la boca agua contemplando tales repechos, los ri?ones de Landis entraron a funcionar a pleno rendimiento y en el kil¨®metro 25, a la media hora justa de su prestaci¨®n, Pereiro fue informado de que Landis ya hab¨ªa enjugado los 30s de desventaja con que hab¨ªa partido y de que su ritmo segu¨ªa creciendo. Todo su empe?o, desde aquel momento, se centr¨® en frenar su declive, en aguantar su segunda plaza, amenazada por un Kloden implacable que ya hab¨ªa desplazado a Sastre del podio. Y tuvo la fuerza para conseguirlo.
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