El nuevo desorden multipolar mundial
Se termin¨® el momento unipolar en el que la supremac¨ªa de EE UU parec¨ªa invencible
Bienvenidos al nuevo desorden multipolar mundial. El Estado de Israel est¨¢ en guerra con Hezbol¨¢, que es un movimiento pol¨ªtico dentro de L¨ªbano y, al mismo tiempo, una organizaci¨®n terrorista al otro lado de sus fronteras. El Estado liban¨¦s no controla su propio territorio. Ir¨¢n tiene enorme influencia sobre Hezbol¨¢, aunque no lo maneja. Rusia, que acaba de salir triunfante de la cumbre del G-8 en San Petersburgo, es seguramente, de todo ese grupo, el pa¨ªs que tiene relaciones m¨¢s estrechas con Siria (Estado al que abastece de armas) e Ir¨¢n. China tambi¨¦n tiene algo que decir, as¨ª como las grandes potencias europeas, que, una vez m¨¢s, no est¨¢n actuando como una verdadera Uni¨®n Europea. Estados Unidos posee el ej¨¦rcito m¨¢s poderoso que ha visto jam¨¢s el mundo y ?c¨®mo lo est¨¢ utilizando? Para evacuar a sus ciudadanos de L¨ªbano. Si la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, consigue que se llegue a un acuerdo para poner fin a las hostilidades, ser¨¢ s¨®lo mediante una compleja labor de diplomacia multilateral.
Si Condoleezza Rice consigue que se llegue a un acuerdo para poner fin a las hostilidades, ser¨¢ s¨®lo mediante una dif¨ªcil labor de diplomacia multilateral
El peligro de guerra nuclear es el mayor desde la crisis de los misiles de 1962, aunque la escala de la posible conflagraci¨®n es mucho menor
La aparici¨®n de nuevas potencias siempre aumenta el riesgo de violencia. Igual ocurre cuando la autoridad dentro de los Estados est¨¢ discutida
Bienvenidos, pues, al nuevo desorden multipolar, y adi¨®s al momento unipolar en el que la supremac¨ªa estadounidense parec¨ªa invencible. ?La hiperpotencia! ?La mega Roma! ?Se acuerdan? Resulta que llamarlo momento era lo apropiado: un breve episodio entre el final del viejo orden bipolar mundial de la guerra fr¨ªa y el comienzo del nuevo mundo multipolar del siglo XXI. Esta nueva multipolaridad es producto, al menos, de tres tendencias. La primera, con la que m¨¢s familiarizados estamos, es la del ascenso o resurgimiento de una serie de Estados -China, India, Brasil, la Rusia que renace- cuyos recursos energ¨¦ticos compiten con los de las potencias tradicionales de Occidente. La segunda es la del poder creciente de los actores no estatales. ?stos pueden ser muy distintos. Van desde los movimientos como Ham¨¢s, Hezbol¨¢ y Al Qaeda hasta las organizaciones no gubernamentales como Greenpeace, desde las grandes compa?¨ªas energ¨¦ticas y farmac¨¦uticas hasta las regiones y los grupos religiosos.
Una tercera tendencia es la relacionada con las transformaciones en la moneda de cambio del poder. Los avances en las tecnolog¨ªas que pueden emplearse para la violencia ofrecen a grupos muy peque?os de personas la capacidad de desafiar a Estados poderosos: pilotar un avi¨®n para estrellarlo contra el World Trade Center en Nueva York, lanzar un misil contra Haifa, colocar una bomba en el metro de Londres o rociar de gas sar¨ªn el metro de Tokio. Los avances en la tecnolog¨ªa de la informaci¨®n y los medios globalizados hacen que el ej¨¦rcito m¨¢s poderoso de la historia pueda perder una guerra, no en un campo de batalla lleno de sangre y polvo, sino en el terreno de la opini¨®n mundial. Si observamos el vertiginoso descenso que ha sufrido la popularidad de Estados Unidos desde 2002, comprobado por los sondeos de Pew Global Attitudes incluso en pa¨ªses tradicionalmente favorables a los estadounidenses, podr¨ªamos decir que eso es exactamente lo que ha ocurrido.
Menos poder occidental
Lo que producen todas estas tendencias tan distintas combinadas es la disminuci¨®n del poder relativo de los Estados occidentales y, sobre todo, de EE UU. Sin que el mundo se diera demasiada cuenta, y a pesar de la constante ret¨®rica guerrera sobre la que habl¨¢bamos hace dos semanas, el Gobierno de Bush se ha adaptado a esta realidad en su segundo mandato. Desde 2005, de acuerdo con una estrategia elaborada por Condoleezza Rice, ha empezado a utilizar la diplomacia multilateral para abordar tanto la cuesti¨®n de los otros dos miembros del eje del mal -Ir¨¢n y Corea del Norte- como la mayor¨ªa de los dem¨¢s problemas, aunque siempre insistiendo en que mantiene la opci¨®n de emplear la fuerza.
Esta estrategia se ha visto obstaculizada por la enorme concentraci¨®n de tiempo y recursos en Irak y por la resistencia a entablar negociaciones directas y bilaterales con reg¨ªmenes despreciables como el de Ir¨¢n, pero no cabe duda de que la pol¨ªtica exterior de EE UU en 2006 es muy diferente a la de 2003, cuando comenz¨® la guerra de Irak. ?Corea del Norte prueba misiles capaces de transportar las cabezas nucleares que ya est¨¢ fabricando? Washington dice: ?Volved a las negociaciones a seis bandas! ?Ir¨¢n reanuda el enriquecimiento de uranio? Washington dice: ?Os vamos a llevar a la ONU! ?Hezbol¨¢ lanza misiles contra Israel? Washington dice: ?Ha llegado la hora de la diplomacia!
Cuando Jacques Chirac habl¨® favorablemente de la multipolaridad en 2003, hizo dos afirmaciones: 1. El mundo es multipolar, y 2. Eso es positivo. Ya se ha visto que la frase n¨²mero 1 es cierta; la n¨²mero 2 est¨¢ a¨²n por confirmar. Para empezar, es totalmente distinto que nos encontremos ante un orden multipolar o un desorden multipolar. El orden tiene m¨¢s valor en las relaciones internacionales. Contribuye a que muera menos gente. Por el momento, lo que tenemos es desorden multipolar, y no est¨¢ claro qu¨¦ forma podr¨ªa adoptar un nuevo orden multipolar. Hist¨®ricamente, la aparici¨®n de nuevas potencias que compiten para hacerse un sitio siempre aumenta las oportunidades de violencia. Lo mismo ocurre cuando la autoridad dentro de los Estados est¨¢ discutida.
Los internacionalistas liberales so?amos con un mundo de Estados democr¨¢ticos, pac¨ªficos y respetuosos de los derechos humanos, que act¨²en a trav¨¦s de alianzas y organizaciones multilaterales y en un contexto de leyes internacionales. Un mundo compuesto de 192 Canad¨¢s, por ejemplo. Algunas de las potencias en ascenso encajan en esa idea: la propia Canad¨¢ y Australia -pa¨ªses cuyos recursos naturales van a otorgarles cada vez m¨¢s importancia-, pero tambi¨¦n, en gran medida, India y Brasil. China y Rusia no, desde luego, ni tampoco muchos de los actores no estatales que manejan actualmente la pol¨ªtica mundial. Henry Kissinger ha sugerido que la geopol¨ªtica de Asia en el siglo XXI tal vez se parecer¨¢ a la de Europa en el siglo XIX, con unas grandes potencias que competir¨¢n entre s¨ª y utilizar¨¢n la guerra como prolongaci¨®n de la pol¨ªtica por otros medios. Pero podr¨ªa ser peor. Podr¨ªamos encontrarnos con ese tipo de rivalidad entre grandes potencias, pero a escala mundial, y, adem¨¢s, los terroristas. Y las grandes empresas. Y las comunidades religiosas transnacionales. Y las ONG internacionales. No pretendo decir que todos estos tipos de actores, tan distintos, sean equiparables moralmente. S¨®lo que lo que todos tienen en com¨²n es que no encajan con claridad en un orden mundial de Estados.
S¨®lo el preludio
Lo que estamos presenciando en la frontera entre Israel y L¨ªbano podr¨ªa ser s¨®lo el preludio. Es posible que, mucho despu¨¦s de que Blair se haya ido, cuando la presencia estadounidense y brit¨¢nica que quede en Irak sea meramente simb¨®lica, tengamos que acordarnos de las advertencias que hizo el primer ministro -desgraciadamente asociadas a la guerra de Irak- sobre el riesgo que supon¨ªa la combinaci¨®n de armas de destrucci¨®n masiva, terrorismo y Estados fallidos. La proliferaci¨®n nuclear -la proliferaci¨®n de armas de destrucci¨®n masiva en general- es uno de los grandes peligros de nuestro tiempo. Es tan grave como el calentamiento global, e igualmente dif¨ªcil de abordar. Me parece razonable decir que el peligro de guerra nuclear es ahora mayor que en ning¨²n otro momento desde la crisis de los misiles cubanos de 1962, aunque la escala de la posible conflagraci¨®n es mucho menor. ?Qui¨¦n se atrever¨ªa a apostar que no vamos a ver ning¨²n uso belicoso de un arma nuclear en los pr¨®ximos 10 a?os? Yo no. ?Y ustedes?
En resumen, conviene tener cuidado con lo que deseamos. En principio, la multipolaridad es un paso adelante sobre la unipolaridad, por el mismo motivo por el que es prudente tener una divisi¨®n de poderes ordenada en una democracia. Pero s¨®lo es un paso adelante si consiste en un tipo de orden liberal, un sustantivo y un adjetivo que, en este caso, tienen la misma importancia. Sin embargo, si los acontecimientos de estas semanas son un indicio de lo que se nos avecina, el nuevo desorden multipolar mundial puede ser verdaderamente horrible. Y a lo mejor acabamos incluso sintiendo nostalgia de aquellos malos tiempos de la supremac¨ªa de Estados Unidos.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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