El fabuloso redentor
Paul Auster maneja a los personajes de sus novelas como un mago. El premio Pr¨ªncipe de Asturias 2006 ama tambi¨¦n llevarlos al cine, como hace ahora con 'La vida interior de Martin Frost'
La literatura es un oficio de fe. Pero la fe, pese a lo que digan los metaf¨ªsicos y los creyentes m¨¢s fervorosos, es algo cuantitativo: se puede llegar a poner en la b¨¢scula de un sistema m¨¦trico decimal muy particular e igual de fiable. El mundo de Paul Auster nos lo demuestra de sobra, porque en ¨¦l algunos rasgos del comportamiento humano rebasar¨ªan varias toneladas de optimismo y vitalismo, en igual medida que otras variables menos recomendables para afrontar los agujeros negros de la vida.
Los personajes que pueblan el ADN de este escritor adoptado en la orilla neoyorquina, pero que naci¨® en Newark (Nueva Jersey, el Estado del otro lado del r¨ªo) en 1947, saltan del poderoso cocteleo de su imaginaci¨®n, que produce fluidos de seres que huelen y tienen sabor, que padecen y respiran, que intentan ser felices a la altura de sus circunstancias, cuando en algunos casos ¨¦stas no dan m¨¢s que para la desolaci¨®n.
Cuando pintan bastos es cuando Auster, como un superh¨¦roe, como un fabuloso redentor, los rescata, en un alarde de confianza ciega en su oficio. Como quien est¨¢ absolutamente convencido de que posee las claves secretas de la salvaci¨®n mediante la creaci¨®n de historias, que es el medio para que, seg¨²n ¨¦l predica, toda la humanidad vea un poco de luz en el camino. As¨ª, Auster, m¨¢s que en un escritor, se convierte en un evangelista de nuestro tiempo. Un urdidor de par¨¢bolas fant¨¢sticas protagonizadas por gente de lo m¨¢s corriente para que podamos seguir confiando en la especie de los de aqu¨ª abajo. ?l ha demostrado tambi¨¦n que ese tipo de historias es el m¨¦todo m¨¢s eficaz contra los fan¨¢ticos del m¨¢s all¨¢ y los fabuladores baratos de discursos apocal¨ªpticos que tratan de atemorizarnos con demonios y terroristas.
Uno cae en esto cuando comprueba que casi todas sus narraciones comienzan con alguien desesperado o que va a morir, como el desvalido Nathan Glass, el h¨¦roe de su ¨²ltima y maravillosa novela, Brooklyn follies, que elige regresar al barrio de su infancia para quitarse la armadura. Glass es un todo, un referente de ese enternecedor circo de pobres diablos en crisis, n¨®madas triturados por la vida que parecen toros en busca del burladero para doblar la pata bien resguardados. Son las criaturas que inventa Auster al principio de sus libros para poderlos redimir, el aut¨¦ntico y m¨¢s cabal sentido de su literatura, a lo largo de toda la narraci¨®n. Inventa para salvarlos. Escribe para darles esperanza. Urde palabras para que se confiesen y conf¨ªen.
Dice que no es consciente de ello, que le sale as¨ª sin querer. "No me doy cuenta", asegura Auster, en un hotel de Lisboa, un d¨ªa de descanso del rodaje de su pel¨ªcula La vida interior de Martin Frost, que ha filmado all¨ª casi en familia, con su hija Sophie, de 18 a?os, cantante y actriz, en el reparto. Est¨¢ relajado, contento y con ganas de hablar del Premio Pr¨ªncipe de Asturias de las Letras, que recoger¨¢ en Oviedo en octubre y que le hizo imponerse en las votaciones a otro de los enormes escritores estadounidenses del presente, Philip Roth, al que conoci¨® esta primavera por casualidad. Muchos le han querido contraponer al estilo de Auster, en una especie de lucha literaria bipolar en busca quiz¨¢ de conflictos que en esta ¨¦poca del imperio ecl¨¦ctico no llevan a ninguna parte. Ya no es pecado que te puedan gustar los dos. Elegir a uno frente a otro resulta una ni?er¨ªa fuera de lugar cuando se les puede sacar su jugo a partes iguales y cuando ambos retratan una Am¨¦rica tan real como desolada, tan aterrada como digna de elogio, tan perdida como desesperada en su b¨²squeda de una felicidad que se hace cada vez m¨¢s cara.
Auster, con sus ojos esf¨¦ricos de gur¨² indio y su voz grave y quebrada, no muestra m¨¢s que buenas palabras por Roth, a quien le emocion¨® realmente conocer en un restaurante de Nueva York hace nada. El maestro le felicit¨® por haber ingresado en "el club", es decir, en la academia norteamericana de las letras. El autor de Mr. V¨¦rtigo, La noche del or¨¢culo, La m¨²sica del azar, El libro de las ilusiones o Trilog¨ªa de Nueva York, entre otras obras, lo cuenta con el mismo entusiasmo que habla de los poetas a los que m¨¢s admira y que le guiaron sus primeros pasos como autor l¨ªrico antes que novelista; la misma ilusi¨®n que le hace releer constantemente el Quijote, a Shakespeare o a Garc¨ªa M¨¢rquez, un autor con el que se siente especialmente identificado este novelista que ha sido marinero y profesor de universidad.
Le estimula hablar de ellos lo mismo que de Brooklyn, el barrio en el que vive hace 26 a?os, y que, seg¨²n ¨¦l, "no es el para¨ªso, pero es muy interesante". O lo mismo que escrutar los secretos de la creaci¨®n en palabras o im¨¢genes porque no deja escapar en la conversaci¨®n su delirio por el cine, un espacio creativo al que se enganch¨® lo mismo que a la nicotina de los puritos que fuma sin cesar cuando escribi¨® Smoke, de Wayne Wang, con quien codirigi¨® despu¨¦s Blue in the face antes de lanzarse solo a rodar Lulu on the bridge y ahora La vida secreta de Martin Frost.
Buen premio le ha ca¨ªdo.
No sab¨ªa que este a?o era candidato. Otras ediciones tambi¨¦n fui finalista en las votaciones; el a?o que gan¨® Claudio Magris, que le¨ª en The New York Times: "Magris gana el Pr¨ªncipe de Asturias imponi¨¦ndose a Paul Auster y Milan Kundera". ?Ja, ja! Pero este a?o, ni me hab¨ªa enterado.
Y eso que ha ganado a Philip Roth en la votaci¨®n. Dos visiones diferentes de la literatura en su pa¨ªs luchando hasta en Oviedo.
Lo gracioso es que, aunque los dos hemos nacido en Newark, Nueva Jersey, nos conocimos por primera vez en un restaurante en Nueva York una semana antes de que me viniera a Portugal a rodar. Hablamos y me dijo: "Tenemos que volver a Newark juntos". Me pareci¨® muy simp¨¢tico, encantador. Es un escritor completamente opuesto a m¨ª, otra sensibilidad radicalmente distinta. Aunque compartimos gustos: ¨¦l adora a Conrad, como yo.
Pero no creo que le guste Garc¨ªa M¨¢rquez tanto como a usted.
Yo tambi¨¦n lo creo. Muy probablemente, aunque tengo que hablarlo con ¨¦l.
A mucha gente le parece que es usted un explorador del realismo m¨¢gico del norte; al menos, que comparte esa mirada sobre la realidad.
Mi obra tiene una escala muy ancha. Hay novelas muy atadas al suelo. A m¨ª tambi¨¦n me resulta extra?o ser al tiempo el creador de Mr. V¨¦rtigo, la historia de un chico que levita, como tambi¨¦n les ocurre a algunos en Macondo, y de Brooklyn follies. O haber filmado una comedia loca como Blue in the face y una pel¨ªcula como Lulu on the bridge. Pero la medida de eso ya lo da Shakespeare; para ¨¦l, un d¨ªa era una tragedia, y otro, comedia. De lo que se trata es de hacerlo bien.
La pel¨ªcula que rueda en Portugal dice usted que es un 'haiku'. ?C¨®mo se mide eso?
Porque es una pel¨ªcula muy peque?a. Un haiku es como un respiro; una pel¨ªcula as¨ª, con cuatro actores y unas localizaciones como las que hemos utilizado -una casa, su jard¨ªn y un camino, no hay m¨¢s-, tambi¨¦n.
Una casa y un camino son como una met¨¢fora de su obra.
?Qui¨¦n sabe! ?Qui¨¦n sabe!
Lo digo porque usted enfrenta a sus personajes a algunas paradojas curiosas. Algunos disfrutan de una libertad absoluta encerrados en alg¨²n sitio y otros se sienten oprimidos siendo n¨®madas. ?La buena literatura surge de la contradicci¨®n?
Cierto, muchas cosas desagradables les ocurren a algunos cuando est¨¢n en el camino. Estoy totalmente de acuerdo en ese punto de partida para la literatura, el de la paradoja. O el de las preguntas sin respuesta. Las preguntas que todos nos hacemos, pero que carecen de respuestas. Algunos las consiguen a veces, pero suelen ser locuras las conclusiones que sacan.
Para obtener esas respuestas se puede escribir un libro, ?pero vale eso como garant¨ªa de que se obtengan o s¨®lo para ahondar en las dudas?
Eso es lo que puede pasar. Creo que todo mi trabajo reta a las dudas, busca un equilibrio en un mundo inestable. El escritor es un ser dudoso; no s¨®lo del mundo, sino de s¨ª mismo. Si no dudaras, si no te plantearas lo que realmente merece la pena de lo que haces, no valdr¨ªa para nada, no ser¨ªa bueno. Nunca he conocido a un buen escritor completamente seguro de lo que escribe. Lo que la gente no entiende es que te sientes a escribir una novela de un tir¨®n. Escribes much¨ªsimas cosas que no valen nada, lo tiras, luego lo vuelves a intentar; as¨ª que lo que aprendes cada d¨ªa es lo in¨²til que puedes llegar a ser, y eso es una cura de humildad.
?El secreto, entonces, es no fiarse de lo que uno escribe?
No, tampoco. Tienes que creerlo para hacerlo, y estar convencido de que la historia que tienes entre manos es tan real como la vida misma. Cuando escribo una novela trabajo todos los d¨ªas, siete a la semana, y pongo mi cabeza y mi alma a su servicio. Si me tengo que ir una semana o dos y luego vuelvo a la historia, me entran las dudas, me cuesta meterme dentro otros dos d¨ªas, en ese mundo creado. Por eso busco estabilidad, para m¨ª es la mejor manera de hacerlo.
As¨ª que mientras rueda, no escribe.
No, estoy tan ocupado que la idea de escribir algo me resulta imposible. Pero es bueno tomarse un descanso, sin quejas. Yo eleg¨ª meterme en esto, nadie me ha obligado y lo estoy disfrutando. Me viene bien salir de mi cuarto y trabajar con gente.
No mucha, por lo que cuenta.
Muy poca, poco reparto, poco equipo, pero resultados alucinantes. Las interpretaciones son tan buenas; la fotograf¨ªa, tan incre¨ªble, que estoy muy satisfecho, me da muy buen p¨¢lpito. Mi hija Sophie est¨¢ en la pel¨ªcula, tiene un papel muy peque?o, y me dice que es impresionante que durante el rodaje no haya habido ninguna metedura de pata de nadie, y es porque est¨¢n tan concentrados que no corren el riesgo de equivocarse, ni de olvidarse de sus partes, ni nada. Tambi¨¦n ha venido muy bien que ensay¨¢ramos dos semanas antes del rodaje.
Y ha resucitado usted a Martin Frost, un personaje de 'El libro de las ilusiones'.
Martin Frost surgi¨® como un gui¨®n para un cortometraje que me encarg¨® un productor alem¨¢n y que finalmente no se hizo. Pens¨¦ que la historia dar¨ªa para mucho m¨¢s. Luego lo inclu¨ª en El libro de las ilusiones, y despu¨¦s se me ocurri¨® que lo interesante es lo que le pasa despu¨¦s de que acaba la historia tal y como est¨¢ en el libro. As¨ª que lo ¨²nico que quiero contar de ¨¦l es lo que est¨¢ publicado, no m¨¢s; s¨®lo que es una historia tan salvaje como impredecible.
Da la impresi¨®n de que sabe usted separar su trabajo como escritor del de cineasta.
Lo gracioso es que soy esencialmente un escritor, aunque amo el cine. Pero me considero un escritor muy poco cinematogr¨¢fico. Mis libros no parecen pel¨ªculas; no est¨¢n poblados de escenas peque?as, seguidas una de otra. No hay mucho di¨¢logo, son muy descriptivos. Precisamente por eso creo que trabajar en el cine es bueno para m¨ª. Porque es una manera completamente distinta de contar una historia.
O sea, que no es usted de esos autores que mientras escriben ya est¨¢n pensando en la adaptaci¨®n al cine. Lo bueno, uno de los grandes retos de un escritor en estos tiempos, ?no es escribir una novela que nadie sea capaz de adaptar al cine?
Estoy de acuerdo, s¨ª se?or. Una de mis novelas fue adaptada al cine, La m¨²sica del azar, y me di cuenta de que al adaptarla perder¨ªa mucho, se convertir¨ªa en algo distinto. Lo que ocurre en mis libros tiene tanto que ver con el interior de los personajes que no acaba de plasmarse bien en pantalla. Aunque he hecho una excepci¨®n. Con mi primer libro, In the country of last things. Hay un joven director argentino, Alejandro Chomsky, que quiere hacerlo; un chico con mucho talento. Le he ayudado con el gui¨®n y ahora est¨¢ intentando juntar el dinero para rodarlo en Buenos Aires en ingl¨¦s y en espa?ol. Vamos a ver. Los proyectos de cine tienen propensi¨®n a evaporarse, pero es algo que me gustar¨ªa que saliera adelante.
As¨ª que ha elegido el camino de la pureza. Y ¨¦sta, en literatura, ?con qu¨¦ tiene que ver?, ?con el lenguaje?
Cierto. Mi lucha, mi ambici¨®n es la claridad, la limpieza; mi sue?o es escribir un libro tan transparente que el lector sienta que el m¨¦dium entre ¨¦l y la historia no son ni siquiera las palabras, que se sienta dentro de ellas, metido en algo invisible. Al tiempo, el proceso de la escritura tiene que ver con la m¨²sica, el sonido, el ritmo; relacionar un p¨¢rrafo con otros, para que la gente no lea s¨®lo con la mente, sino tambi¨¦n con el cuerpo. Los lectores muy sensibles captan esa m¨²sica. Yo no s¨¦ en qu¨¦ parte del proceso surge eso, pero s¨¦ cuando lo hago bien y cuando lo hago mal.
A eso le llamo ambici¨®n.
Tampoco. El trabajo debe ser as¨ª y ya est¨¢. Sin compromisos. La obligaci¨®n de contar la verdad a cada paso, y, como sabemos, la verdad puede ser muy inc¨®moda, y hay est¨¢ la dificultad. El dolor, lo que dejas de ti en cada libro.
?Compromiso?
S¨ª, es compromiso. Pero, ?por qu¨¦?, ?por qu¨¦ nos comprometemos?
Eso, ?qui¨¦n les llama a comprometerse?
Creo que el arte es una enfermedad, te infectas y no te recuperas. Todos los artistas, aunque tampoco quiero exagerar, son gente que sufre, gente que no encaja en este mundo y busca otro. Hay gente encantada de conocerse a s¨ª misma; que se siente c¨®moda con su mente, con su cuerpo, con su manera de ser. Yo les admiro, pero no soy de ¨¦sos.
?Les admira o les envidia?
Lo mismo da. Tampoco quiero ser como ellos. Hay una frase de Tarkovsky, el director ruso, que dec¨ªa que necesitamos el arte porque el mundo es imperfecto.
De hecho, usted siempre comienza sus libros con alguien desesperado, al borde de la muerte. ?Pretende ser usted un resucitador?
?Un resucitador?
S¨ª, porque necesita todo el libro para salvar a sus personajes.
Para salvarles o para condenarles.
?Es consciente de ello?
No, llegan de lugares a los que no tengo acceso, de sitios muy inconscientes. No les busco, me encuentran.
Y bien salv¨¢ndoles o conden¨¢ndoles, ?qu¨¦ siente por ellos?
Un enorme cari?o. No me abandonan, siguen a mi lado a?os despu¨¦s. Lo ver¨¢n en mi nueva novela, que saldr¨¢ pronto, Troubles in the scriptorium, que trata de la relaci¨®n de un autor con sus personajes. Empieza con un hombre sentado al borde de la cama, en pijama, aguant¨¢ndose la cabeza con las manos. As¨ª, con esa imagen comienza, explorando esa visi¨®n.
Una imagen un tanto nihilista.
Neutral. ?Por qu¨¦ ese hombre viejo mira al suelo?
As¨ª que le preocupa envejecer.
No mucho, es un hecho. ?Qu¨¦ puedo hacer para impedirlo? Es fascinante, no me asusta. Simplemente me impresiona tener la edad que tengo, 59 a?os ya. En mi mente me parece que tengo 32, y no es as¨ª.
A lo mejor lo que le inquieta es envejecer de determinada forma.
Tampoco. Me llama la atenci¨®n el misterioso trabajo que lleva a cabo el tiempo, eso me interesa cada vez m¨¢s. Tambi¨¦n llegas a un punto, ahora, en que te das cuenta de que muchas de las personas que has querido han muerto. Empleas mucho tiempo habl¨¢ndoles a sus fantasmas. Cuando eres joven no haces estas cosas. Es como si tuvieras un pie en ese mundo de los muertos y otro en el presente. Ahora me acuerdo de cuando ten¨ªa veintitantos a?os y ve¨ªa a escritores mayores que me impresionaban porque parec¨ªan vencidos, derrotados; se les notaba vagos, no se interesaban por nada. No era as¨ª, ahora que he envejecido me he dado cuenta de lo que les pasaba: que sent¨ªan que nadie iba a ser capaz de cambiarlos, que no vendr¨ªa ning¨²n jovencito a descubrirles nada. Cuando tienes 20 a?os cambias cada d¨ªa: un d¨ªa escribes como Hemingway, otro como Faulkner; pero cuando superas eso encuentras tu manera de ver el mundo y no vuelves atr¨¢s.
Y cuando usted era joven, ?c¨®mo disfrutaba m¨¢s? ?Imitando a Ernest Hemingway o a William Faulkner?
Siempre estaba insatisfecho, porque buscaba mi camino y no lo encontraba. Por eso escrib¨ªa tantos poemas, cientos de poemas, y no me gustaban, no se los ense?aba a nadie. Fue cuando comenz¨® todo. Dej¨¦ de preocuparme por encontrar una voz propia cuando de repente comenz¨® a surgir, y lo que escrib¨ªa cobraba importancia en su propio sonido. Lo que es el contenido y la forma. Si tienes que expresar algo, la historia en s¨ª encontrar¨¢ la manera de hacerlo.
Entonces, las estructuras de las novelas no surgen s¨®lo de la creatividad del escritor, sino que es la propia historia la que va moldeando su estructura, la que de alguna forma necesita su propio encaje.
Absolutamente. Todo tiene que ver con la imaginaci¨®n, nos pongamos como nos pongamos.
Y en esa relaci¨®n de forma y fondo hay una novela ejemplar, como es el 'Quijote'. ?Qu¨¦ es lo que le apasiona de esa obra?
Novela de novelas. Historias que entroncan con historias hasta que de repente te encuentras en un agujero con espejos. Soy un gran amante del Quijote, pero sobre todo de la segunda parte. ?sa es la novela moderna. Me fascina esa manera de dejar rastros para el lector, reales, fiables o no, que nos conducen hasta el camino que seguimos explorando hoy d¨ªa.
?Se considera muy influenciado por Cervantes?
El Quijote es un libro que leo y sobre el que reflexiono a menudo. Pero no pienso en mis influencias. No quiero ser consciente de ellas. Ni tampoco de lo que desprecio. Pero creo que han influido m¨¢s en m¨ª los poetas que los novelistas.
De ah¨ª su obsesi¨®n por el lenguaje y la transparencia. ?Ese fanatismo por las palabras es lo que lleva a muchos a escribir?
Hay algo de eso. Hay que ser un obseso. Casi no existe otra cosa m¨¢s fiable que el lenguaje, por eso me refugio en los grandes a menudo; leo mucho a Shakespeare, a John Donne; pero tambi¨¦n a quienes me han aportado mucho personalmente, como George Oppen, un poeta desconocido que fue amigo m¨ªo, por ejemplo.
El compromiso en los escritores es algo que usted se toma muy en serio. Es miembro muy activo del Pen Club, por ejemplo.
Ahora soy vicepresidente, s¨ª. Me lo pidi¨® Salman Rushdie, que es el presidente, y no pod¨ªa negarme. Es de las pocas organizaciones de escritores que promueven los derechos humanos en el mundo. Me siento obligado a ayudar a escritores en peligro, cuyos derechos no se respetan, y tenemos influencia, hemos sacado a muchos de la c¨¢rcel. Cr¨¦anme, es muy aburrido sentarse en las reuniones, discutir los presupuestos, muy tedioso; pero lo hacemos porque es por una buena causa.
M¨¢s ahora, porque se est¨¢n poniendo las cosas feas en el mundo, gracias al Gobierno de su pa¨ªs, en parte.
Est¨¢ m¨¢s enfermo que nunca en la historia. En el Pen hemos creado un grupo de emergencia, 10 o 15 escritores lo forman en Cooper Union; all¨ª hay un lugar muy emblem¨¢tico, llamado The Great Hall, que fue donde Abraham Lincoln anunci¨® que se presentar¨ªa a las elecciones. All¨ª hacemos reuniones y congresos, el ¨²ltimo fue sobre la tortura. Se llena de gente. Son cosas que hay que hacer; no s¨¦ si valen para algo, pero al menos hablamos. Si nos qued¨¢ramos callados ser¨ªamos c¨®mplices de lo que ocurre. Creo que somos responsables y debemos hacer algo, por peque?o que sea.
No es poco.
Tambi¨¦n hacemos un festival internacional. Tratamos muchos temas, pero hay uno que a los estadounidenses nos preocupa much¨ªsimo. Una de las tragedias de nuestro pa¨ªs es la completa falta de inter¨¦s por lo que ocurre en el resto del mundo, cada vez menos; se traducen poqu¨ªsimos libros, se pierde el contacto con otras culturas, el pa¨ªs se desgaja del resto y va a la deriva. ?No ¨¦ramos as¨ª! Sol¨ªamos tener curiosidad por las cosas, pero ahora estamos aislados y demasiado satisfechos de nosotros mismos. As¨ª que reunimos a 60 o 70 escritores de todo el mundo para que hablen y participen. Lo malo es que la prensa americana lo cubre poco, aunque todos los actos est¨¢n a rebosar. Aparece m¨¢s en la prensa extranjera.
Ha entonado usted en 'Brooklyn follies', su ¨²ltima novela publicada, un canto a la vida sencilla. ?Lo necesitaba despu¨¦s del 11 de septiembre de 2001?
Es un himno a la vida normal. Comenzamos un nuevo periodo en la historia. Hay que ser conscientes de que es una suerte y una gozada vivir. Es una comedia, literalmente; lo necesitaba para tomar distancia. Me inspir¨® esa frase de Billy Wilder: "Si te encuentras bien, satisfecho, escribe una tragedia; si por el contrario te sientes desesperado, derrotado, haz una comedia". El 11 de septiembre me hundi¨®; estaba tan afectado, tan desolado, que no pod¨ªa trabajar. Di m¨¢s entrevistas entonces que en toda mi vida, la gente buscaba respuestas y a m¨ª me ven¨ªa bien hablar. Me dej¨¦ la cabeza conversando.
Pero las consecuencias han sido hasta peores de lo que esper¨¢bamos.
Escrib¨ª un art¨ªculo el a?o despu¨¦s, en 2002. Todav¨ªa se hablaba de invadir Irak, algo que desde la perspectiva que me daba la zona cero supon¨ªa un desastre completo para m¨ª. Ya han pasado cuatro a?os, y desgraciadamente he comprobado que entonces ten¨ªa raz¨®n. A d¨ªa de hoy no veo la salida, hemos creado un monstruo. Ni siquiera estoy seguro de que retirar las tropas hoy mismo fuera una soluci¨®n. Supongo que habr¨¢ que hacerlo, pero con un plan. No puedes ocupar un pa¨ªs tanto tiempo. Ni siquiera el petr¨®leo lo vale.
En estos tiempos, su literatura tambi¨¦n cobra un extra?o sentido. Esa lucha de sus personajes entre el nihilismo y la necesidad de respuestas adquiere una fuerza enorme.
Muchos de mis personajes son excesivos y est¨¢n en el extremo, a punto de tirarlo todo por la borda, aunque buscan lo mismo que todo el mundo: amor, un sentido del equilibrio en sus vidas, escapar de la soledad. Muchos de ellos se rinden, y es cuando encuentran espacio en mis libros.
Y usted, para empezar, no permite que tomen decisiones dr¨¢sticas, que se suiciden. ?Le parece pecado como escritor?
Es un tema interesante. Todo el mundo se lo ha planteado. Es humano, pero tanto como pecado? Simplemente es algo sobre lo que no me gusta escribir.
Tambi¨¦n hay que animarse. Sacarle jugo a la vida leyendo. Jugar con el lector.
Claro, tenemos que proporcionar placer, gusto a los lectores; si no lo hacemos, no va a merecer la pena que la gente nos lea. ?Para qu¨¦? Si nos sinti¨¦ramos constantemente desesperados no tendr¨ªa sentido agarrar la pluma.
Y eso es algo que usted se toma muy en serio, porque no trabaja con ordenador, sigue escribiendo a mano.
No me siento c¨®modo con un teclado. La pluma es distinta, o el l¨¢piz. Aunque luego, cada d¨ªa, lo paso todo a m¨¢quina. Hay tantos tachones que si espero al d¨ªa siguiente no hay forma de que me aclare.
De ese paso ya quedan pocos escritores que se den cuenta, porque, en un ordenador, lo borras y ya est¨¢.
Ni siquiera lo borras, lo haces desaparecer.
Y no eres consciente del trabajo que has hecho.
En cambio, yo s¨ª; cada falta, cada imprecisi¨®n la tengo en el papel, tachada.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.