Yo estudi¨¦ en un edificio modernista
Un libro cataloga 199 construcciones, vidrieras y panteones de la ¨¦poca escondidos entre eclecticismo que domin¨® en Madrid
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El crisol de estilos modernistas que se mezclan sin pudor en un mismo edificio en Madrid rompe los esquemas de cualquier entendido en arte. No pod¨ªa ser de otra manera cuando los arquitectos, hartos de ser criticados por copiar el pasado, decidieron fusilar el presente. Se fijaron en el modernismo que imperaba en Europa, seductor para los cosmopolitas y espanto para la Academia de las Bellas Artes, referente de la Escuela de Arquitectura.
Val¨ªa todo: art nouveau franc¨¦s o belga, la Secesi¨®n Vienesa, el liberty italiano o el modernismo catal¨¢n. Un batido al que ?scar da Rocha Aranda y Ricardo Mu?oz Fajardo han dedicado el libro Madrid modernista: gu¨ªa de arquitectura, publicado por la editorial T¨¦bar, con la colaboraci¨®n del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas, el Instituto de Estudios Madrile?os y el gobierno regional.
Es la primera gu¨ªa y cataloga 199 piezas. "El modernismo no es s¨®lo de Catalu?a, como nos han intentado hacer creer", subraya Da Rocha Aranda. Pone de ejemplos a A Coru?a, Zaragoza, Teruel, C¨®rdoba o Melilla. En Madrid hab¨ªa que ser modernista, pero sin desentonar con la ciudad. As¨ª que rechazaron las disimetr¨ªas en la composici¨®n y racanearon en la ornamentaci¨®n.
"?Modernista en Madrid? La sede de la SGAE". Pocas contestaciones m¨¢s salen de boca de los madrile?os. La sede, el Palacio de Longoria (Pelayo, 61), impresiona por su rotonda en la esquina, su patio ingl¨¦s cerrado por una verja de forja, sus azulejos cer¨¢micos en el ¨¢tico -como los trencad¨ªs de Antoni Gaud¨ª-, y su soberbia escalera de hierro, bronce, m¨¢rmol, yeso y vidrio.
Tambi¨¦n se ubica bien el hotel Reina Victoria (plaza de Santa Ana, 14) -pronto el Hard Rock Hotel Reina Victoria-, que, como si de un pueblo marino se tratara, cuenta con un faro y sus miradores recuerdan a las olas marinas. Unas suaves curvaturas que se repiten en la parisiense Casa Gallardo (Ferraz, 2), la Casa P¨¦rez Villaamil (plaza de Matute, 12), la casa-taller de Patricio Romero (General Palanca, 33) o La Casa de los Lagartos (Mej¨ªa Lequerica, 1).
Los que pasan por delante de Alcal¨¢, 15, el Casino de Madrid, se maravillan si las puertas est¨¢n abiertas ante su exuberante barandilla con relieves de escayola, bronces y hierros. Y es dif¨ªcil no curiosear la candela del ascensor de la casa-palacio del bar¨®n de Montevilla (Sagasta, 29), o admirar el mostrador de la vaquer¨ªa-lecher¨ªa de San Joaqu¨ªn, 16, decorada con angelotes y frescos.
Las primeras huellas del movimiento se encuentran sin embargo en la sede de la revista Blanco y Negro, de Jos¨¦ L¨®pez Sallaberry, reconvertido en el centro comercial ABC Serrano (Serrano, 61). Se ha perdido el sal¨®n de fiestas, pero permanece la rejer¨ªa con motivos vegetales, los animales fant¨¢sticos de las farolas o las vidrieras inspiradas en medallones renacentistas.
Otra publicaci¨®n, el Semanario Nuevo Mundo (actual Instituto de Dise?o), se levant¨® en Larra, 12. Notables son sus paneles cer¨¢micos que honran la Ciencia y la Industria, como lo son tambi¨¦n los de Daniel Zuloaga -dedicados al caf¨¦, el cacao y el t¨¦- en la Compa?¨ªa Colonial (Mayor, 16). Los periodistas eran grandes fans del movimiento; prueba de ello es que en Carabanchel (Eugenia de Montijo, 61) edificaron la Colonia de la Prensa con materiales baratos.
Un recorrido por el cementerio de San Justo no resulta t¨¦trico, sino un deleite visual. Son pocos los panteones, pero muy selectos. En la tercera secci¨®n del patio de Santa Gertrudis se visita el mausoleo neorrom¨¢nico de la familia Esteban de la Pe?a; el de Jos¨¦ de la C¨¢mara, que asemeja una gran masa rocosa, y el de Gregorio Cano Mena, que remata un gran cubo blanco como si de una urna se tratara. En la cuarta secci¨®n, la sepultura de Eleuterio Delgado guarda severas l¨ªneas y un original volumen; en el Cementerio Civil (avenida de Daroca, s/n) sorprende la pir¨¢mide con los restos de Francisco Pi i Margall, erigida por suscripci¨®n p¨²blica; y en el pante¨®n de la familia Garc¨ªa Nieto del Cementerio Sacramental de San Lorenzo (Verdad, s/n), dos hermas egipcias flanquean las puertas.
Pero la estrella funeraria es, sin duda, el conjunto escult¨®rico del Pante¨®n Guirao, sito en el Cementerio Sacramental de San Isidro (Ermita del Santo, s/n). En ¨¦l, Agust¨ªn Querol enfatiza la brevedad de la vida. Mientras, la Necr¨®polis del Este (delimitada por la avenida de Daroca y el eje de O'Donnell), de Francisco Garc¨ªa Nava, transgrede con sus elementos cosmopolitas, neomud¨¦jares y fantas¨ªas orientales.
Nava es el autor tambi¨¦n de la iglesia de la Buena Dicha (Silva, 21), que comparte con el mausoleo el mismo lenguaje. Arcos apuntados g¨®ticos, lacer¨ªas isl¨¢micas o un retablo secesionista conviven sin problema. Otro templo, la iglesia de Santa Teresa, y el convento de los padres Carmelitas (plaza de Espa?a, 3), de Jes¨²s Carrasco-Mu?oz Encina, se plantean como un monasterio-fortaleza con c¨²pula de azulejos.
Son muchos los que cohabitan con el modernismo sin darse cuenta. Probablemente, los alumnos de los colegios Nuestra Se?ora del Pilar y de las Damas Negras habr¨¢n pasado por alto la singularidad de sus aulas; como les ocurre a los espectadores de los cines Callao, Ideal o Dor¨¦; a los de los teatros Lara e Infanta Isabel, o al p¨²blico de la sala de exposiciones del Canal de Isabel II, antes un dep¨®sito de agua.
Si con Madrid modernista: gu¨ªa de arquitectura, los vecinos conocen estos tesoros, el siguiente paso ser¨¢, seg¨²n los editores, comenzar a tratarlos como parte del patrimonio de la ciudad.
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