Hasta pronto, capital del dolor
A la hora de la comida nos lleg¨® la noticia de que una periodista francesa hab¨ªa muerto en el sur de L¨ªbano. Movilizaci¨®n entre la tribu. Media hora despu¨¦s supimos que no era francesa, sino una libanesa llamada Layal Nagib, pero que colaboraba con France Presse: algo m¨¢s de calma. Un poco m¨¢s tarde, en la agencia France Presse, los grandes redactores enfrascados en las noticias internacionales consuetudinarias que acontecen dans la rue nos dijeron que apenas la conoc¨ªan, que a veces la ve¨ªan por all¨ª. Pero, perdonen, estamos trabajando.
Una persona de la agencia, una mujer, nos dijo s¨ª, dej¨¦mosles trabajar, y nos llev¨® a un rinc¨®n. Explic¨®:
-Hab¨ªa nacido en la regi¨®n de Akkar, en el norte de L¨ªbano, en una aldea muy pobre, en agosto de 1982, durante la otra invasi¨®n de L¨ªbano. Estaba loca por la fotograf¨ªa, adoraba la fotograf¨ªa, recorr¨ªa Beirut con su c¨¢mara y siempre estaba detr¨¢s de los fot¨®grafos de esta agencia ense?¨¢ndoles su trabajo, aprendiendo de ellos.
Layal Nagib merec¨ªa contar esta segunda invasi¨®n de Israel, ten¨ªa derecho a esta revancha
Una mujer se lamentaba as¨ª: "L¨ªbano, una guerra cada 15 a?os"
En el art¨ªculo titulado Un mapa en el mundo, publicado el s¨¢bado, se daba una direcci¨®n err¨®nea de Mowatinun, asociaci¨®n que ayuda a los refugiados. La correcta es: http://mowatinun.blogspot.com |
-Los grandes fot¨®grafos de France Presse -apostillo.
-Era free lance y nunca se fatigaba, trabajaba para todo el mundo, incluida la revista Al Jaras (La Campana). Aqu¨ª vend¨ªa sus trabajos a tanto la pieza. Le gustaba arriesgarse. Todo el mundo la advirti¨® de que no bajara a Tiro, que se estaba poniendo demasiado peligroso. Han sido recuperados sus efectos personales, su c¨¢mara, su dinero, su documentaci¨®n. No quer¨ªamos dar la noticia de su fallecimiento hasta comunic¨¢rselo a su familia, pero no hemos dado con ellos, y, en estos tiempos, ya lo sabes, la televisi¨®n siempre se nos adelanta.
La mujer parece desolada.
-As¨ª son las cosas -a?ade, con amarga fatalidad.
Cuando llego al hotel, en recepci¨®n me informan de que la periodista fallecida en Tiro estuvo esta ma?ana aqu¨ª, hablando con amigos que se hospedan en la 506, para que la acompa?aran en su arriesgada expedici¨®n a Tiro. Ellos intentaron disuadirla, pero sigui¨® viaje con un taxista. Fuentes bien informadas de las agencias que utilizan a los free lancers sin a menudo conocer su nombre, dijeron que el conductor fue quien notific¨® el fallecimiento.
Pero h¨¦te aqu¨ª que el conductor acaba de pasar por mi hotel y ha dejado dicho en recepci¨®n que Layal Nagib no est¨¢ muerta, sino gravemente herida, y se ha marchado. Los amigos han salido corriendo, sin querer hablar con nadie. Mientras escribo esto, espero a que regresen. Muerta o viva, ?qui¨¦n era, al fin y al cabo, Layal Nagib? Una muchacha loca por la fotograf¨ªa, humilde, valiente, arriesgada. Una libanesa. La primera informadora libanesa que, muerta o gravemente herida, ha seguido la suerte de sus compatriotas para contarle al mundo lo que est¨¢ sucediendo en su pa¨ªs.
Espero que est¨¦ viva, que se recupere y que pueda seguir trabajando, que al menos le hagan un contrato, un seguro de vida: condiciones de trabajo. Layal merece estar aqu¨ª y ahora cont¨¢ndonos esta nueva invasi¨®n, porque tuvo al nacer a una bruja muy mala en la cabecera de su cama, un bruto llamado Ariel Sharon. La invasi¨®n del verano de 2006 tiene que recibir la mirada de Layal, y tambi¨¦n debe llegar a su 24 cumplea?os, y celebrarlo entre sus compatriotas todav¨ªa no vencidos.
Hoy es un d¨ªa muy raro. Un domingo de gente en las calles y miedo en los rostros, de r¨¢pidas carreras para comprar lo necesario, y, al mismo tiempo, de pereza infinita en esos hombres que pasan el rosario mientras contemplan el mar, o permanecen ensimismados, ocupando sus sillas de pl¨¢stico blanco modelo est¨¢ndar. Me he ido despidiendo de Beirut, porque ma?ana intento irme en serio, irme para volver en menos de un mes, y para poder escribir desde Madrid los reportajes de -miren c¨®mo me r¨ªo- un veraneo en la capital libanesa. Beirut est¨¢ entre desquiciada y expectante, porque quien m¨¢s quien menos espera lo peor mientras los combates siguen en la tierra libanesa del sur y acaban con mezquitas, lugares de estudio cor¨¢nico, naranjales y limoneros. El Mediterr¨¢neo, tan azul, se pone del color de la metralla, en un anochecer que huele a vino agrio. La sensualidad de esta ciudad abierta parece prometer la ternura de siempre, pero los dos grandes miedos siguen latentes. El miedo a Israel y el miedo a ellos mismos. ?Vamos a enzarzarnos entre nosotros? ?Qui¨¦n ser¨¢ el primero? ?C¨®mo va a servirles el invasor, en bandeja, sus propias contradicciones y sus antiguas rivalidades? Da miedo pensar en mi regreso, en c¨®mo y hacia qu¨¦ puede haber cambiado esto en septiembre. Porque las cosas van a m¨¢s. No se f¨ªen de las treguas. Una mujer, antigua como una medalla del museo hoy rodeado de alambradas, se lamentaba as¨ª:
-?L¨ªbano! ?Una guerra cada 15 a?os!
Layal Nagib merec¨ªa contar esta segunda invasi¨®n de Israel, ten¨ªa derecho a esa revancha. Representa el destino de todos los periodistas sin respaldo, y de la exasperada audacia que esa falta de apoyo les induce a mostrar. Habr¨¢ quien se cuelgue sus medallas. Ella y su pueblo merecen un destino mejor pero parece que se lleva por delante a Sharon, su bruja mala. Es un magro consuelo.
Hasta pronto, Beirut. Capital del dolor.
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