El hedor y la resurrecci¨®n
En Internet se anuncia una empresa que ofrece servicios profesionales para reducir los olores de la muerte. Disponen, dicen, de soluciones tecnol¨®gicas y sanitarias para evitar la pestilencia que provoca la putrefacci¨®n. La empresa cree haber encontrado un nicho de mercado en los nichos de los cementerios y un hueco de negocio en los propios huecos interiores de las c¨¢maras frigor¨ªficas y las salas de autopsia. En su p¨¢gina de presentaci¨®n, advierten de que ser¨ªa un error no considerar que ciertos individuos no perciban como pestilente la descomposici¨®n. Incluso se?alan que es indudable que no todos olemos por igual, ni en grado ni en preferencia. Adem¨¢s alertan de una circunstancia especial: cuando la putrefacci¨®n es anaerobia, es decir, sin ox¨ªgeno suficiente, los olores pueden apreciarse como mucho m¨¢s pestilentes. De hecho, la empresa pone un ejemplo: el l¨ªquido verdoso que se encuentra cuando un cad¨¢ver ha sido inhumado envuelto en bolsas de pl¨¢sticos u otros materiales no biodegradables. En ese caso, el olor resulta insoportable.
Hay una parte de Marbella que est¨¢ podrida. Es esa parte que nunca ser¨¢ biodegradable. El olor, aunque parec¨ªa imposible m¨¢s podredumbre, resulta cada vez mayor. Se va destapando el pl¨¢stico que cubri¨® esa parte de la ciudad durante 15 a?os, un pl¨¢stico hecho con las bolsas donde se guardaban los billetes de 500 euros, y cuanto m¨¢s se levanta, m¨¢s insoportable es el olor. No s¨®lo para quienes han sido las v¨ªctimas de este saqueo sino incluso para aquellos otros que tardaron tanto tiempo en advertir de la pestilencia. Mientras la polic¨ªa y el juez Torres retiran la basura de los despachos oficiales y de los consejos de administraci¨®n de algunas empresas, hay vecinos de Marbella que tienen en las puertas de sus casas toneladas de residuos acumulados en los contenedores. Entre ellas hay gente decente, esas que pagaron los impuestos que le han birlado y que percibieron el mal olor nada m¨¢s empez¨® el proceso. Y esas otras, m¨¢s indecentes, que se acostumbraron a oler su propia mierda y nos la quiso vender como si fuera colonia. Tremenda paradoja final: en la ciudad del lujo se acumula toda clase de basura y no hay dinero para pagar los repuestos de sus propios camiones de limpieza.
Dicen algunos que la operaci¨®n Malaya est¨¢ echando a mucha gente de Marbella y lamentan que la actuaci¨®n judicial da?e la imagen de este icono del turismo. Y muchos otros m¨¢s se quejan porque los empresarios se van asustados y con ellos el boom de la construcci¨®n, miles de empleos y de riqueza. Hace algunos meses, en esta misma p¨¢gina les cont¨¦ que Marbella se fue llenando de moscas. Sucesivas bandadas que llegaban atra¨ªdas por cada fase nueva de putrefacci¨®n. Con suerte, estamos llegando al proceso final: las moscas empiezan a retirarse. Al levantar el pl¨¢stico, parece que el hedor comienza a airearse. Pero atentos, todav¨ªa huele mal en otros municipios. La plaga vuela de la playa al interior. Del mediterr¨¢neo andaluz al levante. Del Cabo de Gata al de Finisterre. La mosca de hoy es la ardilla que ayer era capaz de cruzar la pen¨ªnsula ib¨¦rica saltando de ¨¢rbol en ¨¢rbol. Ahora la mosca cruza Espa?a de gr¨²a en gr¨²a y desova en cuanto percibe el olor de la descomposici¨®n.
La empresa que reduce los olores de la muerte lo advierte en su web: hay soluciones a medida y proyectos muy innovadores que permiten avanzar un poco m¨¢s en la absorci¨®n de los olores. Pero para ello es esencial adoptar unas medidas de precauci¨®n: una limpieza intensiva y exhaustiva que evite que se dispersen los restos putrefactos y que se impregnen en las distintas capas, en este caso de la sociedad. Adem¨¢s hay que expulsar los microorganismos que han causado la infecci¨®n. Pero sobre todo la empresa se?ala que, antes de nada, hay que hacer un estudio de los olores que son inevitables, porque en este mundo no hay m¨¢s remedio que asumir que cierto mal olor resulta inevitable. El resto es s¨®lo una cuesti¨®n de fe. Por eso, mal que le pese a algunos, para que haya resurrecci¨®n es inevitable primero la muerte. Aunque la situaci¨®n apeste.
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