Civilizaci¨®n
Dije en esta columna la semana pasada que, pese a sus muchos desmanes, preferir¨ªa mil veces antes vivir en Israel que en un Estado gobernado por Hezbol¨¢, porque, a pesar de todo, form¨¢bamos parte del mismo mundo. Una lectora escribi¨® diciendo que con mis palabras fomentaba la tesis del choque de civilizaciones. Yo no lo veo as¨ª; de hecho, no creo que exista ese t¨®pico choque, si por ello entendemos un enfrentamiento entre dos culturas, entre Oriente y Occidente, entre musulmanes y cristianos.
Cuando digo que Israel y nosotros formamos parte del mismo mundo, hablo del mundo que ha apostado por la sociedad civil y democr¨¢tica, por m¨¢s que Israel est¨¦ justamente en una de las fronteras de ese modelo, con sus propios fan¨¢ticos y, sobre todo, con infinidad de violaciones al sistema de derechos. Sin embargo, y justamente porque siguen dentro del marco democr¨¢tico, porque no han cedido en la forma de Gobierno y contin¨²an separando religi¨®n y Estado, esas violaciones pueden ser denunciadas y combatidas, y existe un debate abierto sobre ello dentro de Israel. Y cuando digo que Hezbol¨¢ no pertenece a nuestro mundo, no es porque sean musulmanes, sino porque son unos integristas intolerantes y tir¨¢nicos, porque est¨¢n en contra de la sociedad civil que tanto esfuerzo y tanto dolor nos ha costado construir a lo largo de los siglos, porque su ley es una feroz y arcaica ley religiosa.
Nuestra cultura, la cultura democr¨¢tica, con todas sus contradicciones, sus hipocres¨ªas y sus enormes fallos (e Israel es un ejemplo ¨¢lgido de todo esto), es un logro inmenso de la Humanidad. Un logro por el que hemos pagado un exorbitante precio de sangre y en el que han colaborado muchos musulmanes, desde Averroes a Mohamed Yunus, el inventor del microcr¨¦dito. Ese lento esfuerzo colectivo, esa tenaz entrega de lo mejor que somos ha construido, s¨ª, una civilizaci¨®n. Que no est¨¢ en choque contra otra civilizaci¨®n, sino contra la barbarie. Recordemos que los integristas isl¨¢micos matan a m¨¢s musulmanes que occidentales. La lucha est¨¢ entre la civilidad democr¨¢tica (de la que participa parte del mundo ¨¢rabe) y la intolerancia primitiva. Y si no tenemos esto claro, seremos incapaces de defender nuestros valores.
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