La 'rep¨²blica independiente' del Couto

Quiz¨¢ fuera cosa de una princesa fugitiva que estaba embarazada o de unos prosaicos y remotos hechos consuetudinarios, pero lo cierto es que, durante siete siglos, desde el XII y hasta mediados del XIX, existi¨® una desconocida y peque?a Andorra en un lugar perdido de la provincia de Ourense, entre Ver¨ªn y Xinzo de Limia, lindando con Portugal. Un lugar alejado de lo que se llama la gran ciudad -hasta el punto de que una de las vecinas de m¨¢s edad pregunta ahora al periodista por el diario Pueblo de Madrid, desaparecido en 1983-, aunque esto no impidi¨® a alguno de sus vecinos emigrar, y triunfar, en Nueva York.

Ahora que el concepto de moda es la recuperaci¨®n de la memoria hist¨®rica, el diputado orensano Alberto Fidalgo (PSOE) anunci¨® la semana pasada que presentar¨¢ en oto?o una iniciativa en el Congreso de los Diputados para reconocer la singularidad del Couto y promover proyectos de dinamizaci¨®n y desarrollo. La diputada auton¨®mica Laura Seara ha hecho lo mismo en el Parlamento de Santiago de Compostela.

Un cantero del lugar emigr¨® a Nueva York. Cuando le vieron manejar la piedra le nombraron capataz para dirigir a los obreros de la construcci¨®n

El Couto tiene algunos ejemplares centenarios de casta?os, con cuyos frutos se fabricaba un 'marron glac¨¦' que tiene gran aceptaci¨®n en Francia

Los habitantes del enclave no pagaban impuestos ni en Espa?a ni en Portugal, no serv¨ªan en el ej¨¦rcito, comerciaban libremente y se autogobernaban

En el Couto nunca se practic¨® el esqu¨ª (nieva unos d¨ªas al a?o), ni se jug¨® a la ruleta como en Montecarlo, ni se particip¨® en alg¨²n evento internacional como San Marino. Tres peque?as aldeas -Santiago, Meaus y Rubi¨¢s- conformaron un territorio aut¨®nomo, llamado hasta hoy Couto Mixto, una peque?a rep¨²blica que se reg¨ªa por las disposiciones de sus vecinos, comerciaba libremente y en la pr¨¢ctica no depend¨ªa ni de Espa?a ni de Portugal. Un juez o jefe pol¨ªtico, elegido por los vecinos, constitu¨ªa la m¨¢xima autoridad gubernativa, administrativa y judicial, auxiliado por tres hombres de cada aldea, llamados hombres de acuerdo, y un vigairo de mes, el agente ejecutor.

La falta de un se?or medieval, en torno al cual se cohesionase un embri¨®n de Estado, hizo que el Couto Mixto no figure hoy en los mapas, como ha sido el caso de los tres minipa¨ªses citados, porque el lugar no daba para sostener un se?or¨ªo desde el punto de vista econ¨®mico, seg¨²n el historiador del Couto, Luis Manuel Garc¨ªa Ma?¨¢.

Entre los privilegios que disfrutaban se encontraba el de no contribuir con hombres a ning¨²n ej¨¦rcito y practicar el libre comercio, sin dar cuentas a nadie, por un itinerario llamado Camino Privilegiado, que todav¨ªa hoy se conserva. Gracias a este tr¨¢fico hubo vecinos que se labraron una c¨®moda posici¨®n. Cuando la independencia de facto finaliz¨® en 1868, tras una laboriosa negociaci¨®n que dur¨® m¨¢s de una d¨¦cada, comenz¨® un fluido contrabando entre los dos pa¨ªses que dur¨® hasta 1960. De Portugal se tra¨ªa tabaco, medicamentos, jab¨®n, az¨²car, bacalao y sal, tan importante para la matanza y la conservaci¨®n de alimentos en los tiempos en que no exist¨ªan las neveras. No hab¨ªa casa que no tuviera un dep¨®sito secreto para ocultarlo de las inspecciones. En sentido inverso fue muy curioso un contrabando legal sui g¨¦neris. Muchos portugueses pasaban la frontera con el calzado m¨¢s usado que ten¨ªan, adquir¨ªan uno nuevo y regresaban a su pa¨ªs luciendo en los pies los zapatos nuevos, no sin antes arrojar a la cuneta el ya inservible. Ning¨²n carabinero pudo reprocharles nunca nada.

Esta rep¨²blica tiene una extensi¨®n de 2.695 hect¨¢reas y se ubica en el valle del r¨ªo Salas entre dos cadenas monta?osas, la del Cebreiro y la de Larouco Pena, en cuyas bre?as quiere la leyenda que se perdiera una princesa embarazada, protegida por los vecinos del Couto de sus enemigos y donde dio a luz. Cuando lleg¨® a reina otorg¨® a sus protectores los privilegios de que han gozado durante siglos. Para redondear la historia, el hijo fue san Rosendo, fundador de Celanova y obispo de Mondo?edo, si bien la historia dice que el santo vivi¨® un siglo antes. En los mejores tiempos documentados hubo un millar de habitantes; hoy habr¨¢ una cuarta parte de esa cifra, formada por una poblaci¨®n de edad, lo que puede apreciarse paseando por sus calles. En el verano, las mujeres se sientan por la tarde en hilera a la puerta de una de las casas para charlar y comentar la aparici¨®n de un forastero desconocido.

Cada vivienda tiene un huerto sembrado con una amplia variedad de verduras y hortalizas para el consumo del a?o. Esto, unido a alguna cabra, alg¨²n cerdo o vaca m¨¢s la exigua pensi¨®n y lo que manden los hijos, da para vivir en este enclave. La monta?a hace tiempo que apenas tiene ganado en sus pastos, cosa que no ocurre en las tierras vecinas de Portugal. El paisaje no es el t¨ªpico galaico de suaves colinas, bosques, prados verdes y vi?edos. En este valle se ven algunas cabezas de ganado y ¨¢rboles, entre los que destacan algunos casta?os de noble porte, con cuyo fruto se hace un exquisito marron glac¨¦.

Las carreteras que ahora unen estas aldeas no tienen m¨¢s de 35 a?os. En tiempos anteriores transitar de noche por los caminos era peligroso porque hab¨ªa asaltantes que estaban atentos a los caminantes que ven¨ªan con dinero de las ferias y a los que desplumaban. Los vecinos m¨¢s avisados iban en grupos y bien armados.

Los edificios son de piedra de granito, que abunda en la zona; en la planta baja estaban las cuadras, ahora reconvertidas para otros menesteres, y en la planta de arriba, las viviendas, orientadas hacia el sur. En algunas puertas todav¨ªa hay en la aldaba un ramito de sa¨²co para ahuyentar los insectos y los malos esp¨ªritus.

Los j¨®venes han buscado fortuna en otros lugares, principalmente en Barcelona, aunque regresan en el mes de agosto para disfrutar las vacaciones en casas de nueva planta o en la familiar modernizada. Hasta hace unos a?os los que sal¨ªan de la comarca era para ingresar en la Guardia Civil, el magisterio o la abogac¨ªa.

Arte y artesan¨ªa

De los tres pueblos, Meaus es el que ten¨ªa m¨¢s comercio, lo que se refleja en sus casas. Muchas de ellas tienen muebles antiguos y aperos de labranza en desuso y que servir¨ªan para montar un excelente museo local. En Rubi¨¢s a¨²n queda en activo un molino comunal de harina, y en Santiago se ve el esca?o corrido de piedra en el atrio de la iglesia, en donde deliberaban las autoridades. El templo conserva un retablo de madera del siglo XVII, una joya que aguarda los fondos p¨²blicos necesarios para su restauraci¨®n, prometidos a?o tras a?o, seg¨²n explica el p¨¢rroco Miguel Blanco. Para no faltar a la tradici¨®n m¨¢gica galaica, hubo un cuarto pueblo del Couto, que desapareci¨® hace tiempo por causas poco esclarecidas y del que no queda rastro.

Desde hace a?os, un grupo de vecinos quiere revivir la zona y recordar lo que fue el Couto. Todos los a?os a mediados de julio se celebra una ceremonia en la que se rememora el protocolo de tiempos hist¨®ricos. Dif¨ªcil pasar m¨¢s adelante, pero gracias a este revival se ha conseguido un triunfo pol¨ªtico y, sin exagerar, de car¨¢cter internacional. En lo alto de la sierra de Larouco, que hace de frontera geogr¨¢fica y pol¨ªtica con Portugal, este pa¨ªs instal¨® hace un a?o en territorio propio unos molinos e¨®licos. Pero dos de ellos se plantaron en terrenos de pastos comunales del Couto Mixto. Un moj¨®n con las iniciales C. M. as¨ª lo atestiguaba. La otra parte adujo que lo que significaban las letras era Camara de Montalegre, es decir, el ayuntamiento del municipio portugu¨¦s m¨¢s pr¨®ximo. Desempolvados algunos documentos, la raz¨®n estaba de parte del Couto y as¨ª lo reconocieron los portugueses, que ahora pagan 6.000 euros anuales.

Como indican las casas de piedra, siempre ha habido muy buenos canteros en la comarca. El abuelo de Sergio ?lvarez, uno de los actuales hombres de acuerdo, emigr¨® en los a?os veinte del siglo pasado a Nueva York. En cuanto le vieron manejar la piedra le nombraron capataz para dirigir las labores y ense?ar a los dem¨¢s obreros de la construcci¨®n. Lleg¨® a hacer una peque?a fortuna construyendo rascacielos. Si el dicho popular afirma que ser gallego es una carrera y ser de Ourense es el doctorado, qui¨¦n sabe si haber nacido en esta rec¨®ndita comarca no sea un m¨¢ster de sabidur¨ªa.