Impresionante 'Sigfrido'
Thielemann desarma a los esc¨¦pticos con una gran direcci¨®n en Bayreuth
Se esperaba la prueba de fuego de Sigfrido. En el anterior Anillo del Nibelungo en Bayreuth, hace seis a?os, fue en esta segunda jornada de la tetralog¨ªa donde empezaron los problemas, las divisiones de opini¨®n, los abucheos y, al final, el fracaso. Pesaba en el ambiente este temor. La cola de aspirantes en taquilla a la devoluci¨®n de una entrada era superior a la de d¨ªas anteriores y los que portaban consigo el cartel de "Suche Karte" (busco entrada) aparec¨ªan en los lugares m¨¢s rec¨®nditos. La temperatura hab¨ªa descendido respecto a jornadas anteriores, pero ello no impidi¨® que una mujer sufriera una lipotimia a causa del calor en la sala y se tuvo que esperar a que finalizase el acto para poder salir, pues las puertas est¨¢n cerradas a cal y canto mientras la m¨²sica suena.
Embriagante
El primer acto de Sigfrido fue sensacional y elev¨® el list¨®n. En primer lugar, por la primorosa direcci¨®n musical de Christian Thielemann y la escalofriante respuesta de la Orquesta del Festival. Wagner desarrolla en El Anillo, con mayor complejidad que en sus otras ¨®peras, la teor¨ªa de motivos conductores. El leitmotiv consiste en una frase musical asociada a un personaje, situaci¨®n, objeto o estado de ¨¢nimo. Estos motivos se desarrollan, entrecruzan y sintetizan. La precisi¨®n de Thielemann y sus m¨²sicos al mostrar todo ese juego de est¨ªmulos, tan decisivo en el aspecto narrativo, fue asombrosa por su extremada transparencia. Se escuchaba todo, y el p¨²blico viv¨ªa ese mundo complementario e interiorizado de la historia desde la m¨²sica. Era embriagante.
Los tres cantantes que intervienen en el acto siguieron las pautas marcadas por el director musical. Stephen Gould aguant¨® el tipo como Sigfrido, Falk Struckmann se super¨® a s¨ª mismo respecto a d¨ªas anteriores en el papel de Wotan, controlando m¨¢s el vibrato y ganando en expresi¨®n y, sobre todo, Gerhard Siegel sorprendi¨® a propios y extra?os con un Mime absolutamente sensacional en todos los aspectos, convirti¨¦ndose en el triunfador vocal de la noche, al igual que Adrianne Pieczonka lo hab¨ªa sido en La walkyria y Andrew Shore en El oro del Rin. Pues bien, tanto Siegel como Shore y Pieczonka son debutantes en Bayreuth. En un clima vocal aceptable, pero a considerable distancia del orquestal, esta noticia abre v¨ªas de esperanza a la situaci¨®n de crisis de las voces wagnerianas.
La direcci¨®n de escena de Tankred Dorst despert¨® tambi¨¦n con Sigfrido y hubo al fin una direcci¨®n de actores convincente, perfilando incisivamente las caracter¨ªsticas de los personajes. La escenograf¨ªa de Frank Philipp Schl?ssmann est¨¢ situada en una escuela de posguerra en el primer acto, en un bosque talado por la construcci¨®n de una autopista en el segundo y en una cantera en el tercero. Son espacios que se asocian siempre con la idea de reconstrucci¨®n. F¨ªsica y moral. Esos espacios, y los de las jornadas anteriores, dan cabida a dos acciones. Una es exclusivamente teatral, con actores que est¨¢n a pie de obra, o revisan las medidas de una sala de m¨¢quinas, o sacan fotos a graffittis en la terraza de los dioses, o se besan en un parque. Es la vida cotidiana en una ¨¦poca indefinida que puede situarse en la d¨¦cada de 1950. Despu¨¦s de la II Guerra Mundial, claro. En esos mismos espacios transcurre la ¨®pera, que, por ahora, en ning¨²n momento se ha mezclado con el mundo en paralelo de los figurantes y los ni?os que atraviesan la escena. Es como si la ¨®pera estuviese ah¨ª, en la eternidad del instante, aportando soluciones e ilusiones, consciente e inconscientemente.
La incorporaci¨®n del buen teatro al empuje y voluntad de las voces y a la filigrana de la orquesta es la clave de la vuelta de tuerca experimentada en la traves¨ªa de este Anillo a partir del primer acto de Sigfrido. El milagro no se volvi¨® a alcanzar en los dos actos siguientes, aunque el nivel se mantuvo alto en general -con una Linda Watson correcta como Brunilda- y siempre maravilloso en la m¨²sica. Pl¨¢cido Domingo dec¨ªa hace unos d¨ªas en Bayreuth que, por encima de cantantes, directores de orquesta o de escena, aqu¨ª lo que importa es Wagner, el peso de la historia, la continuidad de una experiencia ¨²nica en el mundo de la cultura. No le falta raz¨®n. Pero en esos escasos momentos en los que los aspectos interpretativos se complementan positivamente, las ¨®peras de Wagner pueden llegar a hipnotizar. Es lo que sucedi¨®, al menos anteayer, en el primer acto de Sigfrido, en Bayreuth, un lugar donde Wagner es el rey.
Babelia
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