Artes y oficios
No se puede estar en paz (o en proceso) ni en la playa ni en el monte. Y no lo digo por las moscas, esos incordios con patas (las alas no hacen cosquillas), sino por esa otra clase de insectos llamados noticias que tambi¨¦n vuelan pero sobre todo pican.
Pero tranquilos, que no me refiero a los grandes titulares a los que ya nos hemos acomodado porque nos los suele servir la tele a la hora de comer haciendo que traguemos a la vez el ajoarriero y las v¨ªsceras de las cat¨¢strofes; no, me estoy refiriendo a noticias que parecen insignificantes y que por eso mismo te pillan desprevenido.
Les voy a contar una de ellas. Seg¨²n el bar¨®metro del Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas (CIS), la profesi¨®n m¨¢s valorada por los espa?oles es la de m¨¦dico. Bien, parece l¨®gico porque a la gente le gusta mucho el doctor Clooney y tiende a identificar a los m¨¦dicos con el colmo de la abnegaci¨®n y el sacrifico.
Resulta m¨¢s f¨¢cil obtener hoy una audiencia privada con el Papa Benedicto XVI que con un alicatador
Es muy humano tender a valorar positivamente un servicio incluso regular por aquello de no pensar que te han timado
Nada que objetar. Otra cosa es que al proyectarse en George Clooney -y algo menos en House- los encuestados parecen haberse olvidado de su condici¨®n de pacientes que han de soportar largu¨ªsimas listas de espera. Cierto, las colas no suelen deberse a los m¨¦dicos sino al sistema, pero, ?puede haber m¨¦dicos sin sistema? Claro, los de pago, pero si pagas resulta muy humano tender a valorar positivamente un servicio incluso regular por aquello de no pensar que te han timado.
Por detr¨¢s de los m¨¦dicos y enfermeros valoramos mucho a los profesores. Ser¨¢ porque nos descargan de tener que asumir responsabilidades a la hora de educar a nuestros hijos y por hacer de parapeto para toda esa violencia que se genera en las aulas. Vamos, que adoramos a nuestros profesores porque tienen la gentileza de ponerse en nuestro lugar y conseguir que hasta el bruto y marmolillo de nuestro hijo aprenda a hacer la O con un canuto sin rompernos la crisma a nosotros.
Bravo por los profesores. Pero, ?qu¨¦ hay de los arquitectos? Al parecer, los adoramos. Y ah¨ª s¨ª que cabe preguntarse por qu¨¦ con may¨²sculas. Tengo para m¨ª, desde hace much¨ªsimos a?os, que deber¨ªa existir un infierno particular para los arquitectos por todos los desmanes est¨¦ticos -dej¨¦moslo ah¨ª- que cometen en cuanto se les deja. No hay ciudad, pueblo ni descampado que se salve (ay, Sese?a) de sus dise?os, pero, claro, la gente al contestar no tiene en cuenta eso sino a los arquitectos figura que construyen edificios o artilugios emblem¨¢ticos. Emblem¨¢ticos, anda.
Lo bueno es que los arquitectos no pueden pasarse de los otros dos oficios que le siguen en el ranquin: alba?iles y fontaneros. Llegados aqu¨ª, uno tiene la obligaci¨®n moral de sublevarse. Porque el que les vot¨® ha debido de obviar las chapuzas, los precios exorbitantes y el desd¨¦n con que tales profesionales te tratan.
Resulta m¨¢s f¨¢cil obtener hoy una audiencia privada con el Papa Benedicto XVI que con un alicatador. Luego, una vez que te tienen cogido (nunca les coges t¨²), dan cuatro martillazos y te abandonan al momento para irse donde otro incauto al que le est¨¢n haciendo la misma jugada, y as¨ª sucesivamente. Dan miedo.
Como lo da el hecho de que en el ¨¢nimo de los ciudadanos espa?oles los escritores est¨¦n muy abajo, justo despu¨¦s de los polic¨ªas. Qui¨¦n lo hubiera dicho cuando los de mi generaci¨®n ten¨ªamos 18 a?os. Hombre, los escritores siempre han llevado fama de vivir encerrados en torres de marfil (construidas por arquitectos, alba?iles y fontaneros) y de andar siempre a la gre?a entre ellos. Tambi¨¦n llevan fama de envidiosos y, algunos, de copiones. Resultan, en suma, dudosos, como aseguraba el entrevistador del escritor Paul Auster en EPS, aunque por el contexto se deduce que ten¨ªa que haber escrito "dubitativos". Pero el adjetivo dudoso conviene m¨¢s a la gente de mala reputaci¨®n, que es lo que parecen haber expresado los encuestados por el CIS.
Aunque los escritores se pueden dar con un canto en los pi?os si se comparan sus niveles de consideraci¨®n popular con los de los periodistas, que ocupan el pen¨²ltimo lugar, justo por encima de los militares. Conque estamos aviados. Porque si uno es escritor, y adem¨¢s escribe en los peri¨®dicos, sale peor parado en proporci¨®n que si fuera cabo chusquero.
Compr¨¦ndanlo, eso de enterarse de que a uno no le quiere nadie resulta muy violento. Incluso en verano.
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