Del sentido et¨ªlico de la vida
Este a?o se cumplen 200 a?os de la invenci¨®n oficial del c¨®ctel. Cuentan que, el 13 de mayo de 1806, el peri¨®dico neoyorquino Balance public¨® la siguiente definici¨®n: "Un c¨®ctel es una bebida estimulante, compuesta de un licor de cualquier tipo, az¨²car, agua y bitters y supuestamente servido como bebida durante las campa?as electorales". Aunque existen precedentes m¨¢s remotos, el elemento relevante de esta afirmaci¨®n no es la cualidad de estimulante, sino la referencia a las campa?as electorales. Que entonces tuvieran la costumbre de beber c¨®cteles en periodo de elecciones explicar¨ªa algunos sucesos de la pol¨ªtica norteamericana en particular y de la mundial en general. En seg¨²n qu¨¦ circunstancias pol¨ªticas, tanto los candidatos como sus sufridos electores sienten una irreprimible necesidad de beber, tanto para reafirmar una victoria como para olvidar una derrota (de all¨ª la costumbre de brindar con champ¨¢n en las noches electorales). La de pol¨ªtico no es una profesi¨®n ajena a la tentaci¨®n alcoh¨®lica. George W. Bush, sin ir m¨¢s lejos, tuvo un periodo de maceraci¨®n que acab¨® con curas de desintoxicaci¨®n y una abstemia que ha conseguido mantener con inoxidables convicciones religiosas y una pol¨ªtica exterior que tiene mucho de flagelo y expiaci¨®n. En otros tiempos, que los pol¨ªticos bebieran no se consideraba para nada una mancha en el curr¨ªculo. Winston Churchill, por ejemplo, fue un reputado bebedor que incluso lleg¨® a inspirar un c¨®ctel que entremezcla Campari, cerveza muy fr¨ªa, un chorrito de vermut rojo y, para variar, las consabidas gotas de angostura (aunque, en el caso de Churchill, lo coherente habr¨ªa sido prestar su nombre a un ¨¦pico c¨®ctel a base de sangre, sudor y l¨¢grimas).
Pero Churchill y Bush no son los ¨²nicos mandamases con pasado et¨ªlico. Bor¨ªs Yeltsin, que sucedi¨® a Mija¨ªl Gorbachov, brill¨® con luz propia en la modalidad de bebedor desacomplejado. Hay testimonios videogr¨¢ficos de sus excesos y no hace falta ser detective para adivinar qu¨¦ clase de combustible anima su festiva gestualidad. Cuentan que durante un viaje oficial a Canad¨¢, Yeltsin dio muestras de un entusiasmo sospechosamente et¨ªlico y eso cre¨® serias reticencias diplom¨¢ticas que fueron debidamente silenciadas por el protocolo. Al regresar a Mosc¨², la prensa, que descubr¨ªa el placer de la objetividad cr¨ªtica, acus¨® al presidente ruso de haber estado permanentemente bebido durante su visita oficial. Con un sentido de la iron¨ªa digno de la mejor s¨¢tira literaria rusa, el gabinete de comunicaci¨®n de Yeltsin respondi¨® con un solemne comunicado en el que desment¨ªa las acusaciones y matizaba: "No es cierto que durante la visita oficial a Canad¨¢ el presidente Yeltsin estuviera permanentemente bebido". Los lectores m¨¢s inteligentes entendieron que lo ¨²nico que se desment¨ªa en el mensaje era el adverbio permanentemente.
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