"Yo tambi¨¦n soy v¨ªctima de la guerra"
Un jubilado cuya familia fue desgarrada por las tropas franquistas reivindica su derecho a ser resarcido
Josep Soria Mor, de 74 a?os, est¨¢ intentando rescatar su pasado del olvido. Reivindica su derecho a una recompensa moral o, como poco, el reconocimiento de que ¨¦l tambi¨¦n fue una v¨ªctima de la Guerra Civil espa?ola, quiz¨¢ de las m¨¢s inocentes. Soria no fue soldado, ni las lesiones f¨ªsicas son lo suficientemente graves para que le consideren un herido de guerra. Josep era tan s¨®lo un ni?o de seis a?os, cuando las bombas y la dictadura que vino despu¨¦s, le arrebataron algo m¨¢s que la infancia. "Lo perd¨ª todo", asegura. En enero de 1939, Josep vio como la metralla destrozaba a su madre y a dos hermanos en un bombardeo en Figueres. Su padre, tras cuatro a?os en prisi¨®n y cuatro m¨¢s bajo libertad vigilada, se convirti¨® en un "fantasma que deambulaba por la calle", relata. La guerra le desgarr¨® por dentro, pero es algo que la ley no reconoce.
Reconstruir su historia es complicado. No hay papeles, ni fechas, ni registros. Ning¨²n documento del hospital de Figueres, donde a su madre no le supieron curar la gangrena de una pierna. Nadie sabe nada, afirma, de los heridos que trasladaron a Castell¨® d'Emp¨²ries, "donde muri¨® mi hermano, tambi¨¦n de gangrena". Tampoco encuentra el registro de la fecha de su ingreso en el terrible asilo Dur¨¢n, y su traslado, por ser demasiado peque?o para aquel reformatorio del que cuentan aut¨¦nticas atrocidades, a otro centro de la misma orden religiosa, en Sant Feliu de Llobregat. De aquel terrible lugar, "en el que me encerraron, durante cuatro a?os tan s¨®lo tuve un par de visitas", no olvida el hambre, "me guardaba las pieles de las frutas en los bolsillos para com¨¦rmelas despu¨¦s"; ni los castigos, "las patadas y las noches en vela, de rodillas y con los brazos en cruz".
Despu¨¦s de la tragedia de Figueres, el padre y el hermano mayor de Josep se marcharon a Francia, y estuvieron un tiempo en el campo de concentraci¨®n de Argel¨¦s. A Josep y a su madre, les evacuaron a Castell¨® d'Emp¨²ries, para poco despu¨¦s devolverlos al hospital de Figueres. "Mi madre siempre estaba en la cama, no se pod¨ªa levantar. A veces sal¨ªa a dar una vuelta o a buscar comida, y un d¨ªa, no s¨¦ por qu¨¦, me sub¨ª a un tren que iba a Barcelona. Era muy peque?o, pero sab¨ªa donde viv¨ªa, sab¨ªa que ten¨ªa que coger el tranv¨ªa n¨²mero 29, y que mi casa estaba en la Ronda de Sant Antoni. Todav¨ªa viv¨ªa mi abuela, pero no ten¨ªa recursos para mantenerme. Mi t¨ªa me acab¨® llevando al Asilo Dur¨¢n. Pero a la semana me trasladaron a otro edificio, en Sant Feliu de Llobregat, porque aquello era para chicos m¨¢s mayores".
Pasaron cuatro a?os, "tan s¨®lo vinieron a verme un par de veces", hasta que a su padre le dejaron salir de la c¨¢rcel Modelo, donde hab¨ªa cumplido condena por "auxiliar a la rebeli¨®n militar", recoger voluntarios para ir al frente y "distribuir propaganda roja".
Cuando Francisco fue a buscar a su hijo, le cont¨® que su madre hab¨ªa fallecido. De su muerte, s¨ª ha conseguido un papel. No del hospital de Figueres, sino del Sanatorio Mart¨ª i Juli¨¤ de Salt. En la ficha m¨¦dica consta que su madre muri¨® de gangrena el 1 de abril de 1939. Hab¨ªa ingresado en el sanatorio el 24 de marzo. Seg¨²n los m¨¦dicos "estaba medio trastornada y era nociva y peligrosa para los dem¨¢s enfermos". Josep todav¨ªa se pregunta qu¨¦ es lo que sucedi¨® aquellos d¨ªas, en los que su madre se qued¨® sola en la habitaci¨®n de un hospital.
Josep se fue a vivir con su padre. Le quedaban cuatro a?os de libertad vigilada y no hab¨ªa forma de encontrar trabajo. "Estaba todo el d¨ªa en el bar, yo no ten¨ªa nada que comer, ni zapatos con los que calzarme, ve¨ªa a mis amigos irse a pasear con sus padres o celebrar fiestas mayores, y yo me quedaba en un rinc¨®n de la escalera llorando, llorando hasta reventar". Su padre, cari?oso y trabajador, antes de la guerra, se volvi¨® "taciturno, nunca hablaba, se aisl¨®, y no lograba conservar ning¨²n trabajo". "Nunca me cont¨® nada de la prisi¨®n, supongo que pensaba que no lo entender¨ªa, no s¨¦ qu¨¦ le pas¨® mientras estuvo ah¨ª", relata. "Yo iba a Can Morrot, cerca de Can Tunis, a coger las naranjas que desechaban y las vend¨ªa en el mercado de Sant Antoni, no ten¨ªa ni idea de a qu¨¦ precio venderlas, pero sacaba algo". A los 11 a?os empez¨® a trabajar de aprendiz de joyero, siguieron otros trabajos hasta que logr¨® una cierta estabilidad econ¨®mica.
"A veces me preguntan c¨®mo es que lo recuerdo todo tan bien, si tan s¨®lo ten¨ªa seis a?os", explica este jubilado de Rub¨ª. "La imagen de la estaci¨®n de Figueres, con mi madre y mis hermanos en el suelo, la tengo grabada, la veo continuamente". "Estoy intentando reconstruir mi historia, porque quiero que alguien reconozca que yo tambi¨¦n soy una v¨ªctima de la guerra, y quiero que quede constancia de ello".
Bombardeado en Figueres
Cuando las tropas fascistas entraron en Barcelona, en enero de 1939, el padre de Josep, el sindicalista Francisco Soria, decidi¨® coger a su familia, meter todas sus pertenencias en un cami¨®n y huir. Era el 26 de enero. La familia par¨® en Figueres, y al cuarto d¨ªa consiguieron el anhelado billete para pasar la frontera. Pero aquel d¨ªa, a mediod¨ªa, el aire se llen¨® del ruido de los aviones y de las bombas, y la luz lo ceg¨® todo. "Mi madre nos agarr¨® y bajamos del tren", recuerda Josep. Entre el polvo y los gritos, "vi en el suelo, a mi madre y mis hermanos destrozados. No s¨¦ c¨®mo lo hizo, pero mi padre logr¨® parar un coche y nos llev¨® al hospital".
La hermana de Josep, Andrea, de nueve a?os, falleci¨® a las pocas horas. A la madre, la metralla le destroz¨® las piernas. El hermano mayor, Francisco, de 16 a?os, perdi¨® todos los dedos de una mano; Manel, de tan s¨®lo 11, qued¨® herido en una rodilla, y morir¨ªa d¨ªas m¨¢s tarde de gangrena en Castell¨® d'Emp¨²ries.
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