Un Estado a medio hacer
La Rep¨²blica Democr¨¢tica de Congo, con cientos de tribus y 250 lenguas, trata de alejarse de la pobreza y la corrupci¨®n
El viajero llega al aeropuerto de Kinshasa, capital de la Rep¨²blica Democr¨¢tica de Congo, y tarda poco en descubrir que en el pa¨ªs no hay taxis. Ning¨²n color que los distinga, ning¨²n cartel, nada. Cualquier autom¨®vil se puede convertir en taxi y es preferible negociar la tarifa antes de entrar. La moneda es el franco congol¨¦s, pero en cualquier sitio se acepta el d¨®lar (un d¨®lar equivale a 400 francos).
Si se pretende viajar de una ciudad a otra, en un pa¨ªs m¨¢s extenso que Espa?a, Francia, Portugal, Alemania, Italia y el Reino Unido juntos, con s¨®lo 500 kil¨®metros de carreteras asfaltadas, ha de valerse de helic¨®pteros y aviones. Pero las condiciones de seguridad no son las id¨®neas. La ONG M¨¦dicos sin Fronteras proh¨ªbe a sus miembros desplazarse por el interior en avi¨®n. Si han de ir de una ciudad a otra por el aire, primero salen del pa¨ªs y despu¨¦s regresan al punto de destino embarcados en una compa?¨ªa extranjera. Y trabajo no les falta. "El 60% de la poblaci¨®n no tiene acceso a una red sanitaria ni al agua potable", indica Federico Barroeta, delegado de la organizaci¨®n en Kinshasa.
Si la maleta del viajero se ha perdido por el camino, al cabo de varios d¨ªas suele aparecer. Y si cuando vaya a recuperarla el encargado de abrir el almac¨¦n no se encuentra en su puesto y no ha dejado copia de las llaves, su jefe lo llamar¨¢ por tel¨¦fono y le dir¨¢ que regrese ahora mismo desde donde se encuentre, aunque se haya ido a su casa. El empleado no vendr¨¢. As¨ª que tras una hora y media de espera no quedar¨¢ m¨¢s remedio que romper la puerta. Pero el viajero se marchar¨¢ con su maleta. A la salida, habr¨¢ toda una ristra de gente esperando su propina. Si el viajero gesticula para explicarle a un chaval de 12 a?os que no le va a dar m¨¢s propina, en un momento dado, el ni?o se llevar¨¢ las manos a la cara creyendo que el blanco le va a pegar. Olvidar la cara del ni?o asustado llevar¨¢ un tiempo.
Pasear por Kinshasa, entre ¨¢rboles gigantescos, avenidas amplias y ordenadas, estercoleros, miles de mujeres con tacones y pantalones vaqueros ce?idos, m¨²sica por todas partes, camisetas del Bar?a y patrullas de los soldados de la ONU, deja la sensaci¨®n de que uno se encuentra en un Estado a medio hacer, un pa¨ªs que puede por fin engancharse al vag¨®n del desarrollo o seguir estancado en la corrupci¨®n y la pobreza.
"El problema del congol¨¦s es lo imprevisible que es", explica Diur Tchamlesso, de 65 a?os, de los que pas¨® 40 en Cuba. Tchamlesso fue ministro de Defensa durante ocho meses desde 2000 a 2001, con Laurent Kabila y ahora es miembro del gabinete de Joseph Kabila, actual presidente. "No hay quien pueda hacer c¨¢lculos con nosotros".
Los blancos y los negros siguen perteneciendo en la Rep¨²blica Democr¨¢tica de Congo a mundos muy distintos. Existen cientos de tribus en el pa¨ªs y m¨¢s de 250 lenguas, pero ninguna representa m¨¢s del 5% de la poblaci¨®n total. Con lo cual, contar con sondeos electorales fiables roza la ciencia ficci¨®n. "Una cosa es el voto en Kinshasa que ha estado muy controlado y otra lo que pueda ocurrir en las provincias", se?ala Geraldine Dufort, miembro de la secci¨®n de Econom¨ªa y Derechos Humanos de la delegaci¨®n europea en Kinshasa. "En este pa¨ªs todo el mundo sabe a qu¨¦ tribu pertenece y hay una jerarqu¨ªa muy clara en todas partes. Por eso no sabemos hasta qu¨¦ punto los candidatos con m¨¢s dinero pueden comprar a los l¨ªderes de ciertas tribus. Esos c¨®digos se nos escapan a los occidentales por mucho tiempo que llevemos aqu¨ª".
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