Espejismos playeros
"Debajo de los adoquines est¨¢n las playas", dec¨ªan los improvisados poetas, profetas, de Mayo del 68, entusiastas de una revoluci¨®n que les enardec¨ªa, entre otras cosas, porque era imposible; "seamos realistas, pidamos lo imposible" era otra de las imaginativas consignas de aquellos j¨®venes airados que se rebelaban en primavera, florido pensil de capullos en eclosi¨®n, flores del mal agostadas en breves d¨ªas bajo los rigores del est¨ªo capitalista. Debajo de los adoquines no estaba la playa, pero los adoquines en s¨ª mismos, una vez arrancados, ten¨ªan su utilidad como proyectiles en la batalla campal, franceses al cabo los rebeldes conservaban un ¨¢pice de pragmatismo en sus corazones altamente inflamables como c¨®cteles molotov. Las playas siguieron estando donde ten¨ªan que estar y muchos hijos de Mayo fueron a buscarlas en Ibiza, Formentera o las islas griegas como hippies flipados y gre?udos dados a la canci¨®n protesta y a la elaboraci¨®n de quincalla y marroquiner¨ªa.
Desde 2002, los parisienses tienen su playa, virtual, fluvial y estival, con arena y sin adoquines; no es el tipo de playa que reivindicaban sus pap¨¢s: es un peque?o oasis, posible y posibilista, una isla rodeada de asfalto por todas partes menos por una, que da al Sena, un r¨ªo emblem¨¢tico en el que nadie nada dos veces impunemente porque el ba?o est¨¢ prohibido. En Madrid, los vecinos de la zona de la c¨¦ntrica plaza de Santa Mar¨ªa Soledad Torres Acosta reivindican estos d¨ªas la posibilidad de una playa parisiense, sin Sena, junto al tumultuoso r¨ªo de la Gran V¨ªa. No es una idea original, aunque haya nacido de un concurso de ideas, es un proyecto pr¨¢ctico, econ¨®mico y l¨²dico y desde luego representa una mejora en las condiciones de uso de un espacio p¨²blico degradado y marginado, infame puerta de entrada, que pocos visitantes osan traspasar, a un barrio de indudable valor art¨ªstico, hist¨®rico, literario y humano. Seg¨²n los firmantes del plan, la plaza de la Desolaci¨®n Torres Acosta podr¨ªa cubrirse con 500 metros c¨²bicos de arena de playa sobre la que brotar¨ªan duchas, sombrillas, hamacas y tal vez un chiringuito con paellas y sangr¨ªas, un ¨¢rea de descanso para aliviarse de los rigores de las riberas de la Gran V¨ªa, todo ello por la m¨®dica cantidad de 12.000 euros. Una playa sin agua, pero sin medusas. El Ayuntamiento de Madrid ve con simpat¨ªa la idea, que, por supuesto, considera impracticable por razones burocr¨¢ticas y de tr¨¢fico; si como dice el concejal Pedro Calvo hay que convocar un concurso p¨²blico para adjudicar la obra, la playa podr¨ªa estar lista para la Navidad; claro que con poner un pesebre en vez de un chiringuito, las arenas podr¨ªan reciclarse para albergar un Bel¨¦n viviente. El problema es que el pr¨®ximo oto?o el Ayuntamiento tiene previsto iniciar las obras de rehabilitaci¨®n integral de la plaza.
No hay nada mejor que unas obras de emplazamiento y aparcamiento para aplazar y aparcar los problemas de una zona. El Ayuntamiento s¨®lo se ha comprometido a ampliar los horarios comerciales, ofrece coordinar mejor la acci¨®n de las diversas polic¨ªas, para que no compitan deteniendo dos veces al mismo sospechoso, y cerrar los soportales, cegar y tapiar los amparadores cobertizos nocturnos de este patio de Monipodio. Tambi¨¦n han prometido contar con los vecinos para los proyectos del barrio. Ahora s¨®lo queda esperar a ver qu¨¦ les van a contar y pensar si se tragan el cuento.
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