S¨®lo lo fugitivo permanece y dura
Poco antes del estreno de La felicitat en el Romea, le preguntaron a Javier Daulte en la radio: "?De qu¨¦ va su obra?". Daulte contest¨®, alzando su educada sonrisa extraterrestre: "De la felicidad". Pod¨ªa haber contestado canturreando aquella pret¨¦rita canci¨®n de su compatriota (aunque no extraterrestre) Palito Ortega: "De la felicidad, ja, ja, ja, ja", lo que hubiera sido una forma de re¨ªrse finamente de la pregunta y, al mismo tiempo, se?alar de un modo oblicuo (es decir, muy serio) la iron¨ªa inmediata que suscitan en ¨¦l las grandes palabras. En la declaraci¨®n fundacional de Estados Unidos, por cierto, figura la b¨²squeda de la felicidad ("the pursuit of happiness") como un derecho de los ciudadanos. En la declaraci¨®n fundacional de Rosa, la protagonista de la nueva comedia de Daulte, la felicidad no est¨¢ contemplada como objetivo sino como imperativo categ¨®rico. Un imperativo que debi¨® comenzar en su puritita infancia: la nena marc¨® su territorio, plant¨® su bandera y proclam¨® la absoluta obligatoriedad de su deseo, cabe suponer que a gritos. O con una mirada fija, ardiente, terror¨ªfica. Y sus padres, pobrecillos, se rindieron en el acto; quiz¨¢ porque hab¨ªan tenido una ni?ez basuril, quiz¨¢ porque se sent¨ªan m¨¢s abuelos que padres.
A prop¨®sito de La felicitat, la nueva comedia de Javier Daulte, en el Romea de Barcelona
Acabo de escribir la palabra "terror¨ªfica", y es que La felicidad es una comedia de terror. Comienza, para que nadie se llame a enga?o, en la m¨¢s absoluta oscuridad. Alguien grita en un lugar desconocido. Una sombra se recorta de la sombra y golpea, siguiendo ¨®rdenes. Baja una pantalla y desfilan unos t¨ªtulos de cr¨¦dito marca Hammer (letras g¨®ticas que viran al rojo sangre), mientras suena una m¨²sica draculiana. Es c¨®mico y terror¨ªfico ver a una mujer de 30 a?os comport¨¢ndose como una cr¨ªa desp¨®tica, y todav¨ªa m¨¢s ver a unos padres, Fina y Omar, absolutamente abuelizados, cumpliendo, temblorosos, hasta el m¨¢s ¨ªnfimo deseo de la criatura. En realidad, todos los deseos de Rosa son un solo deseo: ser permanentemente feliz. He dudado a la hora de titular esta cr¨®nica. El verso de Quevedo me viene al pelo, pero ten¨ªa dos t¨ªtulos m¨¢s: La estrategia de la ara?a y Retrato de familia con androide. Porque la nueva obra de Daulte contiene androide. Y duelo a espadas. Y n¨²meros musicales. Y espiritismo. Y espionaje. Y, a la postre, una desgarradora historia de amor imposible. No dir¨¦ m¨¢s. Puedo contarles, eso s¨ª, que el androide es un resucitado: viene de una pieza anterior de Daulte, Autom¨¤tics, que se estren¨® en Catalu?a y todav¨ªa no se ha visto, cosa incomprensible, en el resto de Espa?a. De hecho, ahora que lo pienso, La felicitat contiene dos androides, si entendemos que un androide es una construcci¨®n mec¨¢nica, un intento de crear un ser perfecto. Claro que a veces los androides se estropean y act¨²an por su cuenta: es un tema cl¨¢sico de la ciencia-ficci¨®n, lo que me llevar¨ªa a ampliar la definici¨®n gen¨¦rica y decir que La felicitat es una comedia terror¨ªfica y de amor loco y de ciencia-ficci¨®n y de espionaje, con n¨²meros musicales y duelo a espadas. Tambi¨¦n podr¨ªa lanzar tres o cuatro ganchos m¨¢s para fijar la ballena y, de paso, despertarles el apetito, que es de lo que se trata: Bioy (el Bioy de, por ejemplo, El perjurio de la nieve), Rod Serling (It's a good life) remakeado por Joe Dante, y Atrapado en el tiempo, de Harold Ramis. Ah, y Jardiel, aunque les parezca raro. Por fondo (la locura y la muerte bajo la carcajada) y por forma, por m¨¦todo.
Daulte es cada vez m¨¢s espa?ol, porque ha escrito La felicitat del mismo modo que Jardiel escribi¨® Cuatro corazones o Un marido de ida y vuelta: sobre la marcha, y sin saber c¨®mo iba a acabar. Aunque en el fondo s¨ª sab¨ªa, igualito que Rosa. Ah¨ª tambi¨¦n se unen las estrategias de creador y personaje. Daulte dice: "No hay que saber buscar, hay que saber encontrar. Uno acaba sabiendo que en alg¨²n lugar de la primera parte se esconde el germen de la segunda". Germen, virus. La felicidad como una enfermedad expansiva, metast¨¢tica. En un di¨¢logo del primer acto est¨¢, eureka, la clave del segundo. Rosa dice: "Si lo que comienza siendo f¨¢cil acaba siendo imposible, entonces lo que comienza como imposible deber¨ªa acabar siendo inexorable". Colof¨®n del teorema de Rosa: "Si lo f¨¢cil no perdura, s¨®lo lo imposible puede ser eterno". La esencia de la felicidad, pues, ser¨ªa su condici¨®n mercurial, inatrapable, quevedescamente fugitiva. En el primer acto, la ara?a ha tejido una estrategia excesivamente dom¨¦stica. Se trata de multiplicarla, de hacer coincidir el mapa con el territorio real, de crear una tela inabarcable. Rosa hubiera sido una perfecta jerarca de la CIA, del KGB, del M-16, y es en ese punto cuando La felicitat se encuentra con Alias, la revolucionaria serie de J. J. Abrahams. Y sus papis se ven forzados a improvisar en la m¨¢s pura estela de Misi¨®n imposible. ?Se han hecho un l¨ªo? No, es muy sencillo. En el fondo, Daulte pretende cogernos por la nariz con las dos preguntas fundamentales de la narraci¨®n pura: ?qu¨¦ est¨¢ pasando? (primer acto) y ?qu¨¦ va a pasar ahora? (segundo).
Como en lo mejor de Jardiel, el primer acto acaba tan en punta, las expectativas son tan altas, que uno se devana los sesos pensando c¨®mo saldr¨¢ Daulte del embrollo. Y sale con un pirandellian¨ªsimo golpe de genio, totalmente "imprevisible e inevitable", las condiciones que Arist¨®teles ped¨ªa a las conclusiones dram¨¢ticas. El formidable juego teatral de La felicitat no se sostendr¨ªa sin unos actores capaces de adentrarse en la telara?a rechazando la red de protecci¨®n, saltando en la rayuela que enlaza, en cuesti¨®n de segundos, las casillas c¨®micas y las tr¨¢gicas. Clara Segura, aterradora y pat¨¦tica como todas las locas de amor. Ana Mar¨ªa Barbany, el m¨¢s perfecto cruce entre Thelma Ritter y Julia Caba Alba. Francesc Luchetti, un padre/abuelo multiforme, que nunca ha estado mejor. Jordi Rico, la mosca que desarrolla alas de acero. Y, revelaci¨®n, Joan Negri¨¦, el perfecto Ariel de esta tempestad en un vaso de agua enga?oso, porque est¨¢ lleno de alcohol teatral puro.
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