Desintoxicaciones
Nada m¨¢s abandonar la cl¨ªnica en la que se hab¨ªa sometido a una cura de desintoxicaci¨®n, Kate Moss pos¨® como la ven ustedes para el dise?ador italiano Roberto Cavalli. No sabemos si se hab¨ªa liberado de la adicci¨®n a las drogas ilegales, pero lo cierto es que para hacerse perdonar tuvo que proporcionar al mundo una buena dosis de estupefaciente legal. Ah¨ª la tenemos, atada al ¨¢rbol y con un hierro en la garganta que evoca el collar de un perro. Aqu¨ª me tienen, hagan conmigo lo que quieran, pero dejen de sacarme la piel a tiras. Hab¨ªa perdido los contratos de H&M, de Burberry, de Chanel, de Rimmel... Todas las marcas bienpensantes se apresuraban a desligar su nombre del de la Moss. En 24 horas se hab¨ªa convertido en una apestada. En cambio, el que vendi¨® las fotos de la chica, obtenidas de forma clandestina con un tel¨¦fono m¨®vil, se forr¨®. Es lo ¨²nico que sabemos de ¨¦l, que se forr¨®, de ah¨ª que nadie afeara su manera de proceder. Para mucha gente es un modelo de conducta, un tipo con olfato, un listo.
Salir de la cl¨ªnica es como salir de la c¨¢rcel. ?Ad¨®nde vas ahora? A la ropa interior, evidentemente
Kate Moss dijo no se apuren ustedes, que me desintoxico. El mundo aprecia estos gestos que implican un grado de sumisi¨®n, de arrepentimiento, de voluntad de enmienda, de modo que la modelo se matricul¨® en una cl¨ªnica especializada en contriciones de gente famosa y se cur¨®, o eso dijeron. Pero salir de la cl¨ªnica es como salir de la c¨¢rcel. ?Ad¨®nde vas ahora? A la ropa interior, evidentemente. Si quieres lavar tu imagen, lo l¨®gico es que te muestres en plan San Sebasti¨¢n para que el p¨²blico te asaetee a gusto. Chica, has de mostrarte fr¨¢gil, sumisa, desamparada, para que el consumidor te esnife sin problemas. Levanta las manos y c¨®gete a la rama, como si las tuvieras atadas. No te atamos de verdad porque se nos echar¨ªan encima las feministas. Basta con que insin¨²es la postura. Y levanta la barbilla, que se te vea bien ese collar de animal domesticado tan hermoso.
Pero no pongas cara de angustia porque se supone que tu destino es el ¨¢rbol. A este lado de la foto habr¨¢ mucha gente que te va a azotar imaginariamente por haber sido mala. Tienes que esperar el latigazo con expresi¨®n de ¨¦xtasis. ?Has le¨ªdo a san Juan de la Cruz? ?No? Mala cosa. A santa Teresa tampoco, claro. Pero habr¨¢s visto por lo menos cuadros de v¨ªrgenes con el pecho atravesado por una espada. Bien, ¨¦se es el registro. Un dolor que no es dolor, una especie de enajenaci¨®n, de arrobamiento, de embriaguez. Imagina que has tomado alg¨²n estupefaciente, no es tan dif¨ªcil, chica, eres drogadicta. Eso es, mira al vac¨ªo, como si esperaras a alguien que quiz¨¢ te rescate, no sin haberte castigado previamente. Levanta la barbilla. Di whisky, seguro que te gusta decir whisky (y beberlo). Ahora. Muy bien, en dos d¨ªas te han perdonado. Te llover¨¢n ofertas de todas las marcas, ya ver¨¢s.
Esta imagen dio la vuelta al mundo y acab¨® en los cuartos de ba?o de la misma clase media globalizada que se hab¨ªa escandalizado al ver a la genial modelo preparar una raya de coca con una tarjeta de cr¨¦dito (no hemos logrado averiguar si de Visa o American Express). As¨ª son las cosas, se?or. Tampoco sabemos si Kate Moss, a la que adoramos, necesitaba quitarse de la coca. Pero es evidente que usted y yo necesitamos quitarnos del fetichismo. A ver si tenemos un rato.
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