Regular
De medio bien. Y de regularizaci¨®n. La que llevo yo tratando de hacer efectiva desde hace unos meses para un profesional cualificado que, por esas cosas de la vida, fue a nacer en Lima. Dado que no rijo un club de f¨²tbol, ni mi futuro colaborador es un consagrado ariete, estoy expuesto a la lenta maquinaria de la Administraci¨®n, confiando en que ni las circunstancias de la compa?¨ªa hayan cambiado en el momento de la concesi¨®n del permiso ni la paciencia del trabajador se haya consumido en la espera.
El art¨ªculo Espa?oles a la carta publicado en su peri¨®dico me ha hecho sentir como el disciplinado pardillo que espera a la cola del club de moda, mientras privilegiados j¨®venes ingresan en el local sin esperar, lanz¨¢ndome antes una ¨²ltima mirada de conmiseraci¨®n. El texto, en el que varios directivos se jactan de poder agilizar los tr¨¢mites para nacionalizar a sus estelares empleados, me insulta como ciudadano y me enfrenta con la cruda realidad de que estamos a¨²n lejos de ser una democracia mod¨¦lica; de que, en ciertos aspectos, estamos simplemente regular.
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