Cat¨®licos y musulmanes, juntos
Despu¨¦s de 10 a?os de la guerra, hablar de reconciliaci¨®n en Bosnia-Herzegovina resulta casi imposible. Mientras las televisiones nacionales repiten las im¨¢genes del genocidio que se llev¨® a cabo entre 1992 y 1996, los ciudadanos conviven d¨ªa tras otro con la muerte. Muchos tienen a sus difuntos enterrados en el jard¨ªn de sus casas. Pero hay una experiencia nueva capaz de despertar cierta esperanza: musulmanes y cat¨®licos, juntos en una nueva universidad.
Situada a orillas del r¨ªo Neretva, Mostar es la ciudad m¨¢s hermosa del pa¨ªs, y tambi¨¦n la m¨¢s dividida. Fundada en el siglo XV por los otomanos, toma su nombre por el famoso puente viejo (Stari most) y por las dos torres que lo flanquean, llamadas mostars en la lengua local. El puente es un s¨ªmbolo para la ciudad y un objeto sagrado para los musulmanes, que vieron como en 1993 los croatas lo derribaban desde una colina cercana. Al concluir la guerra, la comunidad croata coloc¨® en esa colina una inmensa cruz blanca que se divisa desde toda la ciudad. Por su parte, los musulmanes, al otro lado del r¨ªo, orientaron los altavoces de las mezquitas hacia el lado cat¨®lico. Son peque?as provocaciones que no llegan a m¨¢s. Aunque cuando en el pasado mundial de f¨²tbol Croacia fue derrotada por Brasil, un grupo de bosniacos (bosnios musulmanes) sali¨® a celebrarlo y la fiesta concluy¨® con un tiroteo.
Pese a estos indicios que hacen que la paz pueda verse como algo distante, existe una generaci¨®n en la que la comunidad internacional, y en particular la Universidad de Granada, han depositado todas sus esperanzas. Se trata de los j¨®venes veintea?eros que apenas ten¨ªan 10 a?os durante la guerra. Pensando en este grupo, la Universidad granadina ha inaugurado en Mostar el primer centro universitario en el que cat¨®licos y musulmanes estudian juntos desde el fin de la guerra.
El objetivo del centro, que este verano celebra sus primeros cursos, es conseguir que las generaciones que no participaron en el conflicto vuelvan a convivir. "Es un trabajo complejo, pero tenemos muchas esperanzas depositadas en estos j¨®venes. Vinimos a Mostar durante la guerra para ayudar con proyectos a corto plazo. Pasados 10 a?os, la educaci¨®n es la ¨²nica forma de reconducir la situaci¨®n", afirma Pilar Oca?a, directora de la Asociaci¨®n Universitaria de Solidaridad Internacional, que gestiona el proyecto.
Helena es una joven bosnia de origen croata. Tiene 21 a?os y estudia Derecho. Est¨¢ encantada con la experiencia de aulas conjuntas y reconoce que "no es tan complicado compartir un aula con gente de la otra universidad. Quienes ponen m¨¢s pegas son nuestros padres o nuestros profesores, que no siempre est¨¢n de acuerdo en que hagamos cosas en com¨²n".
Pese a la divisi¨®n actual que existe en la ciudad, partida en dos por el r¨ªo y que mantiene duplicados muchos servicios, las diferencias entre las dos comunidades son dif¨ªcilmente apreciables. "A simple vista no existen diferencia. Les gustan las mismas cosas, tienen las mismas costumbres, viven la religi¨®n de una forma tranquila, estudian para lograr un futuro mejor, beben alcohol, tienen relaciones sexuales, visten como cualquier otro europeo... Sin embargo, la guerra est¨¢ ah¨ª, es dif¨ªcil dejarla a un lado. Basta con dar un paseo por la ciudad y ver c¨®mo los bulevares siguen destruidos, con edificios en ruinas llenos de balazos y fuego de mortero", comenta un soldado del destacamento espa?ol que estuvo presente en el acto inaugural de los cursos.
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