Donde el ojo no alcanza a ver
Desde mediados del siglo XVIII los conocimientos sobre las obras de arte se empezaron a articular como materia cient¨ªfica, surgiendo as¨ª la Historia del Arte y la Arqueolog¨ªa como disciplinas. Los connaisseurs se apoyaron en nociones como los estilos y en diferentes t¨¦cnicas de interpretaci¨®n para poder comparar obras y establecer dataciones y atribuciones. Desde entonces se han destilado muy diversos procedimientos, tanto conceptuales como tecnol¨®gicos, para comprender los procesos de producci¨®n de las obras, para poder saber qu¨¦ es lo que pasaba en la "cocina del artista", estos procedimientos han permitido comprender cu¨¢les eran las particularidades espec¨ªficas de cada taller. De entre las t¨¦cnicas que han resultado m¨¢s sorprendentes hay que destacar la exposici¨®n de las telas a los Rayos X, que ha permitido conocer qu¨¦ hay pintado debajo de las capas m¨¢s superficiales de pigmentos, descubriendo en algunos casos otras obras ocultas o los pentimenti (arrepentimientos) del artista que empieza planteando la posici¨®n de una figura y que, una vez concluida su ejecuci¨®n, la cambia. Sin embargo, no todo lo que hay debajo de la pintura se hace visible por medio de los Rayos X, una circunstancia que ha conducido a intentar desarrollar otras t¨¦cnicas para desvelar aquello que ha quedado oculto a la vista.
EL TRAZO OCULTO
Museo Nacional del Prado
Paseo del Prado. Madrid
Hasta el 5 de noviembre
El Museo del Prado presenta
ahora una de sus l¨ªneas de investigaci¨®n, realizada sobre 17 de sus cuadros, utilizando lo que se denomina "reflectograf¨ªa infrarroja". Esta t¨¦cnica, desarrollada en el Laboratorio de Metrolog¨ªa ?ptica de Mil¨¢n, consiste en la proyecci¨®n sobre la superficie del cuadro de luz incandescente con l¨¢mparas de infrarrojos. Esta luz destaca el fondo blanco con el que se preparaban las tablas antes de pintar y las l¨ªneas o surcos que sobre ¨¦l se trazaban con piedra negra, puntas met¨¢licas, tinta o carb¨®n, para encajar las figuras y las escenas. Obviamente esos dibujos no son visibles, ya que han quedado ocultos por las capas de ¨®leo o de t¨¦mpera que forman las im¨¢genes que definitivamente se ven en el cuadro. Esta t¨¦cnica, que permite desvelar una parte de lo que ha quedado oculto, era ya conocida desde finales de los a?os sesenta pero hasta que no se ha podido unir a los procedimientos inform¨¢ticos de almacenamiento y procesamiento digital de datos, no ha sido posible componer con fidelidad la imagen completa de lo que hay debajo de toda la superficie de un cuadro.
Estas t¨¦cnicas de "reflectograf¨ªa" no s¨®lo permiten saber c¨®mo fue planteado el cuadro que se analiza sino que han aportado importantes datos e im¨¢genes sobre c¨®mo dibujaban algunos pintores, como Robert Campin, Memling o Pedro Berruguete, de los que no se ha conservado ning¨²n dibujo. Pero son particularmente interesantes porque ilustran sobre la forma en que los artistas del Renacimiento planteaban sus cuadros, mostrando c¨®mo pasaban en algunos casos a la tabla las figuras dibujadas en un boceto previo por medio de una cuadr¨ªcula o utilizando unos estarcidos, o bien, dibujando a mano alzada con trazo directo sobre la imprimaci¨®n de base.
Tambi¨¦n, este tipo de investigaciones puede descubrir c¨®mo algunos pintores no se conformaban s¨®lo con encajar las siluetas de las figuras sino que planteaban en esos dibujos previos los focos de luz y, sobre todo, el peso que las sombras tendr¨¢n en la composici¨®n, utilizando para ello diferentes tipos de rayados y sombreados. Pero estos procedimientos tecnol¨®gicos permiten ir mucho m¨¢s all¨¢ de realizar meras constataciones sobre c¨®mo se desarrollaban las operaciones f¨ªsicas de pintar, ya que los trazos ocultos desvelan tambi¨¦n las dudas o la seguridad del artista y, en este sentido, permiten a?adir conjeturas sobre la personalidad o profesionalidad de unos pintores sobre los que, por su lejan¨ªa en el tiempo, no se poseen muchos datos.
Lo que ahora exhibe el Museo del Prado es un peque?o conjunto de cuadros que puede parecer anecd¨®tico o extremadamente t¨¦cnico para un p¨²blico mayoritariamente formado por ruidosos turistas que deambulan por las salas sin detenerse a contemplar ning¨²n cuadro, cumpliendo s¨®lo con el ritual de pasar por los sitios asignados por los operadores de viajes, sin embargo y por esa raz¨®n, el museo necesita hacer saber que no es una mera atracci¨®n tur¨ªstica ni un parque tem¨¢tico en el que pasar un rato, sino un centro de estudio e investigaci¨®n.
Lo que se puede ver en las
dos salas de la planta baja es un peque?o conjunto de 17 cuadros. Se trata de tablas de los siglos XV y XVI de pintores de la importancia de Robert Campin, Hans Memling, El Bosco, Mabuse, Botticelli, Rafael, Andrea del Sarto, Fernando Gallego o Pedro de Berruguete, entre otros. No es ¨¦ste el momento de destacar los valores intr¨ªnsecos de obras que son muy conocidas y que est¨¢n muy estudiadas, lo que cabe destacar aqu¨ª es que estos cuadros, que se pod¨ªan ver en las salas generales junto a otros contempor¨¢neos, ahora han sido separados del conjunto y se muestran de tal manera que tienen al lado unas cajas de luz en las que se ven reproducidas las im¨¢genes de sus "trazos ocultos", siendo acompa?ados por unas cartelas con breves explicaciones sobre el cuadro y sobre los trazos que se hacen visibles. De esta manera, ese selecto conjunto de obras, descontextualizadas del discurso historicista del resto del museo, cobran cierto protagonismo y se ofrecen a una visi¨®n reposada que reclama del espectador una atenci¨®n personalizada que dirige su mirada desde el cuadro al dibujo y de ¨¦ste nuevamente al cuadro. Resulta particularmente interesante contemplar La Sagrada Familia de la Perla, de Rafael, junto con su dibujo oculto, en el que se pueden constatar los movimientos que han sufrido las figuras hasta conseguir la posici¨®n definitiva.
Sin duda, los datos y las consecuencias del programa de investigaci¨®n no pasan de tener inter¨¦s para los especialistas en esos pintores concretos, pero al ser expuestas las obras y los resultados el p¨²blico participa de los descubrimientos y, a nada que preste un m¨ªnimo de atenci¨®n, se dar¨¢ cuenta de que un museo es una fuente de conocimientos cuya misi¨®n va m¨¢s all¨¢ de proporcionar la mera delectaci¨®n en la contemplaci¨®n de las im¨¢genes.
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