La Barcelona de los turistas
Se incrementa progresivamente el n¨²mero de visitantes asi¨¢ticos, estadounidenses y de Europa del Este
En Barcelona ya no hay temporada alta: todo el a?o llegan turistas. M¨¢s de cinco millones viajaron a Catalu?a en 2005 y para este a?o se prev¨¦ que una cifra notablemente superior. Buena parte de ellos recalan en la capital catalana y este agosto la invasi¨®n es total. A juicio de algunos, Barcelona es la ciudad m¨¢s moderna de Espa?a; en opini¨®n de otros, una completa sorpresa al final de un billete econ¨®mico de avi¨®n.
Los visitantes proceden en su mayor¨ªa de Francia, Reino Unido y Alemania, aunque cada vez hay m¨¢s asi¨¢ticos -japoneses, sobre todo-, estadounidenses y de Europa del Este. La ¨²nica variaci¨®n importante respecto del resto del a?o es que en agosto baja la edad media del visitante y sus posibilidades de gasto y se incrementa la demanda de ocio nocturno. As¨ª lo constata la oficina de turismo de la plaza de Catalunya, una de las seis que gestiona Turismo de Barcelona. Hacia all¨ª se dirigen buena parte de los reci¨¦n llegado.
"No se puede viajar a Barcelona y no visitar el museo del Bar?a", dice una joven polaca
Los m¨¢s informados y exigentes son los alemanes. "Lo vi en Internet", afirman
"?Lo que m¨¢s nos gusta de la ciudad? Catedral, fiesta, paella y carajillo"
"Barcelona tiene muy buena reputaci¨®n. M¨¢s que Madrid. Es joven y 'cool"
La ruta que menos gusta es la del F¨®rum. "S¨®lo hay edificios nuevos y solares"
"Me encantan los estadounidenses porque sienten que everything is great. Son f¨¢ciles de complacer", comenta Mariona Compte, gu¨ªa oficial de turismo desde hace dos a?os. De acuerdo con su experiencia, la mayor parte de los estadounidenses no saben mucho de la ciudad, y la primera palabra que se les ocurre es arquitectura. Para ellos, toda Europa es como una venerable anciana a la que se debe conocer.
En los ant¨ªpodas est¨¢n los alemanes, informados y exigentes. Saben desde la frecuencia de los autobuses hasta los precios de las entradas a las principales atracciones, y no tienen problema en pedirle al gu¨ªa que conduzca a 30 personas por los entresijos del metro, transbordos incluidos. "Tenemos tiempo. Lo vi en Internet", suele ser su argumento.
El principal objetivo de los asi¨¢ticos es fotografiar todo aquello a lo que la Unesco ha puesto un sello de distinci¨®n, como el de Patrimonio de la Humanidad que ostenta el Palau de la M¨²sica. Adem¨¢s, se mueren por los n¨²meros; por eso preguntan cu¨¢l es la altura de la Sagrada Familia y cu¨¢ntos pabellones tiene el hospital de Sant Pau. En cambio, el brit¨¢nico medio podr¨ªa prescindir de la obra de Dom¨¨nech i Montaner, pero no perdonar¨ªa que lo dejaran sin ver el Camp Nou.
- 'Bar?alona'. Frente al Camp Nou, 12 autobuses de diferentes pa¨ªses dan testimonio de la popularidad del club. En las taquillas, abarrotadas, predominan las familias con ni?os que visten los colores del Bar?a. En el museo, el m¨¢s visitado de Catalu?a, los incesantes flashes dan la impresi¨®n de que un jugador azulgrana anda suelto, pero no. Los objetivos apuntan a la antorcha ol¨ªmpica de 1992, los retratos del equipo y la copa de la Champions.
"El f¨²tbol lo mueve todo", afirma Karol Hagen, dan¨¦s de 43 a?os que ense?a las instalaciones a sus hijos, de 9, 10 y 15 a?os. "No se puede viajar a Barcelona y no visitar el museo del Bar?a, ?no?", se?alan las polacas Carolina y Dzieria, de 19 a?os, que visitan la ciudad como excursi¨®n de final de curso gracias a que "Espa?a es un destino barato".
"La gente y el tiempo", responde el b¨²lgaro Alex Chomovsky, de 34 a?os, cuando se le pregunta por qu¨¦ ha escogido Barcelona como destino. ?Y por qu¨¦ el museo del Bar?a? "Pues porque soy del Bar?a, desde siempre".
- La ruta modernista. Si para algunos turistas el nombre de la ciudad va unido al FC Barcelona, para otros la asociaci¨®n con Gaud¨ª es autom¨¢tica, y visitar las obras del arquitecto catal¨¢n es la raz¨®n de su viaje. De hecho, las cifras de la oficina de turismo dicen que la llamada ruta modernista ocupa siempre el primer lugar en las preferencias de los turistas.
Una larga cola se forma ante la fachada de la Sagrada Familia. Es visita obligada; por eso, todos esperan pacientes su turno para entrar en el templo. Por las empinadas escaleras sube ¨¢gilmente un grupo de turistas sudorosos. No prestan mucha atenci¨®n al interior del edificio: lo importante es llegar arriba cuanto antes para disfrutar de la perspectiva de la ciudad. Podr¨ªan haber tomado el ascensor, pero no llegar¨ªan tan arriba. Mientras prosiguen la ascensi¨®n, muchos lanzan miradas furtivas al exterior por los peque?os ventanales. "Las vistas son maravillosas", opina Nick, un estadounidense que acaba de aterrizar en Barcelona junto con su familia. "Pero el interior es decepcionante. Est¨¢ muy vac¨ªo", a?ade. "Es impresionante. Lo m¨¢s hermoso de todo es que est¨¢ en el centro de la ciudad", dice Antonello, un italiano que no deja de mirar las torres.
Otro punto de peregrinaje es La Pedrera. "Gaud¨ª la construy¨® entre 1906 y 1910", relata -en un ingl¨¦s con fuerte acento espa?ol- una gu¨ªa a un grupo de turistas con la mirada fija en las pinturas del techo del vest¨ªbulo.
La escena se repite en la Casa Batll¨®. En agosto se registra una cifra r¨¦cord de visitantes, la mayor¨ªa italianos, franceses, holandeses y japoneses, seg¨²n la coordinadora de la ruta modernista, Mercedes Medrano. El progresivo incremento de visitantes japoneses ha llevado al museo a ofrecer audiogu¨ªas en japon¨¦s. "Este verano hay m¨¢s familias rusas, estadounidenses e israel¨ªes", a?ade Medrano, quien subraya la presencia de mochileros en esta ¨¦poca. En efecto, la boca del metro frente a la Casa Batll¨® est¨¢ ocupada por un grupo de veintea?eros italianos que repasan la fachada con la boca abierta. Entre ellos, una chica, Daniele, se queja: "?No pienso entrar, es muy caro!". La visita completa cuesta 16,50 euros. Francesca y Lucia ni se lo piensan; por eso hacen cola para comprar las entradas. "Luego iremos a La Pedrera y pasaremos la tarde en el parque G¨¹ell", explican. Es la misma ruta que tienen pensada Carol y David, de Londres.
"No sabemos si Dave [su hijo de cinco a?os] nos dejar¨¢ seguir adelante", comentan.
La duda se esfuma unos minutos m¨¢s tarde. Una vez dentro de la casa, el ni?o disfruta con las formas curvil¨ªneas y los colores llamativos de lo que Dave asegura que "es la casa de un drag¨®n". Junto a ellos, hay dos parejas rusas que se alojan en Sitges y pasan el d¨ªa en Barcelona.
Es momento de darse un respiro y disfrutar de la combinaci¨®n de arte y naturaleza del parque G¨¹ell. En la terraza dise?ada por Gaud¨ª descansan decenas de turistas desafiando el intenso sol de agosto. Un estadounidense, enfundado en una camiseta del Bar?a, explica que esta ciudad le parece "maravillosa". ?Y la gastronom¨ªa? "S¨®lo como en fast foods", dice entre risas.
- Todo sobre ruedas. "?Abran sus gu¨ªas!, ?hay mapas dentro!". Son las frases que m¨¢s se oyen en el bus tur¨ªstico. "Las repetimos porque los pasajeros nos preguntan cosas que ya aparecen en las gu¨ªas", argumenta Natalia Pe?a, gu¨ªa del veh¨ªculo que cubre la ruta sur. Este es uno de los cuatro itinerarios sobre ruedas que ofrece la ciudad. La ruta norte se ocupa de la parte alta, incluido el parque G¨¹ell, mientras que la del F¨®rum se dedica al nuevo frente mar¨ªtimo y el Tombus est¨¢ pensado para los turistas-compradores.
Matrimonios con hijos, j¨®venes gritones y alguna que otra persona sola copan los autobuses que recorren las rutas sur y norte. Margaret Back, inglesa de 45 a?os, tiene alquilada con su marido y sus dos hijas una casa en Calella de Palafrugell. Han decidido pasar la tarde en Barcelona. No quieren coger el metro ni caminar largos tramos. Soluci¨®n: el bus tur¨ªstico. "No conocemos nada y as¨ª nos lo ense?an todo, ?no?", dice antes de bajar en la Sagrada Familia.
"Podr¨ªa coger el metro, pero este autob¨²s es fant¨¢stico para ver toda la ciudad", coincide Andrea Costa, estudiante italiano de 26 a?os. "Durante el franquismo s¨®lo se pod¨ªa usar el castellano, ?no?", pregunta a la gu¨ªa. Esto le basta a Pe?a para darse cuenta de que este pasajero no corresponde al perfil del "turista t¨ªpico, que no se entera de nada".
En la placa de identificaci¨®n de Natalia aparecen su nombre y las banderas de Catalu?a, Espa?a y el Reino Unido, que representan los idiomas que habla. "Muchas veces me preguntan de d¨®nde es esta bandera", dice se?alando la senyera. Despu¨¦s de la explicaci¨®n oportuna suele continuar con un "aqu¨ª hablamos dos lenguas, ?lo sab¨ªa?".
"Ahora entiendo por qu¨¦ las indicaciones est¨¢n escritas de otra forma", dice Ana Mar¨ªa Pelmus, una rumana que lleva tres d¨ªas en la ciudad. No sabe mucho de ella y lamenta no tener tiempo para informarse con tranquilidad. "Este autob¨²s me da una idea r¨¢pida de lo que me interesar¨ªa ver en una futura visita", afirma.
Pierre Cabon, un franc¨¦s de 37 a?os que viaja con su mujer y sus tres hijos, cuenta que en su pa¨ªs Barcelona representa la Espa?a moderna. "Tiene muy buena reputaci¨®n. M¨¢s que Madrid. Para nosotros es joven y cool", dice mientras su hijo se?ala las Torres Mapfre. Pierre no entiende el ingl¨¦s y le extra?a que en el bus en el que viaja no haya ning¨²n gu¨ªa que hable su lengua. "No entiendo nada, pero me da igual. Son dos horas de sol y tranquilidad", se consuela
La elecci¨®n del idioma, as¨ª como la de la informaci¨®n sobre los lugares tur¨ªsticos, depende del gu¨ªa del autob¨²s. "Uno se adapta a los viajeros. Cuando ves que hay algo que no interesa no lo dices, y viceversa", comenta Pe?a antes de recordar que los turistas le han preguntado d¨®nde vive Ronaldinho y si es verdad que los museos cierran para que sus empleados hagan la siesta. "Tambi¨¦n preguntan por sitios para salir y luego te dicen si quieres ir con ellos. Sobre todo si son italianos. Si no ligas aqu¨ª es porque no quieres", concluye.
- Tierra de nadie. "Este autob¨²s no tiene mucho sentido, ?verdad?", se pregunta Aitor, un turista bilba¨ªno de 26 a?os que visita Barcelona por primera vez. "Hoy hemos recorrido las otras l¨ªneas y nos han impresionado, pero esta... si s¨®lo hay edificios nuevos y solares...", a?ade. Gianluca, italiano, tiene un punto de vista similar: "Est¨¢ bien para relajarse. Incluso puedes dormir un poco".
La ruta tur¨ªstica del F¨®rum es la m¨¢s corta y la menos concurrida de las tres que ofrece la ciudad. Parte del Puerto Ol¨ªmpico y llega a su destino despu¨¦s de pasar por la Rambla del Poblenou y las playas de Bogatell y la Mar Bella. Funciona desde abril hasta fin de septiembre.
Una veintena de turistas suben al bus a primera hora de la tarde. Muchos no conocen el recorrido. "Haremos cuatro paradas. La ¨²ltima, en el F¨®rum, donde pueden hacer una visita guiada con descuento mostrando el billete de este viaje", explica el gu¨ªa del autob¨²s, que habla en catal¨¢n, castellano, ingl¨¦s, franc¨¦s y, si se lo piden, en sueco. Admite que esa "es la ruta menos interesante para los turistas", pero lo atribuye al hecho de que se trata de un "vecindario muy nuevo, que la gente no conoce". A pesar de esto, asegura, nunca ha viajado sin pasajeros.
Antes del F¨®rum, el bus hace su pen¨²ltima parada en el parque de Diagonal Mar, un espacio de 14 hect¨¢reas concebido por el arquitecto Enric Miralles. Una pareja de ingleses se baja para dar un paseo. Son los ¨²nicos. En el F¨®rum, donde el autob¨²s espera cinco minutos para sincronizar horarios, nadie se anima a bajar. De vuelta al Puerto Ol¨ªmpico, algunos pasajeros dejan ver su decepci¨®n. Fran?ois, un turista franc¨¦s que se ha pasado una parte del viaje de vuelta medio dormido, se declara "enamorado de la ciudad", pero apunta que "esta ruta es aburrida y no vale la pena".
- ?De compras? El Tombus deber¨ªa servir para que los visitantes se desplazasen por los n¨²cleos comerciales de la ciudad, pero la realidad es otra. Los usuarios del servicio son, en general, barceloneses que viajan desde el centro de la ciudad hacia sus casas y que buscan m¨¢s comodidad y espacio por algo m¨¢s de dinero (el billete cuesta 1,45 euros, 25 c¨¦ntimos m¨¢s que un billete sencillo de la red de Transportes Metropolitanos de Barcelona).
Con m¨²sica relajante, butacas tapizadas y mesas con l¨¢mparas, el Tombus inicia su ruta en la plaza de Catalunya, sube por el paseo de Gr¨¤cia y recorre la Diagonal hasta Pius XII, justo antes del Palau Reial. A la salida, s¨®lo se encuentran en el autob¨²s cinco personas, todas ellas residentes. Nada de bolsas de la compra, paquetes o regalos. "Lo uso a menudo para volver a casa. Es m¨¢s c¨®modo que los autobuses normales y pasa con frecuencia", apunta Mar¨ªa Rosa, que viaja con un amigo.
Antes de llegar a la plaza de Francesc Maci¨¤, aunque no est¨¢ prevista la parada, dos chicas de Los ?ngeles (Estados Unidos) aprovechan un sem¨¢foro en rojo para subir. Armadas con un mapa, se dirigen a la Illa Diagonal. Shelly, de 35 a?os, es la tercera vez que visita Barcelona, pero la primera que utiliza el Tombus. Son las ¨²nicas que lo usan para el fin con el que fue concebido. "Hemos visto la publicidad en un folleto que nos han dado en el hotel y hemos pensado que es genial que haya un transporte que conecte los centros comerciales de la ciudad", apunta sonriente. En su opini¨®n, "si no lo usan los turistas seguramente es porque no saben que existe".
- Las golondrinas del Port Vell. Las golondrinas constituyen uno de los transportes tur¨ªsticos m¨¢s antiguos de la ciudad. El servicio, fundado en 1884, ofrece dos tipos de recorrido: del Port Vell al F¨®rum y otra al Puerto Ol¨ªmpico.
Los niveles superiores de las embarcaciones son los primeros que son ocupados, gracias a las vistas que ofrecen, as¨ª como al sol y el viento refrescante que se reciben all¨ª durante el trayecto. Manuel Roca, gerente de Sirenas, SA, compa?¨ªa que gestiona las golondrinas, explica que se apunta todo tipo de turistas, aunque los n¨®rdicos son los que m¨¢s prefieren la ruta larga (una hora y media), pues son "navegantes natos".
El recorrido breve se presta m¨¢s para los que s¨®lo quieren aliviar los estragos del calor, y generalmente es elegido por quienes viajan con ni?os, que tienden a cansarse con facilidad. "Decidimos subir para reposar despu¨¦s del almuerzo y refrescarnos un poco", explica Svetlana, una veintea?era rusa con la piel enrojecida por el sol.
- Viaje rel¨¢mpago. "Playa, bus tur¨ªstico, shopping y vuelta a Alemania". As¨ª resume Chefin el viaje rel¨¢mpago a Barcelona -a su juicio, "un d¨ªa de relax"- que est¨¢ haciendo con cuatro compa?eras de trabajo. S¨®lo est¨¢n en Barcelona 24 horas y han viajado desde su pa¨ªs ¨²nicamente para estar un d¨ªa y una noche en la ciudad. Las cinco amigas llevan la misma gorra y la misma camiseta con el logotipo de su empresa; eso s¨ª, cada una con su nombre.
Est¨¢n encantadas con Barcelona. "Catedral, fiesta, paella y carajillo", sueltan al ser preguntadas qu¨¦ es lo que m¨¢s les gusta de la ciudad. Si en algo est¨¢n de acuerdo la mayor¨ªa de turistas que visitan la ciudad es que Barcelona est¨¢ de moda.
Este reportaje fue hecho con informaci¨®n de Jaume Bauz¨¤, Bernardo Bejarano, Roger Cassany, Vanessa Pi, Francesco Vitola y M¨®nica Zaragoza.
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