Oasis de literatura
Punta Umbr¨ªa instala por d¨¦cimo a?o consecutivo bibliotecas en las playas
Dejar que la brisa del mar pase las p¨¢ginas. Saltar de palabra en palabra al son de las olas. Huir del griter¨ªo infantil o de los transistores vecinos perdi¨¦ndose entre p¨¢rrafos plagados de polic¨ªas, criminales, orcos nauseabundos, planetas lejanos o personajes hist¨®ricos. ?Qui¨¦n no ha le¨ªdo en la playa? Quiz¨¢s, no es el lugar m¨¢s c¨®modo para hacerlo: tumbonas rotas; ba?istas empapados que salpican su pasi¨®n por el agua con cualquier desconocido; pelotas, cubos, palas y rastrillos de colores imposibles que a veces caen del cielo sin motivo aparente y reparten arena por entre las p¨¢ginas.
Para fomentar la lectura, el Ayuntamiento de Punta Umbr¨ªa (Huelva) ha instalado, por d¨¦cimo verano consecutivo, bibliotecas a lo largo de su costa. Con aspecto de chiringuito cuidado -la madera de la que est¨¢n hechos ayuda a que se las vea como bibliotecas-, hay tres repartidas por la playa. M¨¢s de 600 vol¨²menes dormir¨¢n en estos establecimientos a la espera de alg¨²n lector que se acerque a intercambiarlo por su DNI, que s¨®lo recuperar¨¢ cuando concluya la lectura, que no el libro.
El a?o pasado y el anterior se realizaron una 2.000 consultas frente a las poco m¨¢s de 1.800 del verano de 2003 y 2002. Por sexos, nuevamente las mujeres superaron a los hombres y supusieron el 56% de los usuarios. En cuanto a la participaci¨®n por edades, los m¨¢s menudos son los m¨¢s lectores. "Los mayores preguntan, en su mayor¨ªa, por la prensa y los sudokus o crucigramas", afirma Marta Alfonso, empleada en una de las bibliotecas. M¨¢s de la mitad de los que utilizaron el servicio en 2005 fueron menores. Por ello, se da especial importancia a este p¨²blico.
El pasado viernes, una decena de ellos, de entre cinco y 12 a?os sitiaban en la arena a Angelina Delgado, animadora a la lectura. Sus miradas se posaban fijas en el libro que ella les contaba, Mi vida con ola, una adaptaci¨®n para ni?os de un relato de Octavio Paz. "?Qu¨¦ har¨ªas si pudieseis llevaros una ola del mar?", les pregunt¨®. Y el ritmo de muchas de ellas acompa?¨® las respuestas de los peque?os. Antes de este cuento, Angelina hab¨ªa utilizado otro libro, Preg¨²ntame, para romper la timidez inicial de su audiencia a trav¨¦s de actividades que les ayudase a hablar de s¨ª mismos. Y lo consigui¨®. Tras la lectura, los chavales rompen a jugar como si no lo hubiesen hecho nunca, controlados por las reglas de la monitora. Momento de cazar a alguno de ellos.
A Celia, de diez a?os, hay que pillarla literalmente al vuelo, porque est¨¢ demostrando sus habilidades haciendo el pino. ?Has cogido alg¨²n libro de estas bibliotecas este verano? "Pues s¨ª. El otro d¨ªa cog¨ª La vuelta al mundo en 80 d¨ªas", responde despu¨¦s de coger aire. ?Ah!, de Julio Verne. "?De qui¨¦n?", pregunta curiosa.
A su alrededor, sus compa?eros juegan a construir min¨²sculos barquitos de vela a base de chapas de refresco, palillos, plastelina y cartulina de colores que ha tra¨ªdo Angelina. El resultado se parece mucho a la pasi¨®n que persigue a los protagonistas del ¨²ltimo cuento que va a leerles: Donde brillan las chalupas, de Jutta B¨¹cker y Neele Most. La historia que dos amigos que vencen sus miedos a lo desconocido y emprenden un viaje para ver las chalupas, barquitos de vela como los que sostienen los ni?os, medio hipnotizados con los dibujos del libro que se?ala Angelina al avanzar el relato. Al acabar, dice: "Hemos terminado, ?qui¨¦n quiere leer el libro un rato?" Y casi todos los brazos se alzan y las voces de todos gritan: "?Yo!".
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