"Me dijeron que aqu¨ª todo era f¨¢cil y bonito, pero la realidad es otra"
Betsy Paredes, de 31 a?os, hace cuatro a?os y medio que vive en Cornell¨¤ (Baix Llobregat) y se repite a s¨ª misma que "hay que tener paciencia" para tranquilizar sus ganas de volver a Ecuador y ver a su familia. En la ciudad de Manta -en la costa del Pac¨ªfico- ten¨ªa su propio negocio, un peque?o local en el que vend¨ªa tel¨¦fonos m¨®viles. Sin embargo, amigos que viv¨ªan en Barcelona la animaron a venir a Catalu?a. "Me dijeron que aqu¨ª todo era muy f¨¢cil y bonito, pero la realidad es otra, no es como te lo pintan", explica. En 2002 hipotec¨® su casa de Manta para poder pagar el billete de avi¨®n. "Pensaba que podr¨ªa regresar cuando quisiera, pero a¨²n no he conseguido ni devolver la deuda", comenta.
"Conozco muchas personas que se han ido porque no encontraron lo que les contaron"
Cuando lleg¨®, trabaj¨® limpiando en una casa. Cobraba 360 euros al mes por una jornada de cuatro horas seis d¨ªas a la semana. Permaneci¨® as¨ª durante mucho tiempo porque los propietarios, que "eran muy amables", le prometieron que le arreglar¨ªan los documentos, algo que finalmente no cumplieron. Paredes busc¨® otros trabajos, siempre como empleada dom¨¦stica, y al fin consigui¨® regularizar su situaci¨®n. "Los catalanes consideran que las ecuatorianas somos muy trabajadoras", por lo que nunca le ha faltado empleo, aunque siempre por horas. Se muestra satisfecha de la confianza que depositan en ella: "Tengo las llaves de todas las casas en las que limpio", se?ala. Sin embargo, se lamenta de que su tarjeta de trabajo le permite s¨®lo dedicarse a tareas dom¨¦sticas.
Madre de una ni?a de nueve a?os que permanece en Ecuador con su abuela, estos d¨ªas ha acudido a CC OO para informarse de c¨®mo puede traerla consigo. "La ni?a no quiere venir sin su abuela, pero para que pueda venir tengo que facilitarle antes un contrato de trabajo, y es muy dif¨ªcil que a alguien le interese dar empleo a una mujer de 59 a?os". Betsy cree que la situaci¨®n que vive un joven inmigrante ecuatoriano en Espa?a que no tiene que preocuparse por nadie es muy diferente de la de quienes acarrean el peso de responsabilidades familiares.
La joven opina que abrirse paso en Catalu?a y "prosperar es cuesti¨®n de suerte". "Mis primas, que vinieron antes, ya tienen piso de propiedad, a ellas les ha ido bien". Aun as¨ª, se considera afortunada por haber conocido a un grupo de amigos catalanes que le permitieron entrar en contacto con la realidad y el conocimiento del pa¨ªs. Al principio se relacionaba s¨®lo con ecuatorianos, con los que compart¨ªa piso. En una habitaci¨®n juntaron dos camas para poder dormir tres mujeres. A cambio, pagaba 120 euros. Sin embargo, como explica, "daban noticias m¨ªas en Ecuador que nada se parec¨ªan a la realidad, y mi madre se asustaba". Por ello Betsy decidi¨® alejarse, a¨²n m¨¢s cuando a los seis meses de estar en Catalu?a empez¨® a salir con sus nuevos amigos aut¨®ctonos. "Me dec¨ªan que los catalanes eran raros, muy duros y agarrados, pero no es as¨ª", afirma. Ahora vive en una habitaci¨®n alquilada con su pareja, un joven de Cornell¨¤, y ha estudiado catal¨¢n. "De no haberle conocido a ¨¦l y a sus amigos no lo llevar¨ªa tan bien", asegura.
Betsy lo tiene claro: "Cuando me llaman mis amigas de Ecuador, les digo que si vienen corren algunos riesgos. Que deben asegurarse una oferta de trabajo antes. Conozco muchas personas que se han ido porque no encontraron lo que se les cont¨®".
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