En guagua al juzgado
Cientos de inmigrantes subsaharianos se concentran en un garaje de las dependencias de la comisar¨ªa Sur de Tenerife
En fila india, ordenados y obedientes. Un centenar de inmigrantes sale de la comisar¨ªa Sur de Tenerife sobre las tres de la tarde. Montan en dos guaguas o autobuses y la polic¨ªa los lleva a los juzgados. Es una de las remesas del d¨ªa. En total, 500 subsaharianos se concentran en comisar¨ªa. Minutos antes, se preparan en el garaje donde la polic¨ªa los tiene detenidos. Es un lugar "amplio, con aire renovado y luz natural", seg¨²n explica Luis Carri¨®n, comisario del Sur de Tenerife. En el garaje, los medios de comunicaci¨®n tienen vetada su presencia, pero es perfectamente observable desde fuera. Tanto que casi se puede dar la mano a los subsaharianos. Una valla los separa del exterior. ?Senegal? La mayor¨ªa mira con curiosidad, gritan y repiten: "Senegal". Uno se acerca y dice: "Gambia". Fin de la conversaci¨®n. Varios polic¨ªas la zanjan.
En su despacho, Carri¨®n explica que no puede permitir que se hable con los inmigrantes. Estas personas, seg¨²n indica, tienen derecho a su intimidad como cualquier detenido. Pero al bajar a la calle, se nota que los subsaharianos desean contar su arriesgada experiencia. Hacen gestos de agradecimiento. Con el pulgar hacia arriba o con el dedo ¨ªndice y el pulgar dibujando un c¨ªrculo contemplan a dos fot¨®grafos. Estamos bien, transmiten. Seguramente es as¨ª. Dentro del drama que supone su situaci¨®n, estas personas "son bien tratadas", seg¨²n Carri¨®n. En el exterior del garaje hay cuatro ba?os. De ellos entran y salen inmigrantes. Son muy aseados. Se lavan hasta cinco veces, tantas como oraciones diarias. Mientras unos se limpian, otros beben agua mineral. En el suelo, centenares de botellas apiladas, preparadas para recibir a m¨¢s subsaharianos. En un muro de piedra, decenas de prendas se secan al sol. Los inmigrantes visten ch¨¢ndal oscuro, camiseta blanca o azul, sudadera granate y sandalias. Huir de la miseria y encontrar trabajo, su meta. Impresiona verlos, uno tras otro, sin m¨¢s pertenencia que una bolsa de pl¨¢stico de la Cruz Roja. Sorprende que un alto porcentaje de ellos sonr¨ªen. Estar detenido debe ser jauja comparado a nueve d¨ªas de valiente traves¨ªa por el Atl¨¢ntico en cayuco.
"El inmigrante jam¨¢s ha dado un problema a la polic¨ªa; son personas que asumen y conocen su situaci¨®n, que saben lo que buscan", cuenta Carri¨®n. La gran mayor¨ªa tiene una educaci¨®n exquisita. Aunque hay excepciones. Un inmigrante llega en calzoncillos a la comisar¨ªa custodiado por dos agentes. Se ha resistido y desnudado en el juzgado. "Esposado por su seguridad", seg¨²n la polic¨ªa, entra en comisar¨ªa.
Carri¨®n s¨®lo tiene buenas palabras hacia los subsaharianos. A pesar de que la inmigraci¨®n se ha disparado en 2006 y, con ella, el trabajo, no se queja. Agradece el esfuerzo a sus hombres: "Hay gente que casi no ve a sus hijos reci¨¦n nacidos, que acude a trabajar en su tiempo libre".
La comisar¨ªa se ha reforzado en los ¨²ltimos meses con el apoyo de ocho personas, que se suman a las 15 habituales para la inmigraci¨®n. Han llegado desde La Laguna y Puerto de la Cruz, adem¨¢s de la Brigada Provincial de Extranjer¨ªa. Traductores y especialistas averiguan la procedencia de los inmigrantes, imprescindible en este trabajo. Porque muchos no reconocen su pa¨ªs de procedencia. Hacerlo significa comprar el billete de vuelta. ?Qui¨¦n pondr¨ªa facilidades despu¨¦s de arriesgar la vida?
Carri¨®n asegura que la oleada de cayucos no ha descuidado la atenci¨®n de la polic¨ªa. "Nadie puede decir que hemos desatendido la isla; hemos incrementado la presencia policial", afirma. Su tel¨¦fono echa humo. La vida sigue al sur de Tenerife. En el puerto de Los Cristianos, las autoridades portuarias extraen dos cayucos del mar. Al izarlos con una gr¨²a, sus estructuras de madera se retuercen. "Sacamos cuatro o cinco por semana", dice uno de los operarios. Una vez en el muelle, se aprecian las dimensiones de un cayuco. Son enormes barcas de madera capaces de transportar a 100 personas. Su decoraci¨®n es vistosa, con colores llamativos: amarillos, verdes, rojos. A un costado de cada cayuco, un n¨²mero: 2002 en uno y 2006 en el otro. Quiz¨¢ sea la fecha de fabricaci¨®n. En las costas africanas alguien debe estar haci¨¦ndose de oro construy¨¦ndolas.
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