El singular don del aplicador de lodos
Do?a Carmen es una viejecita entra?able de esas que sonr¨ªen a medias, con los ojos y un gesto de poca fe, por casi todo. No se altera por nada, salvo por la c¨¢mara. "No me vaya a sacar foto, eh. Resp¨¦teme usted que estoy ya muy mayor", dice con un tono de cuento m¨¢s que de reprimenda. Do?a Carmen dice que el barro que lleva en las rodillas, en los hombros y en los tobillos, se lo ha puesto su nuera para calmarle los dolores.
"Pero es que yo tengo 77 a?os. ?C¨®mo no voy a tener dolores! Esto de que el barro tenga beneficios no me lo creo. ?Ha visto usted lo mal que huele aqu¨ª?". Pero es que Do?a Carmen es una esc¨¦ptica radical y no se cree ni que Pablo Fern¨¢ndez, el aplicador de lodos, tenga un don especial en su mano derecha. Pablo y muchas de las personas que acuden a ¨¦l s¨ª lo creen. "Claro que lo creo", comenta una se?ora que acaba de ser tocada por el masajeador de Lo Pag¨¢n. "Es que el naci¨® con esa gracia y siempre tiene esa mano m¨¢s caliente. La calentura de la mano y el barro que te pone te lo quitan todo. Vaya usted a saber por qu¨¦".
Pablo tiene 68 a?os y asegura que descubri¨® ese don cuando ¨¦l mismo se aplic¨® los lodos en su cuerpo. "Estaba para el arrastre. No me pod¨ªa mover. Entonces me vine aqu¨ª y descubr¨ª que ten¨ªa esta mano m¨¢s caliente que la otra. Vea, vea, compruebe usted mismo". Es cierto, la extremidad superior con la que Pablo lleva horas masajeando al personal est¨¢ m¨¢s caliente que la otra. Incre¨ªble. El propietario del don dice adem¨¢s que puede hacer otras cosas m¨¢s sorprendentes como, por ejemplo, descubrir a qu¨¦ se dedica un polic¨ªa vestido de paisano. "Un don para el magreo es lo que tiene ese se?or", comenta una se?ora de Valencia que tampoco cree en los dones de Don Pablo y s¨ª en los del barro.
Pero Pablo aplica el barro con un escr¨²pulo exquisito. Es verdad que pasa la mano por todo el cuerpo, pero es lo que tienen los masajes y los dones, que hay que tocar para creer. Y si no, se los pone usted mismo, oiga. El caso es que Pablo tiene una cola de 20 personas esperando a que los deje como conguitos.
Uno a uno van llegando y preguntan en voz alta: "?Qui¨¦n es el ¨²ltimo?". Y ¨¦l les cobra la voluntad porque dice que no quiere comerciar con un bien que le ha sido dado. Carmen sigue poniendo esa sonrisa guasona mientras se acaricia las rodillas. "Bueno, yo no entiendo, pero a lo mejor tienen raz¨®n los que lo dicen y ma?ana me voy a bailar con unas piernas nuevas. Barro eres y en barro te convertir¨¢s. ?No dice eso la Biblia?". Eso dice, Carmen. M¨¢s o menos.
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