El peso del pasado
JOAN GAR?
A mi amiga Mary Farrell, americana de Maryland, se lo digo siempre para provocarla: hay m¨¢s historia en cualquier calle de Borriana que en toda Nueva York. La frase hay que tomarla como viene, aunque se refiere, naturalmente, al barrio viejo, intramuros, ese espacio que en la Edad Media vivi¨® la ilusi¨®n, como tantas otras peque?as ciudades, de la convivencia entre cristianos, ¨¢rabes y jud¨ªos.
La iglesia principal de Borriana -consagrada al culto de El Salvador- es g¨®tica, aunque no lo parezca. Es un ejemplo primigenio del llamado g¨®tico catal¨¢n, porque Jaume I comenz¨® por aqu¨ª su conquista del reino musulm¨¢n de Valencia. Las p¨¢ginas viv¨ªsimas que, en el Llibre dels Fets, relatan el asedio de la Borriana mora (ese logar tan vil, no maior d'un corral, seg¨²n la prosa despectiva del monarca) son una delicia de cuando la lengua catalana era un idioma nacional, que el rey trasplant¨® a sus nuevos feudos con la naturalidad con que cualquier conquistador hace tabla rasa con las costumbres de los vencidos.
El resultado es un barrio milenario s¨®lo apetecible para los nuevos inmigrantes
Pegada a la iglesia, en un lateral adjunto a la replaza conocida como el rac¨® de l'abadia, es bien visible un peque?o cofre con el que la gente fantase¨® durante a?os, imaginando la posibilidad de que custodiara los restos de alg¨²n egregio familiar de nuestro monarca m¨¢s emblem¨¢tico. En realidad, hace unos a?os el cofre se abri¨®, y parece que s¨®lo conten¨ªa los huesos de alg¨²n animal. Todo el pasado es as¨ª. Propicia en ocasiones revelaciones esenciales y es el sustento m¨¢s dram¨¢tico de la Historia, pero a veces donde ambicion¨¢bamos a una princesa s¨®lo hay una triste perra, y hay que apechugar con ello.
No lejos del rac¨®, en la calle La Sang (antigua calle Juderia), justo enfrente de lo que fue la sinagoga de la aljama de Borriana, unas prospecciones arqueol¨®gicas han dejado al descubierto lo que parece el antiguo cementerio de la comunidad jud¨ªa local. La pujanza de ¨¦sta en los siglos XIII y XIV est¨¢ fuera de toda duda: precisamente Jaume II, en 1326, le concedi¨® la facultad de habilitar un terreno como cementerio, para no tener que trasladar sus cad¨¢veres hasta Morvedre.
En esas calles pobladas de hebreos -y de musulmanes- ahora viven el abandono t¨ªpico de los centros hist¨®ricos valencianos. Como el ayuntamiento (del PP) ha propiciado, en los ¨²ltimos a?os, la r¨¢pida transformaci¨®n de una gran parte del t¨¦rmino municipal en un nuevo El Dorado de "viviendas unifamiliares" y campos de golf, el centro hist¨®rico se cae a pedazos, puesto que la ambici¨®n de todo el mundo es morder aunque s¨®lo sea una pizca de ese fabuloso pastel. El resultado es que un barrio milenario, con el censo de edificios modernistas m¨¢s numeroso de toda la pen¨ªnsula, y donde cada calle es un pedazo de Historia, s¨®lo resulta apetecible para los nuevos inmigrantes magreb¨ªes, que han emprendido su peculiar reconquista.
Y uno s¨®lo desear¨ªa que tambi¨¦n los jud¨ªos volvieran para reclamar lo que es suyo, cinco siglos despu¨¦s, y visitaran ese cementerio de La Sang para poner piedrecitas entre los restos. Esta ciudad es tan suya como de los futuros golfistas que se avecinan. Si me apuran, mucho m¨¢s.
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