Ciudadanas de segunda y con velo
Las iran¨ªes luchan por sus derechos: ante la ley valen la mitad que los hombres
Cuando el fil¨®sofo alem¨¢n J¨¹rgen Habermas visit¨® Ir¨¢n hace un par de a?os, manifest¨® que la pr¨®xima revoluci¨®n iran¨ª ser¨ªa la de las mujeres. En Ir¨¢n ya no hay revolucionarios, ni siquiera gente que quiera deshacer la revoluci¨®n. "Hemos sufrido demasiadas guerras", se?alan incluso los m¨¢s cr¨ªticos con el r¨¦gimen isl¨¢mico. Sin embargo, mientras los hombres j¨®venes se han vuelto pol¨ªticamente m¨¢s ap¨¢ticos (en buena medida a causa del desempleo y la represi¨®n de las revueltas estudiantiles), las mujeres siguen teniendo una causa: la batalla por la igualdad de derechos y oportunidades.
A pesar de disfrutar de mayores libertades que en muchos otros pa¨ªses isl¨¢micos, en Ir¨¢n las mujeres a¨²n son legalmente ciudadanos de segunda. En los tribunales su testimonio vale la mitad que el de un hombre; en casos de compensaci¨®n, su vida se valora igualmente en la mitad; tienen menos derechos en caso de divorcio y rara vez el juez les concede la custodia de los hijos; si est¨¢n casadas, necesitan el permiso de sus maridos para trabajar o viajar al extranjero.
"Vivimos en una cultura patriarcal dominada por una interpretaci¨®n incorrecta del islam", asegura la premio Nobel Shir¨ªn Ebad¨ª
Por dos veces este a?o, grupos de mujeres se han manifestado para pedir cambios en esas leyes. No eran muy numerosos, pero, dada la prohibici¨®n de ese tipo de protestas y el desproporcionado despliegue policial que les esperaba, su atrevimiento adquiere mayor valor. Tanto el 12 de junio como el 8 de marzo, con motivo del D¨ªa Internacional de la Mujer Trabajadora, liberales, islamistas e incluso comunistas aparcaron sus diferencias para denunciar una situaci¨®n que califican de intolerable. Todas coinciden en que la ley es la principal batalla, aunque discrepan en cuanto a la posibilidad de alcanzar sus derechos dentro de un r¨¦gimen isl¨¢mico.
Igualdad imposible
"Los preceptos isl¨¢micos y el Cor¨¢n hacen imposible la igualdad de derechos entre hombres y mujeres", interpreta Sahar M., una profesional liberal de 25 a?os cuya moderna forma de vestir la sit¨²a en el sector m¨¢s laico de la sociedad persa. Ella, como muchas iran¨ªes, encuentra injustas las diferencias que establecen para la herencia, el divorcio o la custodia de los hijos.
Faezeh K., una universitaria de 24 a?os que se cubre con el chador por convicci¨®n personal, discrepa. En su opini¨®n, "la igualdad entre mujeres y hombres es posible, pero los cl¨¦rigos no lo permiten". ?sta es una visi¨®n muy extendida entre las iran¨ªes, no s¨®lo entre las m¨¢s religiosas.
"Creo en Dios y estoy convencida de que ha acordado los mismos derechos a los hombres y a las mujeres. Son los hombres los que convierten las palabras de Dios en un pretexto para lograr sus deseos", defiende Mehrabeh Firuz, una estudiante de cinematograf¨ªa de 22 a?os que admira las pel¨ªculas de Almod¨®var.
La Nobel de la Paz Shir¨ªn Ebad¨ª lleva a?os luchando por una reinterpretaci¨®n de las leyes isl¨¢micas. Esta destacada defensora de los derechos humanos denuncia que "las mujeres en Ir¨¢n se enfrentan a leyes discriminatorias". "Vivimos en una cultura patriarcal que est¨¢ dominada por una interpretaci¨®n incorrecta del islam", asegura convencida de que esa religi¨®n permite adaptar las leyes seg¨²n el tiempo y el lugar. "Una interpretaci¨®n din¨¢mica del islam acepta la igualdad de la mujer, la democracia y los derechos humanos".
A Ebad¨ª, a la que la revoluci¨®n isl¨¢mica depuso de su cargo de juez, le preocupa tambi¨¦n el problema de la violencia en la familia. "Si las leyes fueran justas, la violencia disminuir¨ªa", asegura. El problema deriva de la tolerancia hacia cierto tipo de violencia contra las mujeres. "Si un marido mata a su mujer porque ¨¦sta le es infiel o la ha encontrado en la cama con otro hombre, el asesino no recibe castigo alguno", explicaba en una entrevista con Amnist¨ªa Internacional. De igual modo, en caso de maltrato, a muchas mujeres no les queda m¨¢s remedio que seguir casadas porque carecen de medios para divorciarse.
"Incluso si logran el divorcio, la sociedad no las protege y les persiguen las miradas de sospecha de los hombres", asegura la cineasta Mehraveh. "Los derechos de las mujeres son muy inferiores a los de los hombres en todos los campos", se queja, por su parte, Sahar, la profesional.
Parad¨®jicamente ha sido la revoluci¨®n isl¨¢mica la que ha dado a las iran¨ªes los instrumentos para reclamar esos derechos. La imposici¨®n del hiyab (cobertura isl¨¢mica) acab¨® con la segregaci¨®n de los sexos en p¨²blico e hizo posible el acceso generalizado de las mujeres a la educaci¨®n. En ¨¦poca de la monarqu¨ªa, la prohibici¨®n del chador (la pieza de tela negra con la que las piadosas chi¨ªes se tapan de la cabeza a los pies) s¨®lo hab¨ªa servido para enfrentar al Gobierno con el clero y que muchos padres prohibieran salir de casa a sus hijas.
"Aunque haya gente que lo niegue, nuestra situaci¨®n es mejor que antes; tenemos m¨¢s libertad para estudiar o trabajar", asegura Faezeh. Para cualquier occidental, ese detalle la define como una mujer conservadora. En Ir¨¢n, sin embargo, hay muchos matices. "Quienes usan el pa?uelo por obligaci¨®n piensan que llevar el chador es s¨ªmbolo de apoyo al r¨¦gimen y no lo asocian con la religi¨®n", lamenta esta joven cuyas posiciones la acercan a las llamadas feministas isl¨¢micas, mujeres que quieren cambiar la ley, pero mantener el velo.
"Ahora las mujeres podemos participar en pol¨ªtica y tener puestos de trabajo que antes ni se so?aban", concurre Sahar. Un buen ejemplo es la propia Mehraveh. "Antes de la revoluci¨®n isl¨¢mica, pocas mujeres estudiaban en la universidad, no porque estuviera prohibido sino porque las creencias religiosas de sus familias, y sobre todo los problemas econ¨®micos, no les permit¨ªan hacerlo. Hoy somos muchas en todas las ramas", asegura esta joven entusiasta.
En 2003, cerca de la mitad de los 2,6 millones de estudiantes universitarios eran mujeres. Desde entonces, ellas suponen el 62% de quienes anualmente superan las duras pruebas de acceso a la universidad, a las que todo el mundo en Ir¨¢n se refiere como "el monstruo". Adem¨¢s, seg¨²n los ¨²ltimos estudios demogr¨¢ficos, hay un mill¨®n de tituladas superiores entre 27 y 38 a?os.
Educaci¨®n e identidad
Para la mayor¨ªa de las iran¨ªes, la educaci¨®n se ha convertido en una parte muy importante de su sentido de la identidad. La universidad abre las puertas no s¨®lo a una carrera profesional, sino, lo que para muchas es tanto o m¨¢s importante, a esquivar un matrimonio arreglado por sus padres y eventualmente elegir a su propio marido. Adem¨¢s, las j¨®venes del ¨¢mbito rural tienen que trasladarse a las residencias universitarias, donde disponen de mucha mayor libertad personal. Son conquistas a las que dif¨ªcilmente se renuncia concluidos los estudios.
En Ir¨¢n las mujeres son visibles. En los bazares, en las calles y en la mayor¨ªa de las profesiones. Hay mujeres en los controles de pasaportes de los aeropuertos, en los ministerios, en las agencias de turismo y, m¨¢s recientemente, hasta como camareras en hoteles y restaurantes de moda. Pero sigue habiendo tab¨²es como la judicatura.
Educadas, seguras de s¨ª mismas y deseosas de probar su val¨ªa, las iran¨ªes son una de las principales fuerzas a favor de la reforma pol¨ªtica y de una mayor apertura de la sociedad. Lo demostraron cuando votaron a Mohamed Jatam¨ª, el presidente que luego las defraud¨® con la tibieza de sus pol¨ªticas. Desilusionadas con las clases dirigentes, han reorientado su lucha contra la discriminaci¨®n legal que padecen. Algunos observadores ven en ellas la esperanza de renovaci¨®n del alica¨ªdo campo reformista. Si su empuje llega a transformarse en una fuerza pol¨ªtica, la revoluci¨®n tendr¨¢ que renovarse o morir. Tal vez por eso el r¨¦gimen reacciona con tanta dureza ante las pac¨ªficas manifestaciones de mujeres.
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