El bravo Gunga Din cretense
George Psychoundakis, pastor de cabras, traductor de la 'Odisea' y la 'Iliada', fue un h¨¦roe de la resistencia contra los nazis
Como Gunga Din, el esforzado aguador indio del poema de Kipling, el cretense George Psychoundakis parec¨ªa poca cosa. Era bajito y delgado, con rostro y pelo revuelto de pillastre. Pero, al igual que el humilde acompa?ante de las arrogantes tropas del Raj, Psychoundakis parec¨ªa no conocer el miedo, y los altivos y orgullosos guerreros a cuyo lado combati¨® firmar¨ªan con los ojos cerrados -y acaso humedecidos por una inconfesable l¨¢grima- la aseveraci¨®n final del poema: "?Juro por Dios que eres mejor hombre que yo, Gunga Din!".
George Psychoundakis, pastor de cabras de las monta?as de la Creta central que luch¨® contra la ocupaci¨®n nazi de la isla -unos villanos m¨¢s siniestros a¨²n que los estranguladores thugs a los que Hollywood hizo que Din se enfrentase en el c¨¦lebre filme de 1939 (Gunga Din) con Cary Grant, Victor McLaglen y Douglas Fairbanks Jr.-, es un avatar del h¨¦roe modesto, el individuo que se alza desde el p¨¦treo anonimato de una existencia llana y menesterosa, incluso miserable, para jugarse la vida con el coraje, la gallard¨ªa y la generosidad de un caballero andante.
La Gestapo puso precio a su cabeza. Salv¨® de los nazis a un oficial brit¨¢nico disfraz¨¢ndolo de viejecita y haci¨¦ndolo pasar por su abuela
Es a¨²n m¨¢s notable el hecho de que su valor refulja en un medio, la Resistencia cretense, prolijo en personajes espectaculares: disparatados y engre¨ªdos guerrilleros locales con complejo de pallikari (h¨¦roe) y sus alocados y no menos suficientes compa?eros brit¨¢nicos, el pu?ado de aventureros enrolados en los servicios secretos de Churchill para acciones de insurgencia y sabotaje que en su mayor¨ªa eran rom¨¢nticos chicos universitarios de buena familia educados al estilo de Eton.
Psychoundakis naci¨® el 3 de noviembre de 1920 en el pueblecito de Asi Gonia y ha querido el destino que haya ido a morir, en Canea (Creta), este a?o de 2006, el 29 de enero. Era el mayor de cuatro hermanos, y toda la familia viv¨ªa en una casa de una sola habitaci¨®n y consagrada al cuidado de un magro reba?o de cabras y ovejas.
Desde ni?o, algo impuls¨® a George a trascender intelectualmente esa vida agreste de hambre y trabajo agotador. Aprendi¨® a leer y escribir y se esforz¨® en conseguir todo el conocimiento que pudo (le atra¨ªa especialmente la poes¨ªa, escrib¨ªa versos mientras hac¨ªa de pastor y llegar¨ªa ?a traducir la Odisea y la Il¨ªada al dialecto y las formas de versificaci¨®n tradicionales cretenses!).
La II Guerra Mundial y la invasi¨®n de Creta por las tropas aerotransportadas de Hitler en 1941 derribaron brutalmente las fronteras de su mundo. Psychoundakis se uni¨® enseguida a la Resistencia, con el grupo local del kapetanios (l¨ªder guerrillero) T¨ªo Petrakas, aunque eso ocasion¨® grandes penurias a los suyos, ya que los alemanes les robaron el ganado, su ¨²nico medio de subsistencia.
En un ambiente de impresionantes y fieros luchadores, los andartes, ataviados como para un carnaval balc¨¢nico, George fue empleado como simple correo y se encarg¨® de la menos gloriosa, pero extenuante y a menudo mucho m¨¢s llena de riesgos, misi¨®n de llevar mensajes, armas, comida y repuestos entre los diferentes pueblos y cuevas donde se guarec¨ªan los bigotudos y rudos partisanos y los agentes brit¨¢nicos. Esquivando patrullas nazis de gatillo f¨¢cil, los rigores del clima y del abrupto paisaje, el hombrecillo, como un rom¨¢ntico contrabandista de Piasecki, recorri¨® literalmente miles de kil¨®metros tejiendo en el paisaje roto de su patria ocupada los fr¨¢giles hilos de la esperanza.
A pesar de los sinsabores de esa vida, Psychoundakis, cuyo nombre en la Resistencia era Bertod¨®ulos, por Bertoldo, el payaso italiano, manten¨ªa intacta su irreductible capacidad de bromear, lo que tiene bemoles si ha puesto precio a tu cabeza la Gestapo, corres todo el d¨ªa de un lado a otro -su r¨¦cord estaba en ir de Kastelli Kissamos a Paleochora, 70 kil¨®metros en l¨ªnea recta, y no hay l¨ªnea recta, en una noche- y tu mayor ¨¢gape es un pu?ado de caracoles.
En su libro The Cretan Runner, uno de los m¨¢s conmovedores testimonios sobre la resistencia popular europea contra el nazismo, que fue publicado en ingl¨¦s en 1955 (hay edici¨®n en Penguin) con traducci¨®n del que fuera su jefe, Patrick Leigh Fermor, Psychoundakis explica con estilo florido de qu¨¦ manera transcurrieron aquellos agitados d¨ªas y describe una serie de episodios de la lucha y la vida bajo la ocupaci¨®n. Por ejemplo, c¨®mo una vez consigui¨® que dos soldados alemanes le ayudaran con un burro tozudo en el que llevaba camuflado un radiotransmisor o c¨®mo en otra salv¨® a un oficial brit¨¢nico disfraz¨¢ndolo de viejecita cretense y haci¨¦ndolo pasar por su abuela. Cuando las cosas iban mal, George fing¨ªa que era idiota. Era un juego peligros¨ªsimo porque los nazis se emplearon con especial brutalidad contra los cretenses, furiosos por la tenacidad con que ¨¦stos hab¨ªan peleado durante la invasi¨®n contra sus paracaidistas. La destrucci¨®n de poblaciones y el fusilamiento de rehenes eran pr¨¢cticas habituales -v¨¦ase Inside Hitler's Greece, de Mark Mazower (Yale, 1993), y el can¨®nico La batalla de Creta, de Antony Beevor (Cr¨ªtica, 2002)-. Todo ello no arredr¨® a los cretenses, acostumbrados al fragor de las armas desde que los curetes disimulaban los llantos del reci¨¦n nacido Zeus en el monte Ida.
Error administrativo
The Cretan Runner se cierra en mayo de 1945 con Psychoundakis corriendo alborozado hacia el jolgorio con que Canea celebra la recuperada libertad. Le dieron una medalla, pero por un error administrativo le arrestaron a continuaci¨®n como desertor y fue a parar a prisi¨®n. Luego le obligaron a luchar en las monta?as de Pindo contra los comunistas griegos y al volver a Creta encontr¨® a su familia tan empobrecida que hubo de emplearse como pe¨®n caminero para mantenerla. Posteriormente fue carbonero y extra en Zorba el griego (1964), y en 1974 se convirti¨®, suprema paradoja, en vigilante del cementerio alem¨¢n de Maleme, donde reposan los invasores ca¨ªdos en la II Guerra Mundial. Cuando un miembro de la Comisi¨®n Alemana de Tumbas de Guerra se sorprendi¨® de que en ese puesto estuviera una persona que no hablaba alem¨¢n, respondi¨® con humor negro digno del enterrador de Hamlet: "Ver¨¢, con los alemanes de aqu¨ª no hay mucha oportunidad de aprenderlo".
Peligro y copas de 'rakis'
"HOLA, AQU? PADDY". La voz que suena al otro lado del tel¨¦fono y que un d¨ªa escuch¨® con temor el mism¨ªsimo comandante nazi de Creta es la de sir Patrick Leigh Fermor, escritor y h¨¦roe de guerra brit¨¢nico, ex agente del Special Operations Executive (SOE). Leigh Fermor, que en su d¨ªa secuestr¨® al general Kreipe cerca del palacio de Minos, negoci¨® la rendici¨®n de la guarnici¨®n italiana y fue una pieza fundamental de la Resistencia en la isla, trab¨® all¨ª una amistad de toda la vida con Psychoundakis, del que hizo en 1943, en las monta?as cretenses, el extraordinario retrato que figura en esta p¨¢gina. "Era un chico maravilloso, muy valiente, y buen poeta", recuerda Leigh Fermor desde su casa en el Worcerstershire, tan lejos del viejo refugio de la Cueva de los Vientos (Anemospilia). "La comparaci¨®n con Gunga Din -un poema que adoro, por cierto-, es pertinente. George tambi¨¦n llevaba agua a veces. En ¨¦l hab¨ªa asimismo algo de Ariel y de Touchstone , y un poquito de Kim. Era un resistente muy activo, y como mensajero, infatigable".
Leigh Fermor, Michali en la Resistencia, comparti¨® peligros con Psychoundakis y m¨¢s tarde copas de rakis (licor cretense) casero y recuerdos de los camaradas en el hogar del viejo correo. Patrick Leigh Fermor, autor de libros inolvidables como El tiempo de los regalos (Pen¨ªnsula, 2001), fue el gran valedor de The Cretan Runner, la obra de Psychoundakis sobre la Resistencia de la que dice que es como si Revuelta en el desierto la hubiera escrito un beduino y no Lawrence de Arabia.
En The Cretan Runner, Psychoundakis describe a Leigh Fermor a la llegada de ¨¦ste a Creta. "Ten¨ªamos un nuevo l¨ªder y un nuevo oficial ingl¨¦s. Mister Michali era un hombre alto, lleno de vida. Vest¨ªa pantalones bombachos y botas, una camisa negra y un turbante, y se hab¨ªa te?ido el pelo y las patillas de tal manera que parec¨ªa un verdadero cretense".
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