"Me deprim¨ª mucho porque no entend¨ªa nada de catal¨¢n"
Jessica Soliz, una extrovertida y locuaz argentina de 20 a?os, trabaja de administrativa en una empresa de construcci¨®n y derribos de Lleida. Al aterrizar en Catalu?a se deprimi¨® al tropezar con la barrera de un idioma que desconoc¨ªa completamente. Meses despu¨¦s, pide a sus vecinos y amigos que le hablen siempre en catal¨¢n para mejorar su conocimientos de esta lengua. Sus mejores maestros para conocer los entresijos del "extra?o gallego" del principado son la prensa, la televisi¨®n y la radio a todas horas. A los tres meses empez¨® ha hablarlo.
Dejar Argentina, explica, fue una locura de amor. "Abandon¨¦ la Universidad, una vida relativamente c¨®moda y me desplac¨¦ a Lleida a principios de 2005 para reunirme con mi novio, que trabajaba de alba?il desde hac¨ªa un a?o en esta ciudad: parece una letra de un tango". "Adem¨¢s, mis padres tambi¨¦n hab¨ªan emigrado aqu¨ª y me pareci¨® que cambiar de pa¨ªs me pod¨ªa aportar una vivencia personal y experiencias nuevas".
"Ped¨ªa a mis vecinos que me hablaran en catal¨¢n. Y al final me apunt¨¦ a un curso"
"Mi llegada fue realmente dura: me deprim¨ª mucho y no paraba de llorar en mi habitaci¨®n [vive con sus padres] porque no entend¨ªa nada de catal¨¢n. En mi pa¨ªs pensaba que el catal¨¢n era una forma de hablar el gallego, como puede ser el andaluz o el madrile?o, o la diferencia entre el habla de un porte?o y un cordob¨¦s. Cerca de mi casa resid¨ªa en un hotel el cocinero Karlos Argui?ano, cada d¨ªa me saludaba por la calle y yo lo ve¨ªa en su programa de cocina del Canal 13, y pensaba de ¨¦l que hablaba un gallego bruto, aunque simp¨¢tico".
"Mis padres me hab¨ªan conseguido un contrato de trabajo muy eventual para poder venir a Espa?a. Cuando buscaba una ocupaci¨®n nueva y me hablaban en catal¨¢n me desesperaba, no pod¨ªa trabajar ni de dependienta, ni en una copister¨ªa... Hasta que me dije a m¨ª misma, ?basta!, y comenc¨¦ a ver televisi¨®n, a escuchar la radio, y a comprar prensa en catal¨¢n. Adem¨¢s, ped¨ªa a mis vecinos que me hablar¨¢n siempre en catal¨¢n, y al final me apunt¨¦ a un curso".
Su jefa en las oficinas de Coyder, Nona Hern¨¢ndez, confiesa satisfecha que ya no le sorprende que abandone su peculiar acento para contestar al tel¨¦fono en un catal¨¢n muy correcto.
"Cuando me enter¨¦ de que en la Universidad las clases se hac¨ªan en catal¨¢n, me di cuenta de que no las pod¨ªa seguir, lo entend¨ªa pero no hubiera podido coger los apuntes. A los tres meses de llegar me dirig¨ª a la Subdelegaci¨®n del Gobierno, para convalidar mi titulo de bachillerato, y un funcionario llamado Paco me asesor¨® de que lo mejor para m¨ª ser¨ªa hacer un ciclo formativo t¨¦cnico de grado superior en Administraci¨®n de Empresas. Yo hab¨ªa dejado en segundo curso la carrera de lo que en Espa?a ser¨ªan Ciencias Empresariales. Le hice caso y me fue muy bien, me matricul¨¦ en el Instituto Municipal de Trabajo (IMT) y, tras acabar el primer curso, encontr¨¦ trabajo en las oficinas de una empresa de construcci¨®n. El a?o que viene acabar¨¦ el segundo y ¨²ltimo curso del ciclo, que permite el acceso directo a la Universidad, y es posible que me matricule". Adem¨¢s, obtuvo una beca para estar un mes en Irlanda haciendo pr¨¢cticas.
En Irlanda, todo fue muy bien, aunque los irlandeses se extra?aban de encontrar a una argentina en un grupo estudiantil de espa?oles. "All¨ª me relacion¨¦ con extranjeros de toda Europa, incluso me encontr¨¦ a una compatriota del barrio de Boedo (Buenos Aires); trabamos buena amistad desde la a?oranza".
"Aqu¨ª cuesta mucho ganarse la confianza de la gente, aunque vos demuestres que eres buena persona. Quiz¨¢ sea porque Lleida es una ciudad peque?a y no hay tanta inmigraci¨®n como en Barcelona o Madrid".
"Me sorprendi¨® mucho la nieve en la ciudad y tener que sacar el hielo del auto rasc¨¢ndolo; resulta muy bonito, en mi pa¨ªs nunca la hab¨ªa visto, s¨®lo la hay en las cumbres de los Andes. Aunque lo que m¨¢s me cost¨® comprender fue la fiesta del Aplec del Cargol". Participan en ella unas 10.000 personas que se re¨²nen cada primavera en un parque p¨²blico de Lleida para degustar 12 toneladas de caracoles cocinados.
"Mi t¨ªo vend¨ªa caracoles a peque?a escala en Argentina para exportarlos a Europa. Pero nunca imagine esa pasi¨®n". Confiesa que tras probarlos en Lleida tambi¨¦n se ha convertido en una gran consumidora.
"Me a?oro mucho de mi patria y deseo volver, sobre todo cuando mi madre me recuerda: 'All¨ª lo ten¨ªas todo y lo abandonaste por ¨¦l". "Quiz¨¢ me case con mi novio y funde una familia, o no", explica sonriente. "Pero eso ya ser¨ªa otra milonga".
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