Destellos de un club social
Al final de El resplandor, la pel¨ªcula de Kubrick en la que Jack Nicholson se vuelve loco en un hotel solitario, el espectador observa en la pantalla una vieja foto. En ella, se ve, vestidas de gala y en una fiesta de ¨¦poca, a personas de otro tiempo, distingui¨¦ndose en la instant¨¢nea al propio Nicholson, que sonr¨ªe, con su esencia ya atrapada en los mejores recuerdos del hotel. Ese final, aunque da miedo, nos transmite que un d¨ªa hubo vida, gloria y fiesta en ese edificio, y que ¨¦ste -es decir, el hotel- no quiere renunciar a perderla como sea, aunque tenga que hacer de todo para nutrirse de almas. Hay que aclarar ya que el colosal edificio conocido como La Gallera, situado frente a las antiguas Escuelas P¨ªas -hoy Casa de la Cultura- no es un hotel gigante, ni pasan cosas raras su interior. Pero cuando sus socios jubilados cuentan historias de la bulliciosa juventud que vivieron en ¨¦l -era un casino de provincias para la burgues¨ªa de Alzira, ciudad clave en la Ribera Alta- , y las comparan con la actual encarnaci¨®n del edificio -reconvertido en centro plural, recreativo y cultural-, uno no puede evitar evocaciones de edificios y de p¨¦rdidas, y siente simpat¨ªa por las melancol¨ªas que esas p¨¦rdidas conllevan.
Muestra una fachada rural imponente, testimonio del ¨²ltimo tercio del siglo XIX
Esta construcci¨®n muestra una fachada rural imponente, testimonio del ¨²ltimo tercio del siglo XIX. Se la conoce como C¨ªrculo Alzire?o, que, en lenguaje a?ejo, es como decir club social local. Sin embargo, es m¨¢s conocida a¨²n como La Gallera, porque, en sus or¨ªgenes, aqu¨ª se llevaban a cabo peleas de gallos, una afici¨®n hoy clandestina, pero antes considerada como abierta y viril. Pronto, el C¨ªrculo se desarroll¨® como casino en el que se jugaba al bacarr¨¢, al p¨®ker, al golfo y al xamelo (hasta el ajedrez han tenido cabida). En Internet ruedan historias sobre gente que se jug¨® aqu¨ª casa y mujer en partidas sobre mesas de hierro negro con losas de m¨¢rmol blanco.
Francisco, de 75 a?os, dice que, como ¨¦l, los socios del local -algo que se ha transmitido de padres a hijos- tienen acciones y pagan 60 euros al semestre, "aunque, si hay 2.000 que pagan, luego vienen s¨®lo 8 o 10". ?l y otros amigos de edad igual o superior recuerdan que a Carmen Sevilla, con 18 a?os, "la trajeron a beber una copa al local despu¨¦s de cantar en Alzira". A¨²n vislumbran c¨®mo eran los bailes con orquesta que se celebraban en La Gallera: "muy buenos, muy correctos, con la mejor m¨²sica". Su zona favorita del espacio era la que se conoc¨ªa como "el jard¨ªn del idilio", donde la pasi¨®n se sent¨ªa m¨¢s. No obstante, La Gallera tiene tres conocidos salones. En la planta baja, el valenciano, de planta oval y z¨®calo de cer¨¢mica. En el primer piso, el dorado, con motivos agr¨ªcolas; y, tambi¨¦n en esta planta, el ¨¢rabe, que es el m¨¢s abrumador por l¨¢mparas y decoraci¨®n. Hoy, este edificio se utiliza para actos muy diversos, desde presentaciones literarias, a reuniones de asociaciones, exposiciones diversas o campeonatos de billar. Francisco y sus amigos, no obstante, valoran en ¨¦l un brillo distinto, lejano, unido al del ocio y la historia de sus propias vidas.
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