La novela del verano
1El cartel de la fiestas de la Merc¨¨ lo han encargado a Vicente Rojo, el mejor pintor mexicano actual. Gran idea. Creo que quien la haya tenido merecer¨ªa ser el futuro alcalde de Barcelona. Vicente Rojo mantiene sus ra¨ªces y muchas amistades en su ciudad natal, donde vivi¨® hasta los 11 a?os en el pasaje de Ali¨®, junto al paseo de Sant Joan. Despu¨¦s, el exilio. Para su cartel barcelon¨¦s se ha inspirado en una postal que fue de lo poco que se llev¨® de Barcelona cuando en el 49 viaj¨® en avi¨®n a M¨¦xico para quedarse. Vicente Rojo, sobrino del legendario general Rojo de la Rep¨²blica, llevaba una vida triste en la Barcelona de la posguerra, donde persegu¨ªan a los rojos. A la salida del colegio, a veces o¨ªa que pronunciaban su apellido ("Oye, Rojo, Rojo, ?ad¨®nde vas?") y no sab¨ªa a qu¨¦ atenerse. Cuando march¨® a M¨¦xico se llev¨® consigo unas postales de la fuente de Montju?c, cuyo funcionamiento siempre le fascin¨®. "Para el cartel me he inspirado en ese recuerdo de mi adolescencia que las postales han mantenido vivo. Son rayos de luz que suben al cielo. Es la idea que quisiera transmitir".
2 Con motivo de los 30 a?os de su muerte en agosto del 76, los odiosos amantes de los n¨²meros redondos han desempolvado la memoria de un cl¨¢sico del cine, Fritz Lang. Precisamente porque este legendario director suena a cl¨¢sico, hace unos a?os recuerdo que caus¨¦ sorpresa entre un grupo de cineastas j¨®venes cuando coment¨¦, as¨ª como de pasada, que un d¨ªa hab¨ªa orinado junto a Lang en el monumental lavabo del hotel Mar¨ªa Cristina de San Sebasti¨¢n. Se quedaron tan petrificados como me quedar¨ªa yo ahora de patitieso si un amigo me dijera que hace unos a?os me¨® junto a Franz Kafka en el lavabo de un hotel de Praga.
En aquel gigantesco lavabo vasco s¨®lo est¨¢bamos Lang y yo. Afuera me esperaban unos amigos que aguardaban a que saliera para saber si hab¨ªa hablado con el maestro Lang y, en el improbable caso de que as¨ª fuera, saber de qu¨¦ hab¨ªamos hablado. Les cont¨¦ la verdad. Hab¨ªamos orinado a una cierta distancia el uno del otro. Pero hab¨ªamos coincidido en el ritual de lavarse las manos antes de salir. Y entonces hab¨ªa visto yo c¨®mo Lang ante el espejo se cambiaba de ojo su parche negro. El parche era intercambiable. ?Una coqueter¨ªa de Lang para convertirse en alguien m¨¢s interesante de lo que ya de por s¨ª era? Al ver que hab¨ªa descubierto su secreto y le miraba sin disimulo pero aterrado, Lang sonri¨® y me dijo: "C'est la vie, amigo". Ese descubrimiento lo he considerado siempre mi modesta y ¨²nica -pero, seg¨²n se mire, suficiente- aportaci¨®n a la historia del cine.
3 En el verano de 1956, adquir¨ª para siempre la indestructible costumbre de leer el peri¨®dico cada d¨ªa. Entonces ten¨ªa ocho a?os y la crisis del canal de Suez me atra¨ªa con oscura fuerza. Le¨ªa, a diario, como si de un culebr¨®n se tratara, las noticias que llegaban de la rebeli¨®n egipcia del coronel Nasser. Me atra¨ªan de aquella crisis de Suez personajes como sir Anthony Eden, el primer ministro brit¨¢nico. Le¨ªa todas aquellas noticias sin saber que en realidad estaba leyendo la cr¨®nica de los ¨²ltimos d¨ªas del imperio brit¨¢nico. ?C¨®mo iba a saberlo? Hoy, en cambio, lo s¨¦ de sobras. Como s¨¦, por ejemplo, que, vencido, sir Anthony Eden se refugi¨® en las playas de Jamaica. All¨ª beb¨ªa, una tras otra, las copas que le preparaba su amigo Ian Fleming en su residencia Goldeneye. Por aquellos d¨ªas, el creador de James Bond ya hab¨ªa inventado a su personaje. El elegante 007 era la compensaci¨®n imaginaria que los brit¨¢nicos y los angl¨®filos nost¨¢lgicos ten¨ªan para consolarse de la p¨¦rdida de su glamour colonialista. A¨²n est¨¢n en ello. S¨®lo eso explica que Blair, en Oriente Medio, vaya de la mano de Bush.
Como es sabido, en la novela Lolita la madre de Humbert muere con implacable brevedad. "Picnic, rel¨¢mpago", escribe Nabokov. De acuerdo con Tom Stoppard y Juan Villoro, estamos ante la coma m¨¢s elocuente de la lengua inglesa. Obs¨¦rvese que del verano de 1956 podemos trasladarnos al 007 del a?o que viene vali¨¦ndonos tan s¨®lo de una oportun¨ªsima coma: "Crisis, Bond". La vida sigue igual y dir¨ªase que 50 a?os no son nada.
4 Para los que han pasado agosto con uno de esos gruesos novelones de chorros, mares y catedrales, ah¨ª va ahora una pieza de teatro brev¨ªsima y, adem¨¢s, esencial, literariamente hablando. Podr¨ªa haber sido tambi¨¦n, por muy corta que parezca, la novela del verano. La ide¨® Samuel Beckett en noviembre de 1977 y aparentemente es f¨¢cil de representar porque la obra dura s¨®lo un minuto:
"Un ser solo, de pie, callado, inm¨®vil. Est¨¢ un poco apartado, cerca de los bastidores. Todo sucede en una luz crepuscular. Aparece alguien. Avanza lentamente. Ve al personaje inm¨®vil. Se detiene, sorprendido.
-?Est¨¢ usted esperando a alguien?
Le contesta que no con la cabeza.
-?Algo?
Id¨¦ntica respuesta.
Tras unos segundos, sigue andando.
-?Ad¨®nde va usted?- le pregunta el otro.
-No lo s¨¦.
Y poco despu¨¦s a?ade sonriendo:
-Es algo que habr¨ªa que proponer".
5 En una instalaci¨®n llamada El pago de Chile, el poeta Nicanor Parra muestra ahorcados a los 34 presidentes que ha tenido Chile, incluidos Salvador Allende, Augusto Pinochet y Ricardo Lagos. La presidenta de Chile, Michele Bachelet, defendi¨® el car¨¢cter art¨ªstico de la instalaci¨®n y pidi¨® a los presidentes homenajeados que no reaccionaran de forma paranoica. Pero no pudo evitar al final de su discurso: "?Me agregar¨¢ a la lista de ahorcados cuando me vaya, don Nicanor?".
?Sabr¨ªan aqu¨ª nuestros presidentes valorar el car¨¢cter art¨ªstico de una exposici¨®n de este estilo llam¨¦mosle ahorcado? Tengo mis dudas. Hay mucho arte y alegr¨ªa en la pol¨ªtica del pa¨ªs, pero no abunda la risa en su sentido m¨¢s profundo.
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