Fum¨¢ndose la ley
Estamos rodeados de campa?as de concienciaci¨®n para ahorrar agua, para no comer pezque?ines, para evitar incendios... Sin embargo, m¨¢s importante que el medio ambiente y los chanquetes son las personas que siguen sufriendo injustamente el tabaco ajeno. El viernes pasado entr¨® en vigor la ley que obliga a los establecimientos de m¨¢s de 100 metros cuadrados a destinar un m¨¢ximo del 30% de su superficie a zona de fumadores, un recinto que debe estar convenientemente aislado de la estancia libre de humos. A pesar de que los restaurantes y bares de copas han disfrutado de una moratoria de ocho meses para acometer las obras, s¨®lo el 40% lo ha hecho (seg¨²n la Federaci¨®n Espa?ola de Hosteler¨ªa, porque la Comisi¨®n Nacional de Prevenci¨®n de Tabaquismo asegura que son s¨®lo el 10%).
Es comprensible la resistencia de los hosteleros, pues las reformas de los locales son caras y adem¨¢s, de momento, los fumadores huyen de los locales "limpios" con m¨¢s decisi¨®n que los no fumadores de los garitos embalsamados de nicotina.
Pero hay dos sujetos con actitudes injustificables. El primero es la Comunidad de Madrid y su lasitud a la hora de aplicar la ley. Mientras que otras comunidades como Catalu?a o Andaluc¨ªa han sido celosas en su cumplimiento, el Gobierno de Esperanza Aguirre se ha opuesto en lo posible a una normativa que protege la higiene y la salud de la mayor¨ªa de los madrile?os.
Pero realmente desconcertante es la postura de los fumadores, quienes se sienten agredidos, reprimidos y censurados por una ley que no pretende coartarles en sus vicios o disfrutes sino evitar que el resto del personal se contagie forzosamente de sus h¨¢bitos, por una normativa que quiere hacer libres tanto a los fumadores como a los abstemios a la nicotina. Durante el pasado fin de semana la grand¨ªsima mayor¨ªa de los establecimientos se ha "fumado" la ley jug¨¢ndose multas de hasta 10.000 euros, pues cuentan con la connivencia de los pol¨ªticos madrile?os y de los propios consumidores de Marlboro.
Casi todos los no fumadores hemos contemplado c¨®mo el fumador de nuestra mesa contigua en un restaurante no apagaba el cigarrillo, ni siquiera desviaba la catarata de humo aun cuando comprobaba que su nicotina y su alquitr¨¢n se estaban mezclando con nuestra paella a banda. En general, los fumadores, en lugar de asumir que su vicio supone una agresi¨®n a la salud y la comodidad de los no fumadores, se han hecho fuertes entre s¨ª, parecen haber adoptado una actitud de resistencia, sinti¨¦ndose un ¨²ltimo basti¨®n acosado por una censura canalla.
El objetivo de un Madrid y una Espa?a sin humos ser¨ªa, pues, factible no s¨®lo desde la prohibici¨®n (que acaba creando fumadores "m¨¢rtires") sino desde la conciencia-ci¨®n. Lo ideal ser¨ªa que el fumador se diese cuenta, ya no s¨®lo de lo perjudicial que resulta la nicotina para su organismo, sino para el de los comensales de su restaurante habitual, para sus compa?eros de trabajo, para los pasajeros de su tren o su avi¨®n.
Como es l¨®gico, la ley va protegiendo a quienes no tenemos por qu¨¦ pagar con un c¨¢ncer, una quemadura en el traje o un hedor capilar el vicio de otro, pero no parece aflorar una conciencia c¨ªvica. Todo lo contrario: much¨ªsimos fumadores reaccionan con vehemencia a las delimitaciones que le impone el Gobierno y hacen a los no fumadores responsables de ¨¦stas.
Los no fumadores, por otro lado, tras a?os de consumir a pachas cigarrillos ajenos en los garitos y en los Vips, reaccionamos con mayor inquina si encima nos tildan de prohibicionistas.
La inmensa mayor¨ªa de los fumadores pasivos (seg¨²n un informe europeo mueren 79.449 al a?o en la UE) est¨¢ a favor de que la gente sea libre de alquitranarse el es¨®fago como si fuera la R-3, pero sin contagiar a quien no lo desee. Y ese fumador pasivo, si hoy se traga el humo de otro por culpa de un establecimiento mal adaptado tiene derecho a denunciar a ese local que ha puesto un biombo de separaci¨®n entre las zonas de no fumadores y las de fumadores en lugar de un tabique o que no ha instalado sistemas de ventilaci¨®n.
Probablemente nadie quiera radicalizar a¨²n m¨¢s los dos bandos, sin embargo, aunque cada vez parece m¨¢s n¨ªtido el derecho a no contaminarse con los vicios extra?os, los fumadores no acaban de ver el da?o ajeno que provocan. El humo se les debe de meter en los ojos.
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