As Tako predica en el desierto
El presidente de la Cruz Roja de Yaraj (Senegal) da consejos pr¨¢cticos y productos farmac¨¦uticos a inmigrantes que embarcan en cayucos hacia Canarias, a pesar de su oposici¨®n
Una visita despierta al presidente del comit¨¦ local de la Cruz Roja en Yaraj, un pueblo de pescadores a unos diez kil¨®metros al sur de Dakar. El voluntario As Tako salta de la cama para hablar tranquilamente con Yumel, amigo suyo de la infancia, que desde hace meses no piensa en otra cosa que en partir hacia Espa?a. El pasado 11 de mayo, tras pagar 800 euros, lo intent¨® por primera vez, pero un tremendo temporal oblig¨® a su piragua a dar marcha atr¨¢s tras siete d¨ªas de traves¨ªa. "Salimos el d¨ªa del aniversario de la muerte de Bob Marley", recuerda el emigrante frustrado. "Lo s¨¦ porque mientras embarc¨¢bamos pusieron sus canciones en un bar cercano a la playa", explica.
Los dos amigos charlan y fuman en una habitaci¨®n que hace las veces de sal¨®n y dormitorio, repleta de sillas de pl¨¢stico a las que rodean dos grandes camas cubiertas por colchas de flores. Yumel, trabajador del puerto de Dakar, insiste en su idea de emigrar y destila la amargura del que ha estado a punto de ver cumplida su ilusi¨®n. "Nos dimos la vuelta cuando el GPS dec¨ªa que est¨¢bamos a 100 kil¨®metros de Espa?a", relata.
A los que fracasan, los lleva al m¨¦dico, asegur¨¢ndose antes de que no los denunciar¨¢
As Tako intenta que desista de su intenci¨®n de volver al mar en las pr¨®ximas semanas. Gracias a Internet y a la televisi¨®n por sat¨¦lite conoce la situaci¨®n en la que quedan los que consiguen llegar. Pero en este pueblo pobre, repleto de ni?os, basura y cabras, parece que predica en el desierto. Todos sus argumentos se derrumban ante contestaciones contra las que no cabe r¨¦plica.
"Te he dicho cientos de veces que all¨ª no tienes nada que hacer. Te vas a convertir en un inmigrante ilegal y s¨®lo podr¨¢s trabajar vendiendo gafas o CD", le explica por en¨¦sima vez. "Bueno, aqu¨ª la gente tambi¨¦n vende todas esas cosas y no tiene dinero", le responde su amigo. "S¨ª, pero es que adem¨¢s es un viaje peligroso. Hace unas semanas encontraron varios cad¨¢veres en una playa de Marruecos", prosigue el cooperante. Yumel le replica con una pregunta: "?Cu¨¢ntos conoces que hayan muerto al intentarlo?", a lo que As responde que ninguno. "Muy bien, ahora te voy a dar los nombres de todos los que conozco que lo han conseguido", concluye Yumel.
Y es que, seg¨²n los c¨¢lculos del propio As, son muchos los que ya han llegado a Espa?a. El responsable de la organizaci¨®n humanitaria en Yaraj asegura que desde el pasado mayo, cuando empez¨® la furia migratoria, los barcos salen hacia Europa a raz¨®n de 10 por semana. Le basta una peque?a multiplicaci¨®n para llegar a la conclusi¨®n de que, entre pescadores sin trabajo y otros compatriotas del interior del pa¨ªs, unos 10.000 se han adentrado en la mar desde este pueblo en busca de un destino mejor.
En la playa, sobre la arena repleta de suciedad y restos de pescado, un trabajador da los ¨²ltimos retoques a la siguiente embarcaci¨®n que partir¨¢. En las cuatro casas que rodean la chabola de As hay candidatos al viaje.
El sue?o migratorio est¨¢ tan extendido en Yaraj que, cuando el Gobierno espa?ol empez¨® a fletar aviones para devolver inmigrantes a principios de verano, el pueblo se alz¨® en rebeli¨®n. Antidisturbios de la Polic¨ªa y la Gendarmer¨ªa, armados con porras y gases lacrim¨®genos, cargaron contra los manifestantes mientras todo el pa¨ªs era testigo de la represi¨®n, narrada en directo por las radios. Senegal interrumpi¨® las repatriaciones d¨ªas despu¨¦s.
La desbandada ha acabado adem¨¢s con la econom¨ªa local, basada en la pesca. Los viejos patrones, que organizaban salidas de hasta diez d¨ªas en las que llegaban a las costas de Sierra Leona, fueron los primeros en tirar los aparejos y lanzarse al negocio migratorio. Los marineros y constructores de cayucos que quedan en el pueblo son j¨®venes con poca experiencia, lo que incrementa el riesgo del viaje exponencialmente. De los que lo intentaron durante el mes de agosto, m¨¢s o menos la mitad han tenido que volver debido a aver¨ªas, v¨ªas de agua o escasez de combustible y alimentos, seg¨²n As.
Decepcionado por la falta de atenci¨®n a sus consejos, el cooperante ha decidido pasar a la acci¨®n. Compra con dinero de su bolsillo sales de rehidrataci¨®n oral que distribuye entre los emigrantes para luchar contra la deshidrataci¨®n. Cuando se entera de una nueva expedici¨®n intenta convencer al patr¨®n para que, adem¨¢s de arroz y harina de mijo, compre alimentos frescos para evitar el estre?imiento. Convence al pasaje de que se mueva durante la traves¨ªa para evitar el entumecimiento e incluso les proporciona cremas de protecci¨®n solar. A los que fracasan en su intento, los lleva al m¨¦dico asegur¨¢ndose previamente de que ¨¦ste no los denunciar¨¢ a la polic¨ªa. Los ¨²ltimos 117 interceptados por las patrulleras senegalesas en la desembocadura del r¨ªo Casamance, al sur del pa¨ªs, acabaron en prisi¨®n, seg¨²n la prensa local.
Con el apoyo de Cruz Roja Espa?ola, ahora lucha por acabar con los cientos de versiones fantasiosas que circulan entre la poblaci¨®n sobre los logros de quienes llegan a Espa?a. Los Centros de Internamiento de Inmigrantes canarios se citan como si fueran hoteles de lujo, y muchos creen que la copia de la orden de expulsi¨®n que les dan tras pasar 40 d¨ªas en ellos son en realidad permisos de trabajo. La ¨²ltima es que los espa?oles necesitan inmigrantes para determinados trabajos que ellos no quieren hacer.
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