Un paso al frente

Ha bastado que Joan Ignasi Pla anunciara la presentaci¨®n de una moci¨®n de censura para que el Partido Popular comenzase a dar grandes voces, como si acabaran de robarle la cartera en mitad de la calle. A la vista de cuanto se ha dicho, habr¨¢ que convenir que las descalificaciones a la propuesta de Pla resultan algo excesivas. Desde luego, no guardan correspondencia con el car¨¢cter de la misma. En la pr¨¢ctica, como han se?alado los expertos, las posibilidades de que triunfe la moci¨®n de censura son inexistentes y, por ello mismo, no deber¨ªan alarmar. Quiz¨¢ debamos ver, pues, la reacci¨®n del Gobierno de otra manera. El prop¨®sito de Pla ha roto una situaci¨®n en la que Francisco Camps se encontraba c¨®modamente instalado desde el principio de su mandato. Que despu¨¦s de pasar tanto tiempo en un estado confortable se presente de improviso el jefe de la oposici¨®n y pretenda mantener un debate p¨²blico, no estaba previsto.

Si el enfado de Camps es comprensible, la nueva situaci¨®n resulta, en cambio, del mayor inter¨¦s para el ciudadano. Durante demasiado tiempo, la actividad pol¨ªtica de la Comunidad Valenciana ha sido lo m¨¢s parecido a una foto fija. Semana tras semana, pod¨ªa aventurarse lo que suceder¨ªa sin necesidad de seguir la actualidad. Si uno ojeaba, de tanto en tanto, las p¨¢ginas del peri¨®dico era para confirmar que las cosas continuaban en el punto donde las dej¨® tiempo atr¨¢s. A grandes rasgos, podr¨ªamos decir que el panorama era, con ligeras variaciones, m¨¢s o menos ¨¦ste: el presidente Camps entonaba a diario su mensaje sobre la falta de agua y los enemigos de la Comunidad, confiando en que el mantra acabara por instalarse en el subconsciente de los valencianos. Si percib¨ªa que el ¨¢nimo del auditorio estaba bajo o no mostraba la suficiente atenci¨®n, se inventaba una u otra ciudad seg¨²n la oportunidad. A veces, pod¨ªa tratarse de la Ciudad de la Lengua; en otras ocasiones, de la Ciudad de la M¨²sica o cualquier otra que se le hubiera venido a la cabeza en las ¨²ltimas horas. Por lo dem¨¢s, en sus discursos nunca faltaba la expresi¨®n "referente mundial" para expresar los logros de la Comunidad. Y as¨ª, ¨ªbamos tirando.

En este estado de cosas, el papel de la oposici¨®n resultaba muy limitado, cuando no francamente pobre. No es que la oposici¨®n permaneciera mano sobre mano, dejando hacer y deshacer al Gobierno, aunque en alg¨²n momento pudo dar esa impresi¨®n. Los se?ores de la oposici¨®n sub¨ªan al escenario, y trataban de actuar de la mejor manera posible. Por desgracia, apenas lograban atraer la atenci¨®n del p¨²blico -fieles, aparte- que se desentend¨ªa tras las primeras escenas. "Falta gui¨®n", aseguraban los especialistas en sus an¨¢lisis y, efectivamente, esa era la sensaci¨®n que ten¨ªamos los espectadores: faltaba gui¨®n y faltaba director. Las denuncias estaban bien hechas, aportaban datos, pareceres, situaciones, pero se echaba en falta quien hilvanase todo aquello y le diera car¨¢cter. Despu¨¦s, sobrevino el problema de la corrupci¨®n y se pens¨® que la corrupci¨®n, por si sola, bastar¨ªa para desalojar a Camps del Gobierno, un deseo que las encuestas desment¨ªan una y otra vez.

Finalmente, Pla ha debido pasar a la acci¨®n. A unos meses de las elecciones, no le quedaba otro remedio si aspiraba a tener alguna oportunidad en las urnas. Como es evidente, poco importa que tenga perdida la moci¨®n de censura. No se trata de ganar materialmente, sino medi¨¢ticamente. La tarea no es sencilla: Joan Ignasi Pla deber¨¢ resultar cre¨ªble para los valencianos como jefe de Gobierno, lo que le exigir¨¢ exponer un programa que muchas personas agradeceremos. Salvo que sea tan suicida como para jugar el debate a la contra lo que, trat¨¢ndose de Pla, nunca hay que descartar.