Panissars, la antigua frontera
Los numerosos lectores de La catedral del mar descubren el Coll de Panissars, casi a la mitad de la celebrada novela de Ildefonso Falcones. Llega hasta all¨ª el protagonista, enrolado en la tropa barcelonesa del rey Pere III el Cerimoni¨®s, en guerra con su primo Jaume III, rey de Mallorca y conde del Rossell¨® y la Cerdanya. No hay batalla, pero los mercenarios almog¨¢vares aprovechan para sitiar y saquear el castillo de la Bellaguarda, que protege el paso.
Panissars, la m¨¢s antigua frontera del Pirineo y el m¨¢s asequible de los pasos naturales que ofrece en su declive hacia el mar, es hoy de dif¨ªcil acceso. Hay que cruzar El Port¨²s -y en verano no es nada f¨¢cil- hasta un desv¨ªo a la izquierda que conduce al castillo y al m¨ªtico enclave de los Trofeos de Pompeyo, por las victorias del emperador en Hispania, en el a?o 71 antes de Cristo. Tras pasar La Jonquera, desde el alto viaducto de la autopista, puede contemplarse la fortificaci¨®n, ampliada y reformada por Francia en el siglo XVII, pero es desde la N-II donde mejor se aprecia su posici¨®n estrat¨¦gica.
Panissars ya fue frontera en tiempo de los romanos. Aqu¨ª terminaba la Via Domitia, procedente de Roma, y empezaba la Via Augusta, en direcci¨®n a C¨¢diz. Dos r¨®tulos amarillos marcan el punto de encuentro de las dos grandes calzadas imperiales, entre restos mezclados con los de un priorato del siglo XI. Un cartel en cuatro idiomas ilustra al visitante con las distancias totales de ambas v¨ªas y entre algunas estaciones intermedias: 4 millas romanas hasta Deciana (La Jonquera), 12 hasta Juncaria (Figueres), 27 hasta Gerunda, 126 hasta Tarraco, 158 hasta Saguntum y 549 hasta Gades. Una milla romana equivale a 1.481,5 metros.
La mayor leyenda del lugar es el paso de An¨ªbal, con sus hombres y elefantes, en la guerra de Cartago contra Roma, cantada por el historiador Josep Pella i Forgas en su a?eja Historia del Ampurd¨¢n. El caudillo africano cruz¨® el Pirineo m¨¢s al interior, trazando un gran arco para evitar a las guarniciones romanas de Emp¨²ries y la costa, pero entre las tiendas de la acera espa?ola de El Port¨²s una peque?a calle recuerda su nombre.
Los soldados del rey Pere III, en La catedral del mar, evocan la m¨¢s c¨¦lebre de las batallas medievales en Panissars, que Ramon Muntaner describe con viveza en su Cr¨®nica. En 1285, los almog¨¢vares perpetraron una tremenda carnicer¨ªa sobre las tropas francesas, tras respetar el paso de la comitiva f¨²nebre del rey Felipe el Atrevido, muerto junto a Peralada en su cruzada contra Pere II el Gran. Como en otras ocasiones, el rey de Mallorca hab¨ªa apoyado a Francia, en lugar de a su pariente. Tras cuatro siglos como frontera interna de la Corona de Arag¨®n, el fuerte de Bellaguarda pas¨® bajo control franc¨¦s en 1659, por el Tratado de los Pirineos. Espa?a le dio la r¨¦plica con el castillo de Sant Ferran de Figueres, tan grande como in¨²til.
Paseando entre los cimientos milenarios del recinto, la mirada se va hacia la gran zanja abierta por las obras del AVE, hasta la boca del t¨²nel en el pie de la monta?a, que flanquean a distintos niveles otras tres v¨ªas de comunicaci¨®n: el Coll de Panissars, hoy s¨®lo cruzado de trav¨¦s por los caminantes de grandes senderos; la carretera general, que serpentea sus primeros kil¨®metros franceses por una escarpada garganta fluvial y la autopista, que, como las v¨ªas romanas, ha buscado una altura propicia para los desplazamientos masivos.
La extensa zona de obras para la v¨ªa f¨¦rrea de alta velocidad ofrece el aspecto de una gran cantera, que se suma al impacto visual de los pol¨ªgonos y ¨¢reas de servicios para camiones que se extienden como mancha de aceite. A la derecha, la masa boscosa de la monta?a ampurdanesa hace olvidar por un momento los fuegos de este verano, entre Capmany y Pont de Molins, rozando el burdel del antiguo balneario. A la izquierda, las monta?as de la Albera comienzan su descenso desde los 1.000 metros hacia los cabos de Cerb¨¨re y de Creus.
A la sombra del castillo, hay un antiguo cementerio militar franc¨¦s, en perfecto estado de revista. El rect¨¢ngulo de mamposter¨ªa, adornado por dos grandes cipreses, contiene 40 cruces blancas, junto con otros tantos t¨²mulos de tierra, luciendo una escarapela tricolor y la inscripci¨®n "Souvenir Fran?ais", en recuerdo de los soldados sepultados desde el siglo XVII. Hay algunas l¨¢pidas del siglo XIX y la sepultura de una ni?a de tres a?os, adornada con unas flores de ropa. En el centro, el m¨¢stil para la bandera. De La Vajol a Collioure, los exilios y muertes de la Guerra Civil esperan el homenaje adecuado.
La enso?aci¨®n hist¨®rica de Panissars alimenta la ilusi¨®n de la ambiciosa propuesta a la Unesco de reconocimiento de las dos vertientes de la Albera como patrimonio de la humanidad. El espacio natural e hist¨®rico que incluye Emp¨²ries y el alto Empord¨¤ es huella viva del paso de civilizaciones y culturas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.