A cualquier precio

Pagar a alguien, a un delincuente, por ejemplo, para que declare a un peri¨®dico lo que se le indica que diga, o lo que ¨¦l sabe que quien le paga desea que diga, es amarillismo. Desde hace tiempo hay medios de comunicaci¨®n empe?ados en practicar ese amarillismo para darse la raz¨®n respecto al 11-M; a cualquier precio. Es una actitud repugnante, especialmente por lo que implica de instrumentalizaci¨®n del dolor y el desconcierto provocado por el m¨¢s grave atentado terrorista de la historia de Espa?a. Pero m¨¢s grave que ese amarillismo es que un partido democr¨¢tico como el PP se haya prestado a darle una cobertura de respetabilidad. Incluso llev¨¢ndolo al Parlamento bajo la forma de una interpelaci¨®n parlamentaria al ministro del Interior que se debate hoy.

Un peri¨®dico, secundado por una radio, lanz¨® en su momento la teor¨ªa de que era incre¨ªble que un atentado de esa envergadura, y con tan fuertes efectos pol¨ªticos, hubiera podido ser ideado por unos desarrapados con pocos medios y escasas luces; luego, ten¨ªa que haber tras ellos una mano escondida, un "autor intelectual". Esa teor¨ªa conduc¨ªa de entrada a ETA, que habr¨ªa manipulado a los islamistas que acabaron suicid¨¢ndose en Legan¨¦s; para ello se hicieron interpretaciones artificiosas, incluso cabal¨ªsticas, de hechos circunstanciales: un callej¨®n, una fecha com¨²n para hechos que ten¨ªan que ver con ETA y con la trama asturiana del 11-M, fotos de etarras paseando por el patio de una c¨¢rcel junto a activistas islamistas...

M¨¢s tarde, y frente a una investigaci¨®n policial y judicial que no encontraba indicios que confirmaran la hip¨®tesis, la teor¨ªa fue expandi¨¦ndose para integrar en ella a servicios secretos extranjeros, polic¨ªas interesados en no evitar los atentados y, finalmente, al PSOE como beneficiario en ¨²ltima instancia de la conmoci¨®n suscitada por la masacre. Cada cierto tiempo, de acuerdo con las leyes del mercado (amarillista), aparec¨ªa una nueva revelaci¨®n, o una vieja alumbrada por nuevas insinuaciones, que era presentada como cuasi prueba; pero no se dec¨ªa que lo fueran, s¨®lo que se siguiera investigando; que no se cerrara "en falso" la comisi¨®n parlamentaria; luego, que se mantuviera abierto el sumario (indefinidamente, hasta que aparecieran evidencias que confirmasen la hip¨®tesis); m¨¢s tarde, que se reabriera ante nuevas revelaciones period¨ªsticas. Y a quienes se negaron a seguir por ese camino se les acus¨® de tener miedo a la verdad: "?No ser¨¢ que tienen algo que ocultar?".

Rodando, rodando, la cosa ha llegado (seg¨²n una tradici¨®n que se remonta a Amedo) hasta el confidente Trashorras, acusado de haber facilitado los explosivos que mataron a 191 personas, por lo que arriesga una condena de 3.000 a?os de prisi¨®n, y a quien se da la oportunidad de autoexculparse y de decir, por ejemplo, que la polic¨ªa sab¨ªa que en Asturias se vend¨ªa dinamita a ETA y que le amenazaron de muerte si lo contaba. Y para declarar con milim¨¦trica precisi¨®n lo mismo, y con palabras similares, que, como hip¨®tesis a investigar, ven¨ªan sosteniendo El Mundo. "Mientras El Mundo pague", hab¨ªa dicho el susodicho, "si yo estoy fuera, les cuento la Guerra Civil espa?ola". All¨¢ ellos con el amarillismo. ?Pero qu¨¦ hace el PP prest¨¢ndose a secundar una operaci¨®n de la que puede quedar preso?