Europa, en la hora del L¨ªbano
El conflicto del L¨ªbano se ha convertido sin duda en el acontecimiento m¨¢s importante y trascendente de este verano, por encima incluso de algunos de nuestros acuciantes problemas m¨¢s pr¨®ximos. Desde esta esquina del Mediterr¨¢neo lo hemos vivido con preocupaci¨®n y angustia crecientes. Hoy, despu¨¦s de las interminables semanas en que s¨®lo hablaron las armas, el alto el fuego alcanzado constituye una brizna de esperanza entre tanta injusticia y sufrimiento causados por la guerra.
Por destino y por vocaci¨®n, todo lo que sucede en Oriente Pr¨®ximo nos interesa y nos afecta. Desde nuestra inequ¨ªvoca identidad mediterr¨¢nea, estamos comprometidos firmemente con la causa de la paz y la cooperaci¨®n entre los vecinos de las dos orillas del Mediterr¨¢neo.
Precisamente este compromiso euromediterr¨¢neo es lo que nos hace m¨¢s conscientes de la complejidad de la situaci¨®n de Oriente Pr¨®ximo. Y lo que nos lleva a rechazar las visiones simplistas y maniqueas que no hacen otra cosa que alimentar el conflicto.
Estamos predispuestos a entender las razones, los temores y los anhelos de los diversos actores del drama. Las de un Estado de Israel que tiene derecho a existir y a defenderse. Las de un pueblo palestino que tiene derecho a crear su propio Estado en condiciones de dignidad. Las del L¨ªbano que tiene derecho a dotarse de un Estado que organice la convivencia de sus diversas comunidades sin injerencia extranjera. La de los pa¨ªses ¨¢rabes que tienen derecho a desarrollarse en un contexto de paz y seguridad.
Y m¨¢s all¨¢, incluso estamos predispuestos a escuchar las razones de los movimientos islamistas que -agrade o no- forman parte del problema y por consiguiente tendr¨¢n que formar parte de la soluci¨®n. Posiblemente este reconocimiento elemental sea una condici¨®n necesaria para hacer posible el abandono de la violencia.
Estados, Estados en precario, movimientos pol¨ªtico-religiosos, milicias armadas... son la expresi¨®n de la complejidad de un conflicto que -como explica Joschka Fischer en su reciente libro El retorno de la historia- se desarrolla simult¨¢neamente en tres planos: el nacional, el regional y el religioso.
La conciliaci¨®n de todos estos derechos e intereses es la obligaci¨®n formalmente asumida por Naciones Unidas. As¨ª lo ha venido haciendo con las sucesivas resoluciones del Consejo de Seguridad sobre Oriente Pr¨®ximo desde 1947 hasta hoy mismo. Es el camino que va de la resoluci¨®n 181 -por la que se abre la puerta a un Estado jud¨ªo y a un Estado palestino- a la resoluci¨®n 1701 -que arbitra el alto el fuego en el L¨ªbano-. Entre ambas, se han sucedido las resoluciones que han ido perfilando la f¨®rmula para resolver el conflicto ¨¢rabe-israel¨ª: el pleno reconocimiento del Estado de Israel y la creaci¨®n de un Estado palestino con las fronteras anteriores a 1967.
Nada de todo esto es nuevo. Los esfuerzos por aproximarse a la paz en Palestina son lo m¨¢s parecido a los trabajos de S¨ªsifo: un eterno volver a empezar. Pero ¨¦ste es el ¨²nico camino ante una alternativa peor: el de la resignaci¨®n a una guerra infinita, que es lo que parece predicarse en los c¨ªrculos neoconservadores.
Crear las condiciones para el cumplimiento efectivo de las resoluciones de Naciones Unidas sobre Oriente Pr¨®ximo es responsabilidad de todos los actores que tienen un peso real en el escenario mundial. Esta era la intenci¨®n del denominado cuarteto compuesto por Estados Unidos, Rusia, la Uni¨®n Europea y la propia Organizaci¨®n de Naciones Unidas, con su hoja de ruta para avanzar hacia la paz.
De las dificultades actuales en llevar adelante dicha iniciativa surge precisamente la convicci¨®n de que Europa debe y puede ser un actor mucho m¨¢s im
plicado en la resoluci¨®n del conflicto de Oriente Pr¨®ximo. Entre otras razones porque -a diferencia de Estados Unidos- el futuro de una Europa pr¨®spera y en paz depende en buena medida de una evoluci¨®n pac¨ªfica de toda la regi¨®n del Oriente Pr¨®ximo y Medio.
Por eso nos hemos de felicitar de la r¨¢pida reacci¨®n de la Uni¨®n Europea para intervenir en el L¨ªbano bajo el mandato de Naciones Unidas. Lo ha resumido perfectamente Javier Solana: sin la fuerza de intervenci¨®n de la ONU no habr¨¢ paz, pero sin Europa no habr¨ªa fuerza de intervenci¨®n de Naciones Unidas. Esta vez podemos afirmar que Europa no ha llegado tarde como sucedi¨® en Bosnia y en Kosovo. La r¨¢pida decisi¨®n europea debe mucho a la determinaci¨®n mostrada por el Gobierno de Prodi, que ha acabado por arrastrar a una Francia reticente ante las dificultades ciertas de la empresa.
No menor ha sido la determinaci¨®n mostrada por el Gobierno espa?ol, coherente con la orientaci¨®n de nuestra pol¨ªtica en Oriente Pr¨®ximo, basada en algunos puntos incuestionables. El apoyo al proceso de paz entre palestinos e israel¨ªes, sobre la base de la existencia de dos Estados soberanos y viables que convivan en paz dentro de fronteras seguras y reconocidas; el impulso a las relaciones bilaterales con Israel; la contribuci¨®n activa a la modernizaci¨®n de las estructuras de gobierno de la Autoridad Nacional Palestina; la contribuci¨®n a la pacificaci¨®n y a la reconstrucci¨®n civil de Irak; el di¨¢logo pol¨ªtico constante con Egipto y Jordania; el apoyo -hoy con m¨¢s raz¨®n que nunca- a los esfuerzos del L¨ªbano para consolidar su independencia; y el reconocimiento de la importancia de las relaciones con Siria para garantizar este proceso con su retirada del L¨ªbano. Sin olvidar la implicaci¨®n para encontrar v¨ªas de di¨¢logo en el dif¨ªcil contencioso nuclear entre Ir¨¢n y la comunidad internacional.
Se trata de una pol¨ªtica de Estado y as¨ª lo han entendido todas las fuerzas pol¨ªticas representadas en el Congreso al dar luz verde a la decisi¨®n del Gobierno de participar en la misi¨®n de Naciones Unidas. Aunque no deja de sorprender -casi hasta el esc¨¢ndalo- que desde posiciones conservadoras se haya intentado inducir al l¨ªder del Partido Popular a adoptar una posici¨®n contraria a la participaci¨®n de nuestras tropas en el contingente de la FINUL, con la perversa intenci¨®n de querer convertir el L¨ªbano en la tumba pol¨ªtica del presidente Rodr¨ªguez Zapatero, para vengarse as¨ª de la oposici¨®n socialista a la participaci¨®n espa?ola en la guerra de Irak.
A diferencia de entonces, se trata ahora de intervenir en una misi¨®n de interposici¨®n para garantizar un alto el fuego, con un mandato expl¨ªcito de Naciones Unidas, con la autorizaci¨®n del Parlamento espa?ol y con una opini¨®n p¨²blica prudentemente favorable a nuestra intervenci¨®n.
Sin embargo, no puede esconderse el riesgo que asume Espa?a y Europa al aceptar el compromiso de defender a Israel de nuevas agresiones y al mismo tiempo de garantizar la plena soberan¨ªa del L¨ªbano. La delicad¨ªsima cuesti¨®n del desarme de Hezbol¨¢ parece ser la piedra de toque de esta misi¨®n. Cuesti¨®n sobre la que Naciones Unidas busca una f¨®rmula satisfactoria para todas las partes y que probablemente se resuelva m¨¢s por la propia evoluci¨®n del proceso pol¨ªtico liban¨¦s que como resultado de una condici¨®n previa y ejecutable a corto plazo.
Sea como sea, hay que asumir el riesgo que comporta nuestro reafirmado compromiso euromediterr¨¢neo. Es tambi¨¦n el riesgo asociado a la voluntad de Europa de ser un actor eficaz y reconocido en la escena internacional. Es, en definitiva, el riesgo que afrontamos para devolver a Naciones Unidos su papel de garante multilateral de la paz, una vez constatado el fracaso del unilateralismo norteamericano en Irak.
Y es evidente que no basta con la intervenci¨®n militar para hacer factible y duradero el alto el fuego en el L¨ªbano. Javier Solana nos advierte de que no podemos cometer la ingenuidad de pensar que podemos intentar arreglar el conflicto de Oriente Pr¨®ximo con intervenciones parciales: o se resuelve el conflicto entre israel¨ªes y palestinos o continuar¨¢ la guerra infinita.
Desde la convicci¨®n generalmente compartida de que el conflicto no tiene soluci¨®n militar, es preciso volver a poner en pie la hoja de ruta, con una implicaci¨®n europea mucho m¨¢s decidida y con la voluntad de contemplar globalmente el problema.
En resumen, tres l¨ªneas de acci¨®n:
- Pleno apoyo a la decisi¨®n del Gobierno espa?ol y de la Uni¨®n Europea de implicarse activamente en la Fuerza de Intervenci¨®n de Naciones Unidas en el L¨ªbano para asegurar el alto el fuego permanente entre Israel y la milicia de Hezbol¨¢.
- Acentuar el compromiso de la Uni¨®n Europea en Oriente Pr¨®ximo, con la cooperaci¨®n al desarrollo, con la revitalizaci¨®n de la hoja de ruta del cuarteto y con la presencia en el territorio ayudando a la viabilidad del Estado palestino.
- Potenciar la pol¨ªtica mediterr¨¢nea de la Uni¨®n Europea, con unos aliados bien decididos como la Italia de Prodi.
Pasqual Maragall es presidente de la Generalitat de Catalunya.
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